Opinión

El hombre que me pegaba con una escoba en la cabeza – Salvatierra News

Salvatierra es un auténtico Parnaso. Los poros de mi piel rebosan misticismo. Soy un ser contemplativo y espiritual. Hago Tai-chi, ceno hervido y hablo con los caracoles. Me desprendo de mi cuerpo, esa especie de chilaba material que encierra el alma, y alcanzo la felicidad: como un niño jugando después del Contrabando; como dos viejas amigas que comparten gachamiga; como el ajo que se cuaja cuando sacan la baraja; como el muchacho borracho que se mancha los bombachos; como la esposa que aplaude, aunque no rime, al ver pasar a su marido vestido de festero, con cara de angustia, llevándose las manos al vientre, dando arcadas, apretando los labios, hinchando los mofletes, haciendo esfuerzos sobrehumanos para no arrojar las pelotas delante de las cámaras de Tele Villena.
Hay un viejo proverbio villenero que dice que todo hombre debe a lo largo de su vida desfilar con un hijo en los brazos, echar una palmera en la Losilla y escribir un libro sobre la vida de Chapí. Pero en realidad, para ser un verdadero hombre, lo único que hay que hacer es llevarse un niño a la feria.

La semana pasa llevé a mi sobrino. Enseguida me di cuenta de que Joaquinito pertenece a esa nueva generación de consumistas insaciables que quieren tenerlo todo al instante, y que en caso de ser contrariados se tiran al suelo, dan pataletas y te muerden los camales del pantalón. Desde que los pedagogos abolieron el capón y el alpargate como método terapéutico no hay quien pueda con ellos.

En menos de una hora ya me había desplumado. Joaquinito era insaciable y no había forma de calmar sus ansias de zarandeo. Vomité buñuelos desde lo alto del pulpo; vomité castañas dentro de un cubilete; vomité palomitas sobra una cama elástica; vomité almendras garrapiñadas dentro de un túnel, mientras un hombre me pegaba con una escoba en la cabeza… Pero el verdadero drama llegó a última hora, cuando Joaquín se empeñó en que midiera mi hombría. Fue entonces cuando le pegué un puñetazo a un algodón de azúcar creyendo que se trataba de la máquina del boxeo. Detrás del algodón había un niño, y detrás del niño un padre nervioso y arruinado. No recuerdo nada más. Desperté en una ambulancia rodeado de globos, junto a un mono de peluche, abrazado a una bolsa de churros, tarareando canciones de Melendi… “¡Salvatierra!”, les dije. “¡Llévenme a Salvatierra!”.

Alofezia
Un equipo de dermatólogos estadounidense, el mismo que hace años descubriera que es imposible llevar un jersey peruano sin nada debajo, acaba de descubrir la existencia de una nueva enfermedad capilar. Se trata de la “Alofezia”; un tipo de caída del cabello provocada principalmente por el uso excesivo o abuso que algunos villeneros hacen del fez. Al parecer, el contacto del fieltro sobre el cuero cabelludo y el movimiento de la borla hacen que el cabello se debilite desde la raíz y caiga de manera fulminante sobre la chilaba.

Solución al problema
Con el fin de combatir y prevenir la “Alofezia”, la multinacional Jonson & Jonson ha elaborado una amplia gama de productos capilares entre los que destacan el nuevo “fez anti-caspa” para uso diario; el “fez voltereta siempre sana”, cuya fórmula evita el deterioro del cabello ante los tremendos restregones de cabeza que se suelen producir contra el asfalto; y el “fez cabellos grasos y estropeados con fórmula anti-pólvora”, ideal para jugar al truque y al dominó en ambientes cargados y asistir a las embajadas sin perder el brillo.

Este viernes, en su kiosco, una nueva entrega de Salvatierra News: “Historias de amor y feria”. Cómprelo, que igual no lo publicamos en internet...

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