De recuerdos y lunas

Desembocadura

Algunos que en el pasado –y también en el presente– echamos pestes contra la peste del Azud de la Marquesa no lo hicimos ni lo hacemos mediando la consigna política. Nos preocupó entonces y nos preocupa ahora que teniendo en Cortes de Pallás unas aguas de calidad para beber y para regar se perdieran al mudar la toma. De entrada, sin más, mientras las de Cortes servían para riego y consumo urbano, las de Cullera sólo sirven para el riego. O no del todo. Porque hay quienes afirman que éstas no aprovechan para regar cualquier producto.

La calidad de las aguas del Júcar nos ha preocupado siempre. En 1985 en la "Memoria del plan de soluciones para el equilibrio hídrico de la cuenca del Vinalopó y comarcas limítrofes" (Conselleria d'Obres Públiques, Urbanisme y Transports, 9 de noviembre de 1985), cuando se apostaba entre cuatro soluciones posibles por el trasvase Júcar-Vinalopó por la costa, trazado de desembocadura a desembocadura, la Generalitat presidida por el socialista Joan Lerma reconocía en el propio informe de la Consellería responsable la existencia de una agua en desembocadura de mediocre calidad, no apta para el consumo humano. Así, decía el estudio que "la calidad química del agua es tolerable para riego aunque fuertemente contaminada por deshechos biológicos e industriales (...)" y que "la calidad de las aguas es mediocre, especialmente desde el punto de vista orgánico, debido a los vertidos sin depuración de las poblaciones de ambas riberas, y también a los afluentes de riego. También por esta misma causa, y el hecho de haber atravesado terrenos evaporíticos del Keuper, el agua está cargada de sales, en las que predominan los sulfatos, por lo que no es desechable para riego, pero desde luego no es potable, al menos en verano (...)" El informe reiteraba varias veces estas ideas incidiendo en la no potabilidad del agua y en su exclusiva utilidad para riego. Esto era en 1985.

¿Que ha llovido desde entonces?... Sí. Y aunque no todo lo que quisiéramos, porque lo que no puede ser no puede ser, precisamente son las lluvias las que destapan el cenagal putrefacto que se posa –o se posaba– en los fondos del Azud de la Marquesa antes de 1985, en 1985 y después de 1985. Porque desde entonces hasta la fecha, las condiciones del río Júcar en su tramo bajo no han mejorado. La inauguración en octubre de 2007 de la depuradora de Alzira-Carcaixent, cuya construcción se ha dilatado demasiado tiempo, es un dato halagüeño; pero los últimos informes de calidad de la Confederación Hidrográfica del Júcar todavía no conquistan nuestra confianza. Y menos cuando, de vez en cuando, se ocultan. O cuando ciertos parámetros no se actualizan.

Las aguas no se limpian por mucho que lo diga un Conseller. Es temeridad y delicado el cuestionar la calidad de unas aguas que son utilizadas por los agricultores para productos que se venden en los mercados; pero no menos temeridad, sino temerario, es el jugar con la salud de las personas. La existencia de sustancias cancerígenas en las aguas del Azud no se la ha inventado Andrés Martínez, esa existencia está corroborada por los propios informes de calidad de la Confederación, informes cuya web caprichosamente aparece y desaparece como diana en pimpampún. Que sean más o menos graves para la salud lo habrán de determinar sinceramente especialistas. Hace unos años se vivió un debate similar en la Vega Baja respecto a la calidad de las aguas del Segura. Para los agricultores, no problem; para quienes han visto incrementarse en la Vega los casos de cáncer, very problem. Pero será el tabaco.

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