Vida de perros

Demasiado despacio

Tal vez sea por la gran cantidad de información que digerimos desde la escuela hasta los telediarios. Tal vez sea porque la influencia de los resúmenes, los documentales, los reportajes a dos páginas en los periódicos, nos han acostumbrado a contemplar grandes porciones de Historia en apenas unos minutos. Tal vez sea porque nos come la avidez, la urgencia, lo inmediato, como criaturas la noche anterior a sus cumpleaños. Tal vez sea porque nos hemos dado cuenta de que pese a todo lo que acontece mientras tanto, nunca llega aquello que esperamos. Quizás como en los previos de cada guerra vigilamos la llegada de los gigantes mientras poco a poco nos han ido invadiendo los enanos.
Tal vez ese sea la estrategia del Equipo de Gobierno de nuestra ciudad; así, mientras la oposición pide a gritos la llegada de un gran cambio al que poder atacar con fiereza, un objetivo tan grande que las flechas siempre aciertan, se introducen pequeños cambios más fáciles de digerir y más escurridizos a los ataques. Es una buena estrategia que se puede desarrollar con afabilidad y sin traumas. El problema podría ser que a la larga la estrategia se transformara en una simple estratagema, es decir, que más allá de los modos no se alcanzara un fin último. Aunque peor todavía sería que no lo hubiera.

La puesta en común del Gobierno con la ciudadanía respecto a sus labores públicas, así como su lenta inclinación hacia políticas participativas todavía no parecen tener la popularidad suficiente –ni siquiera progresivamente–; lo que me lleva a pensar que o bien se trata de buscar una victoria por erosión gota a gota, o bien no se está avanzando al unísono en las labores de información, toma de conciencia y participación. También puede que la ejecución de estas distintas acciones –información, conciencia y participación– no esté cuidadosamente planificada en cuanto a tiempo-espacio-población, o que la población no consigamos alcanzar a ver o entender el camino hacia donde nos conducen estas salpicadas acciones.

Puede que no sea así, que existan unos objetivos finales –cargados de utopía, como no puede ser de otro modo– y que exista una planificación y un calendario que permitan evaluar el ritmo con el que se avanza y nos eviten rodeos y desviaciones. Pero en este caso lo deseable sería que fuera público, que lo conociéramos y lo discutiéramos, que fuéramos partícipes. De este modo entenderíamos los motivos, seríamos conscientes de que en ocasiones el proceso es lento, y que en otras es necesario que arrimemos el hombro para alcanzar cierto objetivo común. Con la hoja de ruta delante podemos implicarnos para trabajar por aquello que es deseable como sociedad y como ciudad, podemos además seguir luchando por ese proyecto como ciudad, consiguiendo el compromiso de quien quiera pretender hacerse con el gobierno de nuestra Villena.

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