Medio Ambiente

El catedrático Gil Olcina pone límite a la vida de los acuíferos del Vinalopó: “De 20 a 25 años”

Antonio Gil Olcina, Director del Instituto Universitario de Geografía de la Universidad de Alicante y Rector Honorífico de UA, ha sido el coordinador del trabajo elaborado por un equipo multidisciplinar para evaluar el futuro de los acuíferos del Vinalopó y la solución a su sobreexplotación. Ayer, con motivo de las Jornadas Técnicas sobre la explotación de los Acuíferos en el Vinalopó, visitó Villena.
De manera previa a la celebración de las Jornadas, que contaron con la presencia de Tomás Rodríguez (Titular de Hidrogeología de la Universidad de Cartagena), Vicente Paños (Investigador del Inst. Universitario de Geografía de la UA), Antonio Rico (Catedrático de Geografía Regional del Inst. Universitario de Geografía de la UA) y Joaquín Melgarejo (Profesor titular de Historia e Instituciones económicas. Dpto. de Análisis económico aplicado. Inst. Universitario del Agua), se celebró una rueda de prensa en el edificio de Gestión y Control de la Junta Central de Usuarios (JCU).

En ella, Gil Olcina alabó el trabajo de control de los acuíferos realizado por la JCU, que calificó como “el mejor de España”, y gracias a esos datos “somos conscientes de la gravedad del problema medioambiental más preocupante para la Comunidad Valenciana”. Según el Rector, el Alto Vinalopó era “una cuenca artesiana a principios del siglo XX y se ha vaciado en beneficio de la provincia de Alicante; ahora ya hay extracciones a más de 400 metros de profundidad y cada año los pozos bajan su nivel de extracción de 5 a 10 metros”.

Acuíferos con fecha de caducidad
Por ello, desde siempre ha existido la voluntad de “relacionar” al Júcar con el Vinalopó. De hecho, el primer proyecto de trasvase está documentado en 1420, existiendo intentos “reiterados” a lo largo de la historia. Curiosamente, prosigue Gil Olcina, “ni siquiera es nuevo el intento de trasvasar agua desde la desembocadura del Júcar. A comienzos de los años 80, en medio de una gran sequía, se planteó un canal Júcar-Las Marinas-Alicante, y el proyecto fue descartado por quienes hoy lo defiende. ¿El motivo? La mala calidad del agua”.

Según Antonio Gil Olcina, “el Azud de la Marquesa es el límite entre el río y el estuario, y en verano no pasa ni una gota, sino que lo que hay son retornos de regadíos intensivos en los que se utilizan fitosanitarios. Siempre he sostenido que el agua debe ser incolora, inodora e insípida, y la del Azud no cumple ninguna de esas tres características”. Por todo ello, considera que “el trasvase desde el Azud es absolutamente inaceptable; con el régimen actual de explotación no les quedan más de 20 o 25 años de vida a los acuíferos, y para evitar esa situación es preciso realizar una transferencia adecuada para recuperarlos, y eso es posible haciéndolo desde Cortes de Pallás o desde las inmediaciones de la toma de la Acequia Real de Júcar, pero de una solución razonable hemos pasado a una que no lo es en ninguno de los casos”.

Ajeno a toda polémica
Para concluir, Gil Olcina ha valorado la decisión de la UE de no reabrir el caso señalando que dicha institución “está muy lejos de nosotros y le preocupan más otras cosas”. Asimismo, ha descartado que el estudio coordinado por él tenga “motivación política alguna”, señalando de manera rotunda que “con mi trayectoria académica no me condiciona nadie; el trabajo tiene un planteamiento estrictamente científico”.

Del mismo modo, no ha querido entrar a valorar ni las recientes declaraciones de Antonio Pastor –que le tachó de “demagogo”– ni el estudio realizado por otros departamentos de su misma universidad que valida el agua de Cullera. En ambos casos ha señalado que “yo defiendo la calidad del trabajo que hemos realizado; quien tenga interés, que averigüe las trayectorias académicas de cada cual”.

A modo de conclusión, Antonio Gil Olcina ha reivindicado el Plan Hidrológico realizado durante la II República, que prefiere a cualquier otro porque “fue comenzado por un gobierno de izquierdas y concluido por uno de derechas”. El motivo, concluye, no es otro que “comprobar que tanto unos como otros se dieron cuenta de que el agua es un asunto de Estado”.

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