Opinión

El ataque de los clones pascueros

Queridos lectores, menos mal que por fin se acaban las Pascuas. Ya sólo nos queda celebrar el día de San Vicente, también conocido en Villena como el día (¿mundial?) del chocolate, y habrá terminado este suplicio. Y es que, a decir verdad, a día de hoy me encuentro más hecho polvo que el interior de la plaza de toros. Estoy destrozado física y psíquicamente, y eso que este año, en principio, me encontraba ante las Pascuas más prometedoras de toda mi vida. Por primera vez, y gracias al llamamiento que hice a mis lectores desde esta sección del periódico, había conseguido tener una cuadrillica de Pascua, pertenecer a un grupo de amigos y disponer de un localico donde comerme la mona… Os cuento:
Era el domingo de Resurrección, y lo primero que hice nada más llegar al local fue quitarme el casco de medio huevo y aparcar mi Mobilette CAMPERA de color rojo junto a un gran número de motos trucadas y coches de tunning. Tras golpear la puerta varias veces, conseguí que me abrieran. El chaval que lo hizo iba vestido con un pantalón de chándal y lucía sobre su torso desnudo una imponente cadena de oro. Cuando estreché su mano pude sentir también una gran cantidad de anillos crujiendo contra mis falanges. Aún así, lo que más me llamó la atención fue su peinado, ya que su cabeza, a simple vista, parecía un cenicero. Aquel chico era una mezcla entre el Neng y el Fary.

Cuando traspasé el umbral, me di cuenta de que todos los miembros de aquella cuadrilla presentaban la misma imagen. En aquel local había más pantalones de chándal que un domingo en La Virgen y más “ceniceros” que en un bingo. Entre tanta cadena y tanto anillo aquello parecía una sucursal de joyería Vera. En cuanto a la música, sólo puedo decir que parecía compuesta por un estudiante de primero de corneta. Intenté unirme al grupo y bailar aquel ritmo, pero no hubo forma. Enseguida comprendí porqué los bakalaeros nunca bailan agarrados. Entonces, saqué una cinta de Miguel Ríos de mi mochila para que pusieran la canción de “Bienvenidos”, pero nadie me hizo caso. Un tanto cansado, decidí sentarme en un sofá de sky junto a una chica llamada Jeni (de Jennifer), que no paraba de masticar chicle y de mandar mensajes por el móvil. Con el fin de impresionarla y de iniciar una amistad, le mostré a la Jeni el sello y la cadena de oro de mi primera comunión. Como no dio resultado, le enseñé también mi reloj Casio con cadena de plástico negra y calculadora. Después, le ofrecí unos tragos de Fanta de mi cantimplora: una de aquellas cantimploras cuyo tapón era una cabeza de mono que podía ser utilizado como vaso y en el que las orejas hacían la vez de asa. Tampoco sirvió de nada. Entonces, me di cuenta de que un pit-bull se estaba comiendo mi merienda. Muerto de hambre, y viendo que el perro no estaba dispuesto a compartir, me puse a buscar algo de comida por las distintas salas del local. En una de las habitaciones encontré unas cuantas tortas de gazpacho envueltas en papel de celofán y, sin preguntarle a nadie, las abrí y me las comí. A la media hora de haberme comido aquellas tortas, empecé a delirar y a sentir como todo se deformaba. Podía ver los sonidos y escuchar los colores. Entonces, salí corriendo de aquel antro como un poseso en dirección a Bulilla, creyendo que me perseguía una enorme cantimplora con cabeza de mono. Una vez en Bulilla, empecé a imaginar que un ejército de clones pascueros se había apoderado del mundo y quería acabar con mi vida. Estaba perdido. Empecé a sudar y a gotear como un coyote de turrón. Aquellos seres clonados iban vestidos con camisa de cuadros, conjunto vaquero y zapatillas Tórtola, e iban armados con palos de estornija, correas, navajas multiusos y huevos duros…

ÚLTIMA HORA: La Policía Municipal de Villena inició la pasada madrugada una gran operación contra el narcotráfico en un céntrico local de Pascuas de nuestra ciudad. Los detenidos habían empapado varias tortas de gazpachos con ácido lisérgico, comúnmente conocido como LSD, y al parecer, tenían pensado desmenuzar las tortas y venderlas por las zonas de Bulilla, Las Cruces y el Grec como si fueran tripis. La operación, bautizada con el nombre de “Gazpacho lisérgico”, ha sido considerada todo un éxito, pese a que muchas de las tortas siguen todavía sin aparecer.

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