De recuerdos y lunas

Educandos

Mi amigo Rafael Román García debería ser más pródigo en escritos. Supongo que su trabajo le tendrá entretenido y servido de letras, pero yo me refiero a esos escritos que salen del alma. Debería ser más pródigo en escritos que salen del alma porque la otra tarde cuando fuimos a celebrar la entrada de nuestro amigo Benjamín Menor en la Banda Municipal de Villena, Rafa preparó unas letras hermosas. Luego estuvo la voz de Carmen Fita Lorente, también amiga, que puso la sal y los gestos de desenfado que para leerlas pedían las palabras. El pequeño homenaje, hecho desde la amistad, resultó entrañable. A mí me emocionó.

Pero no quedó ahí la tarde de sorpresas. Que la amistad se alarga. Benjamín, al que ya hemos traído alguna vez a estas columnas, nos había avisado del acto y de su ilusión por compartir esta experiencia con sus amigos y familia. Así fue. Valió la pena. Hace años que no había visto la recepción de un músico en la Banda. Cuando por primera vez la vi era los días cinco de septiembre por la mañana. Antes del Pregón. Se recogía a los músicos en sus casas y luego en el Salón de Plenos del Ayuntamiento se les hacía los honores. Así se estrenaban en la Banda este día que para los villeneros tiene tanta hondura. No olvidamos lo que muchas veces nos contó Alfredo Rojas sobre "La Entrada": un pasodoble compuesto por Quintín Esquembre a conciencia para educandos, para quienes principiaban en la Banda local. Con "La Entrada" recibió la Banda a nuestro amigo y, una vez recogido, le acompañamos por las calles de Villena. Hechas todas las incorporaciones fuimos hasta el Paseo para honrar a Chapí.

Decíamos tarde de sorpresas porque además de Benjamín también fue acogido en la Banda su hijo Pablo. Pero la hornada aún vino más nutrida de amigos. Porque otros educandos que se estrenaban eran José Hernández Soler y su hija Virginia. Y también Victoria López, hija de José Francisco López, también amigo. Completó la terna Celia García.

Con Pepe Hernández compartí piso y años de estudio en Alicante. Él se hizo maestro. Maestro de los buenos porque siempre lo ha sido. Allí entre tantas cosas que compartimos, compartimos tristezas que fueron por la cabronada de la muerte raptora de juventud, letras sentidas, canciones de Perales y Víctor Jara, guisos y un dolor de muelas de Pepe que cada vez que me acuerdo me duele también a mí. El Rafa Román que decíamos al principio y que queremos que siga escribiendo con el alma e ingenio demostrados también estaba con nosotros. Y Paco Marco Gil, Luis Valdés Abellán y, antes, Benjamín Menor Marín, primo hermano de nuestro Benjamín. También estuvo Javier Parra que ya anunciaba otra generación.

Me alegró ver a Pepe porque además me enteré de que Virginia Hernández Martínez a la que habíamos felicitado esa semana por su éxito literario es su hija. En Villena, con Hernández y Martínez es difícil localizar la cuna. Nunca se me ha dado bien, salvo a posteriori, eso de "tienes toda la carica de...", esa genealogía fisonómica tan popular que identifica los genes. Descubriendo entonces de donde venían las letras premiadas aún me alegré más. Por lo que aprecio a Pepe y a Fabiola, por lo que apunta de futuro el ver a la juventud entregarse a los papeles. Respecto a Victoria muchas horas de música he compartido con su padre para considerarnos familia. El tiempo que la conozco ha estado encantadora con mis hijas desprendiendo esa bondad que le viene de sus padres. No sólo se heredan los nombres.

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