Apaga y vámonos

De bóvedas y vueltas en círculos

No creo que nadie se sorprenda a estas alturas si digo que no quiero el proyecto de rehabilitación de la plaza de toros. Nunca lo he querido –llegué a pedir, recuerdo, que dinamitaran el edificio– y, de hecho, se me ocurren pocas personas que lo hayan dicho más claro y más alto que yo, antes y durante la crisis, lo que me ha costado aguantar no pocos insultos y desprecios de quienes se hacen llamar liberales pero, en realidad, no toleran opiniones diferentes a las suyas.
No obstante, y sin caer en el golpe de pecho, me considero un demócrata, y en consecuencia creo que, tras las elecciones del 27 de mayo de 2007, la rehabilitación de la plaza de toros va a misa. Como periodista que intenta hacer bien su trabajo, nunca jamás pondré una traba en las ruedas del equipo de gobierno, al menos en lo que se refiere a la plaza, porque lo único que se le podría criticar es que no cumpliera su promesa al pueblo de Villena, es decir, que no la reconstruyera. Si lo hace, estará siendo consecuente con lo prometido, y en consecuencia haciendo bien su trabajo, por mucho que a mí me siga pareciendo un error tal proyecto.

Viene esto al caso porque el pasado jueves me quedé boquiabierto escuchando los argumentos de la oposición en el Pleno –los de Sergio Palao y muy especialmente los de Cate Hernández–, defendiendo con uñas y dientes no sé qué informe sobre tres bóvedas (léase un pedazo de muro semiderruido) que ahora resulta que, según la oposición, habría que haber conservado en un edificio que, tanto el PSOE como Los Verdes, pensaban derribar o, como mínimo, transformar sustancialmente con su fracasado proyecto de Centro de Ocio.

Creo que es legítimo (y necesario, y obligatorio) que la oposición cuestione todas y cada una de las decisiones de un equipo de gobierno. Por pura higiene democrática, deben fiscalizar cada euro que entra y sale del ayuntamiento, cada proyecto que se diseña, cada informe que se redacta, cada decisión o acuerdo que se aprueba… pero pienso que eso es una cosa y joder por joder otra bien distinta, ya que, además de demostrar poco respeto por el veredicto de las urnas, a quien finalmente acaba perjudicando tanto bloqueo y tanto escollo es al conjunto de los ciudadanos, que ven dilatarse en el tiempo y por los siglos de los siglos proyectos demandados y/o necesarios.

Valga esta reflexión para todos los grupos políticos sin excepción, porque quien hoy sufre en sus carnes la presión de una oposición capaz de aferrarse a un clavo ardiendo con tal de hacer fracasar cualquier iniciativa, fue quien en la pasada legislatura actuó de un modo totalmente idéntico, llegando a llevar a los tribunales a los técnicos que recomendaron el derribo de las bóvedas de marras, las mismas que ahora han mandado derribar, cerrándose así un círculo que escenifica a las claras el fracaso de la política villenera: años y años debatiendo alrededor de un mismo problema y sin llegar nunca a ningún sitio. Y no hablo sólo de la plaza.

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