Opinión

¡Día 24 que fuera!

¡Ahora sí! Ahora ya podemos decir por fin que ha llegado la Navidad. Las luces, los abetos, las estrellas, los escaparates, el estado de las tiendas, el precio del marisco, el trasiego de “paquetes” y “perniles”… el cartel de “COMPLETO” en los estómagos y el de “NO HAY BILLETES” en los monederos así lo indican. Ha llegado el Ángel Freixenet, el Anunciador, con todo su equipo de márketing detrás, para dirigir su mensaje a millones y millones de burbujas expectantes, ávidas de sueños y consumo. Ha llegado, pues, el momento de-volver-a-casa, de dejarse barba para atenuar los besos, de echarse sacarina en los ojos para endulzar las miradas, de blanquear el dinero y las sonrisas, de aparcar el odio en la zona azul, de acudir a la dietista para obtener tratamientos que nos hagan perder unos gramos de envidia y de rencor.
¡Ahora sí! Ha llegado por fin el momento de hacer de tripas corazón: de abrazar a primos con granos, a suegras con verrugas, a tías con bigote, a cuñados con piorrea, a bisabuelos con fimosis... Ha llegado la hora de abrazar al yerno bakalaero, al novio de tu hija, ése al que no puedes ni ver, el de la cadena de oro, el del coche con alerones, el que no ha parado en toda la noche de mover la mandíbula, el que parece que en vez de un polvorón se esté comiendo una patata caliente. Ha llegado la hora de abrazar hasta la última rama de nuestro árbol genealógico; de estrujar con fuerza las raíces de esa gran familia, ebria de clorofila atávica, engalanada para estas fechas con todo tipo de adornos, artificios y espumillones.

Así pues, ha llegado el momento de hacer de nuestra capa un sayo, de nuestro casco un gorro de Papá Noel, de nuestra perilla una barba blanca, de nuestra carroza un trineo, de nuestro mortero un almirez, de nuestra garrafa una zambomba, de nuestro gofre un mazapán, de nuestro alférez un rey, de nuestro farolero un paje, de nuestra sede un pesebre, de nuestra arcada un villancico...

Ha llegado el momento de rebanarnos los sesos, de ultimar las compras y encontrar ese regalo que guste y sorprenda. Por eso, hoy quiero daros una idea para no tener que recurrir a la colonia y las corbatas. Se trata del nuevo DECODIFICADOR DIGITAL DE FESTEROS TERRESTRES. Un sencillo aparato que permitirá, a partir del próximo año, ver las fiestas de una manera mucho más amena y personalizada. Para ello, la Junta Central tiene previsto implantar el denominado sistema de Pago Por Festero o PPF. Dicho sistema consiste en codificar, uno por uno, a los más de dieciséis mil festeros que componen nuestras fiestas, para que, de este modo, todos aquellos espectadores que se sienten en una tribuna o se asomen a un balcón, tengan la posibilidad de ver desfilar única y exclusivamente, con tan sólo seleccionarlos desde un mando a distancia, a aquellos festeros en los que estén realmente interesados. Este sistema contempla, entre sus múltiples opciones, la de eliminar borrachos y gente que se sale de la fila, así como la posibilidad de poder contemplar los desfiles a cámara rápida y sin cortes entre bloque y bloque. Los precios de compra por festero oscilarán entre los seis euros de un moro nuevo y los dos euros de un ballestero. Hay que decir que el plazo de codificación se abrirá el próximo día uno de enero, llevándose a cabo los viernes por la noche en las sedes de todas las comparsas. Aquellas personas que no dispongan del decodificador verán la Calle Ancha y la Corredera llena de interferencias y sólo escucharán zumbidos al paso de las bandas.

Bienvenidos pues a las Fiestas del futuro. Que ustedes lo disfruten y, ¿por qué no?, Feliz Navidad y ¡Día 24 que fuera!... (y lo gastao, gastao).

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