Vida de perros

¿Dónde, cuándo, por qué?

Llegan a mis oídos, mientras tomo un café con leche en una de nuestras cafeterías con mesas en la calle y circulación de automóviles a dos metros de distancia, dos noticias “juveniles”: La concejalía de juventud vuelve a apostar por el rap y los graffitis, y Juventud colabora en la grabación del disco de dos disc-jockeys villenenses. Mire usted qué bien, podríamos decir. Esto si tuviéramos la delicadeza de no mirar la viga en el ojo ajeno, pienso yo. A mí, ahumado por el sabroso humo del tabaco y el apestoso anhídrido carbónico de los coches, me continúan pareciendo golpes a ciegas. Alguno acertará, ¿no? Alguno de esos palos romperá la piñata de donde saldrá… ¿qué saldrá de la piñata una vez rota? Ése es el problema, ¿qué esperamos conseguir? Objetivos, metas…, vale, no me enrollo más, parece que cada vez que topamos con el mismo problema –casi siempre– vuelvo a lanzar la relación de algunas de las posibles soluciones. La crítica no se detiene siquiera en la actividad en sí –a ambas iniciativas les deseo el más exitoso de los caminos– sino en el plan general donde se inscriben las propuestas, en caso de que exista dicho plan.
Acabado el café con leche, bajo al Paseo Chapí y vuelvo a ver una enorme caseta que se encuentra allí dispuesta desde hace algunas semanas. Imaginé al principio que la llegada de la semana del libro tendría que ver con esta nueva instalación. Imagino que no me equivocaba, sólo que… ¿por qué entonces en la plaza de Santiago se montaron las carpas para la instalación de las librerías locales así como la de las Bibliotecas Públicas Municipales? Misterios como éste son casi irresolubles para este ciudadano de a pie que únicamente luce la habilidad del extrañamiento. Se me ocurre pensar en Villena como una especie de gran feria del libro, una ciudad en la que mientras cualquiera camina por sus calles puede disfrutar de distintos puntos donde se realizan actividades, o donde puede adquirir las últimas o las primeras novedades literarias. Son tonterías que se le ocurren a uno: que esa podría haber sido la evolución de aquellas grandiosas semanas del libro, como la dedicada a Roal Dahl o a Gisbert, también es posible. Con todo, qué bien hicimos en aplicar la máxima del carpe diem aún sin saber que aquellas “semanas” no continuarían realizándose, o no al menos con tal despliegue de medios, ilusión y voluntades.

Me extrañó de igual modo que la realización de la feria del libro se presentara el pasado fin de semana, puesto que yo creí que se llevaría a cabo la Feria de la Madre, por aquello del Día de la Madre, claro está –y felicidades con retraso, madre–. En una ciudad como esta en la que nos vamos habituando al status quo aquel de “las cosas de palacio van despacio” (sirva la frase como decir por decir algo y por no entrar en el detalle ya cansino y milenario de todas las semanas), las ferias parecen ser uno de los pocos signos de movimiento. Al igual que uno avanza por el tiempo mediante los conocidos hitos católicos: semana santa, fiestas, navidad…, en Villena podremos hacerlo a través de nuestras ferias. Y aunque encabezaba la columna con tres preguntas casi de rigor, aquí andamos casi perdidos con las dos primeras: ¿dónde se hace y cuándo?, y tal vez ¿qué? Por lo demás, a mí me sigue interesando más la última de las cuestiones: ¿por qué? Y si me preguntarán el por qué, les diría que la respuesta a esta pregunta me inspira la resolución del resto de cuestiones.

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