De recuerdos y lunas

El chiquitrasvase

En las Españas de juguete que nos han traído las autonomías y los nacionalismos de ombligo pelotillero parece que ante los grandes problemas de siempre como el de las cíclicas sequías o el del desequilibrio de cuencas y precipitaciones ya no caben los grandes proyectos. Sólo caben las miniaturas de quita y pon. Infraestructuras prêt-à-porter improvisadas por la necesidad de muy cortas miras y deseos. Por coyunturales.

Frente a los proyectos hídricos ambiciosos que hacían patria, península y continente, que hacían futuro, vinieron las lindes de las tribus jibarizantes a reducirnos los horizontes. Y donde había nobles ambiciones para extender largos los brazales para llevar el agua y mullir con su humedad voluptuosa las tierras haciéndolas feraces, hay inapetencia apática sólo movida por la inercia perezosa o por la necesidad de la urgencia. En la España de las acequias centenarias y de los azarbes antiquísimos, en la España de las hijuelas y de los escorredores, donde el agua se ha repartido siempre como sangre por cuerpo que vive, desde las primitivas canalizaciones íberas, desde las centuriaciones romanas, desde los sistemas de regadío árabes, desde los afanes arbitristas e ilustrados, desde las quimeras regeneracionistas imbuidas de mucho republicanismo cívico que fusilaron las dictaduras, en esa España que historia en la historia anhelaba la vida, en esa España que quiso siempre ser paraíso, que siempre quiso ser de las Hespérides jardín, hay sed. Mucha sed.

Pero contra la sed, marginadas las grandes aspiraciones que vertebran territorios, temerosos de molestar al prójimo, se nos han muerto también, porque nos las han matado, las grandes esperanzas. Y se ha llegado a decir que acaso una chupadica, una calada ligera, un sorbico, si cabe, a través de una desmontable infraestructura hidráulica. Esto nos parece el tímido trasvase que se reivindica con excesivos prejuicios, vergüenzas y disculpas desde el Segre al Llobregat. Esto liliputiense frente a las apetencias gigantes que han sido, anteproyectos y proyectos, los distintos Planes Hidrológicos Nacionales en España. Un trasvase de juguete en las Españas de juguete atrincheradas en sus Estatutos, trasvase de Polly Pocket, desmontable, como el desmontable circuito monótono de la carrera de los cochecitos al centro comercial, carrera de sube y baja, para y engancha coches para la pendiente. Desmontable. De plástico duros. Todo engarces. Como mecano.

En el embalse del Ebro una placa de 1947 reza un homenaje agradecido a D. Manuel Lorenzo Pardo, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, por sus estudios y apostolado para la realización de dicho embalse. Y más. "Dios premie a los que laboran por España" —loa la placa. Asimismo, donde tradicionalmente se considera el nacimiento del Ebro hay una inscripción con un texto del polígrafo cántabro D. Marcelino Menéndez Pelayo que glosa lo que sigue: "La áspera sierra que guarda en sus humildes peñascales la cuna del histórico río que a toda la península da nombre y que, después de saludar los férreos lindes de la Vasconia y besar el muro triunfal y sagrado de Zaragoza, viene a rendir tributo a nuestro mar en la ribera tortosina simbolizando en su majestuoso curso la unidad suprema y la diversidad fecunda de la historia patria."

Pero estas frases, en la España friqui del "Chiki Chiki" del chiquilicuatre Rodolfo Chikilicuatre nos dicen ahora que suenan rancias por pomposas y grandilocuentes. Que cosa de redichos cursis parecen. De repelentes niños Vicentes con hálitos de falangistas engominados. Que lo que ahora suena en la España de las Españas emancipadas no son esas voces pedantes y caducas, que lo que suena y resuena mequetrefe es "¡Perrea! ¡Perrea!". Y tontitas estamos porque nos pone.

Tanimientras la sed. Eterna.

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