El Ordenanza

El Archivo Municipal V (El salón de los pasos perdidos)

El Ordenanza. Capítulo 260

Escena 1

Como cada tarde, la oscuridad se ciñe sobre los edificios de nuestra ciudad. Con un ritmo famélico, languidecen los últimos claros del día, entre los tonos anaranjados, rojizos y metálicos del cielo y el cansado gris oscuro del asfalto que pisamos.

Bajando en dirección a la vía de ferrocarril, las últimas brasas de sol incendian las nubes cobalto que se ciernen a miles de metros por encima de los macizos ladrillos vistos y la piedra de las fábricas alcoyanas, que conforman la T asimétrica del edificio de la antigua Electro-Harinera, aquel que proveyó de electricidad a la comarca cuando la electricidad era un bebé de pañales. Ahora, transformada en museo, ya nada en su fachada nos hace pensar en las toneladas de carbón asturiano que se incineró en sus entrañas.

Ahora, sus vínculos con la estética del Racionalismo Expresivo, han sido actualizados y, las naves comienzan a mostrar los pequeños y grandes tesoros que nos dan una idea del modus vivendi de los habitantes de la zona, desde el Paleolítico hasta hoy, víspera de Todos los Santos de 2024.

Síganme, por favor. Entremos. ¿No creen que, por dentro, el edificio es muy acogedor? Aunque sólo podamos visitar la planta baja, el equipo del Museo trabaja duro para que las demás plantas queden pronto abiertas al público. Incluso su sótano está destinado a albergar próximamente el Archivo Municipal.

Aunque el Tesoro es la estrella indiscutible del museo, toda la historia de la ciudad se va tejiendo mediante los variados utensilios que desvela el itinerario: desde punzones prehistóricos hasta licores típicos, pasando por vasijas, coches, brazaletes u objetos íntimos de algunos personajes ilustres de la ciudad. A estas horas, todavía hay gente trabajando por lo cual, les pido respeto y silencio.

  • Buenas tardes, Avelino.
  • ¡Oh! Buenas tardes, doña Ana. ¿Todavía trabajando?
  • Jesús y yo hemos tenido que quedarnos para archivar unas cosillas y…
  • No les molestaremos. Daremos una vuelta rápida.
  • No se preocupe, Avelino. Nos queda un rato.
  • Pues no la entretenemos más. Dele un abrazo a don Jesús.
  • ¡De su parte!

Escena 2

  • ¿Se han marchado ya?
  • Sí.
  • ¡Qué hombre este Avelino! ¡Es más cumplido que un traje de pana!
  • Es una persona cabal, sí. ¿Te apetece un café?
  • No, gracias, que luego no pego ojo en toda la noche. Casi prefiero acabar…
  • Si no te importa, yo me voy a hacer uno. He quedado con Vicente para ir a una fiesta de Halloween.
  • ¿De disfraces?
  • ¡Sí!
  • ¿Te vas a disfrazar?
  • ¡De bibliotecaria zombi!
  • ¡Muy apropiado! ¡Jejeje!
  • Sí, ¿verdad? ¡Me pinto unas ojeras, me despeino y a la fiesta!
  • ¡Shhhhh! ¿Has oído?
  • … No…
  • Un… murmullo…
  • … No, no…
  • ¿Hola? ¿Hay alguien?
  • Voy a echar un vistazo.

Escena 3

  • No sé… me pareció haber escuchado algo…
  • Este edificio, a veces, impone.
  • Sí.
  • ¡Shhhhhh! Jesús, ¿has oído?
  • … pasos…
  • Voy a encender las luces y vamos.
  • Voy contigo.
  • ¿Hola?
  • ¡Brrrrrrrrr! ¡Tengo escalofríos!
  • Parece que no hay nadie.
  • Bueno, me pareció oír…
  • Quizá nos estamos sugestionando, Ana.
  • Sí, a veces pienso que hay mucho sudor y trabajo entre estas cuatro paredes. Sufrimiento y dolor. Agotamiento. Casi puedo ver a los obreros echando carbón a la caldera… casi los escucho maldecir su suerte en cada palada… la historia de las personas que ennegrecieron su piel y sus pulmones para que el pueblo tuviese una bombilla por casa. Me pone la piel de gallina.
  • Quizá estemos aquí por eso: para dar testimonio de la historia subyacente de nuestra tierra, precisamente en este edificio.
  • ¿Seguimos referenciando?
  • Sí, vamos. Se está haciendo tarde.

Escena 4

  • Referencia 0075-6489 CXJ.
  • … quis jota. ¿Quedan muchos?
  • Unos treinta.
  • ¡Brffff! ¿Lo dejamos para el lunes?
  • El lunes lo voy a tener complicado.
  • ¡Y venir mañana es impensable! He quedado con Pepe para el programa de radio y todavía no sabemos de qué va a ir!
  • Como siempre, ¿no?
  • ¡Bueno, como casi siempre!
  • Yo no sé cómo lo hacéis pero siempre salís adelant…
  • ¡Eh!
  • ¿Qué?
  • ¿Lo has oído?
  • ¡Shhhhhh! ¡Otra vez!
  • ¡Esta vez sí! ¡Es lo que he oído antes!
  • … Como un…
  • … Balbuceo…
  • ¡Sí!
  • ¡Se me han erizado los pelos de la nuca!
  • ¡Otra vez!
  • Vamos a ver.
  • ¿Sí?
  • ¡Algo tendremos que hacer, Jesús! ¡O vamos o nos vamos!
  • ¡Vamos, vamos!
  • Menos mal que todo está iluminado.
  • … Ya no…
  • ¡Joder!
  • Está empezando a darme un mal rollo…
  • ¡A ver, Anica! Piensa qué haría Tara Mullray en esta situación…
  • ¿Tara Mullray?
  • La prota de El enigma de Cambises, de Sussman.
  • Ana, ¡céntrate que así no vamos!
  • Es deformación profesional. ¡Claro! ¡La linterna del móvil! ¡Mierda! ¡Sin batería!
  • Y yo me lo he dejao en el despacho.
  • ¡Como me llame Vicente!
  • ¡Pasos!
  • ¡Han sonado justo delante de nosotros!
  • ¡Se alejan!
  • ¿Qué hacemos? ¿Los seguimos?
  • … Pues no sé…
  • ¿Oyes? ¡El balbuceo!
  • Parece que viene de…
  • ¡Pasos! ¡Se me va a salir el corazón por la boca!
  • ¡Se pierden en el otro lado de la nave!
  • ¡Qué frío hace! ¡Estoy congelada!
  • ¡Yo… no entiendo! Intentemos calmarnos…
  • ¡Buenooooo…! ¡Calmarnosssss…! ¡No sé yo…!
  • Esto tiene que tener una explicación lógica.
  • ¡Jesús, no la tiene! ¡El balbuceo!
  • ¡Basta! ¡Basta! ¡BASTA YA!
  • … ha parado…
  • No, no ha parado. Mira.
  • ¡Luz!
  • Solo en esa vitrina…
  • Es…
  • Sí: es la vitrina de Joaquín María López.
  • ¡Ahora lo entiendo! ¡Los balbuceos! ¡Ha sido él!
  • El mayor orador del liberalismo romántico: ¡Lengua de Plata! ¡Su lengua está expuesta justo en esta vitrina!
  • Pero… entonces…
  • ¡Busca su lengua!

Don Joaquín María López fue un político, jurista y orador parlamentario español, de ideas progresistas y liberales, que supo canalizar su extraña capacidad para aunar el rigor intelectual y jurídico con la intención estética y la voluntad de estilo. La romántica ironía de la vida es que, precisamente, la causa de la muerte de tan talentoso orador fue un cáncer de lengua, la misma que puedes ver expuesta en su vitrina del Museo.

«Yo, por mi parte, no temo a la muerte y muchas veces la invoco en el malestar de mi existencia». 

Joaquín María López de Oliver y López de Platas (Villena, 15 de agosto de 1798- Madrid, 14 de noviembre de 1855)

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