Abandonad toda esperanza

De presencias y ausencias

Abandonad toda esperanza, salmo 118º
El Festival de Cannes, como todos los certámenes cinematográficos, cuenta con un prestigio tan merecido como discutible, y el palmarés de cada año es aplaudido o vituperado según el juicio particular de cada uno. Pero considero que un evento que a lo largo de su extensa trayectoria ha premiado a cineastas de la talla de Wilder, Rossellini, Welles, Visconti, Buñuel, Coppola, Wenders, Lynch, Kusturica o Moretti, por citar solo algunos, merece a priori toda mi confianza e interés.

Con la Palma de Oro concedida a 4 meses, 3 semanas, 2 días, el jurado del festival ratifica su buen ojo a la hora de tomar el pulso a la cinematografía internacional contemporánea para premiar lo más destacado. Y es que este film de Cristian Mungiu, primer cineasta rumano que obtiene el codiciado galardón, es un trabajo soberbio que no debería pasar desapercibido.

Su narración acontece en 1987, en una pequeña ciudad de Rumanía, que sufría entonces los estertores de una dictadura marcada por el racionamiento de bienes materiales y el férreo control institucional. En este marco dos jóvenes que comparten una habitación en una residencia de estudiantes vivirán una dura experiencia ante la necesidad de una de ellas de abortar, una operación por aquel entonces ilegal.

A partir de esta sencilla premisa, y renunciando a los primeros planos, el uso de la música y cualquier otro subrayado formal (lo cual convierte a Mungiu en digno heredero de los postulados de Robert Bresson), el realizador relata una historia de amistad por encima de cualquier penuria, empleando el polémico tema central como excusa para poner en tela de juicio la lamentable situación de todo un país bajo el yugo de una dictadura que arrebatará la inocencia a sus dos protagonistas

Si aquí el espectador es testigo de las peripecias de una futura madre que no desea serlo, en Keane se nos muestra la pesadilla de un padre que ha perdido a su hija en una estación de autobuses: durante meses, y ante la sospecha de que ha sido secuestrada, malvivirá en moteles de la zona investigando la desaparición de la pequeña.

Como Mungiu, el norteamericano Lodge Kerrigan también apuesta por una ficción de lo más descarnada: su protagonista se encuentra al borde de la locura, abusando del alcohol y la cocaína hasta convertirse en un paranoico que ve a cualquiera que le rodea como posible culpable, y cuya obsesión lo llevará a repetir una y otra vez el momento de la desaparición de la niña para comprender lo incomprensible, para aprehender lo inaprehensible.

Dos películas antitéticas, pues, construidas una sobre la presencia no deseada y otra sobre el deseo ausente. Y dos filmes para no perderse. Pero no se duerman en los laureles: Keane apenas puede verse en circuitos de versión original; y el film rumano acaba de estrenarse, pero nos tememos que por mucha Palma de Oro y muchos parabienes de la crítica, un trabajo tan poco complaciente como este pasará como un suspiro por la cartelera.

4 meses, 3 semanas, 2 días y Keane se proyectan en cines de toda España.

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