El Volapié

Dadme una trompa…

… y se cambiará el Mundo. Todavía es posible que se produzca el milagro. Puede que ya se haya producido o que sólo sea uno de mis desvaríos, pero cabe la posibilidad de que las peonzas solucionen graves problemas.
Después de Pascua, mi hijo se fue al campamento que tienen los Salesianos en Godelleta, y –como nos sugieren habitualmente a los padres– se evita que lleven móviles, consolas, mp3 y demás gadgets electrónicos, porque el objetivo es el contacto con la naturaleza y la convivencia entre maestros y alumnos en un entorno diferente al del colegio.

Del resultado de esta actividad, entresaco por lo positivo el hecho de que Álvaro regresase entusiasmado por el ajedrez y con un tablero debajo del brazo. Como corolario, en mi casa se han sustituido minutos de PSP por horas jugando al ajedrez, que amansa a las fieras.

Pero es que ahora, como cucharada con caramullo, van todas las cuadrillas de chiquillos dándole que te pego a la trompa. Aunque ahora sean unas peonzas de diseño, fabricadas en la China con materiales sintéticos, también son útiles para su diversión y para mantenerlos algo más alejados de las Nintendo DS, las 3D, PSP Vita, Xbox, las Wii, móviles, tabletas y demás inventos del diablo.

Además, estas trompas están muy mejoradas e incorporan un estabilizador para el lanzamiento y la espoleta está articulada para minimizar el rozamiento. Por lo demás, como la que yo tenía: se ata bien fuerte, se lanza y a jugar cogiéndola con la mano, con el cordón o cascándole con ganas a las otras que están bailando dentro del cerco. Lo último, una bolsa de canicas procedente de Imaginarium. ¿Será de verdad posible el milagro?

Durante un paseo por Valencia –durante la última Feria de Fallas– encontré a unos niños “jugando al toro” cerca de la catedral y junto con varias decenas de curiosos con los que formamos un círculo, les improvisamos un ruedo. Estos niños habían tomado el protagonismo de la Fiesta de los Toros mediante su participación en el espectáculo de animación “Toros para Niños”, instruidos por los matadores Miguel Ángel Perera, Eduardo Gallo y Javier Castaño, quienes les enseñaron a los niños las nociones básicas para que luego ellos recreasen un festejo de principio a fin y además todos los niños fueron obsequiados con una invitación para asistir a la novillada de la tarde, lo que –realizado con perseverancia y en todas las ferias– servirá para rejuvenecer los tendidos y para que los aficionados del futuro sean más entendidos que los de esta generación.

No es verdad que los aficionados a los toros seamos unos sádicos, aunque no se puede negar que sea dura la imagen de un toro derrumbado, como duro es presenciar la matanza de un cerdo o –de niño– ayudar a la madre a destripar un conejo sujetándolo por las patas. Duro pero no cruel, que no es lo mismo, y prefiero esto antes que los filetes “embandejados” sobre papel absorbente para que los hipócritas no vean ni una gota de sangre.

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