Opinión

¿El precio del progreso?

El crecimiento de las ciudades obliga a adaptar los terrenos existentes a las necesidades de los ciudadanos. Hay que adecuar estos terrenos para los usos que son previstos, y nuestra ciudad no se ha podido escapar de este crecimiento urbanístico, que va unido paralelamente al incremento demográfico. Como todo en esta vida, todo tiene su precio, y el medioambiente es el mayor perjudicado –unas veces compensado por la actuación oportuna, y en otras ocasiones ultrajado por actuaciones indiscriminadas–. Esto hace que los ciudadanos nos vayamos concienciando, cada vez más, en el cuidado de nuestro entorno.
En numerosas ocasiones la Concejalía de Medio Ambiente de Villena ha tenido que actuar sobre algunos árboles que impedían, por su ubicación, el desarrollo de cualquier actuación urbanística, unas veces con éxito y las más sin él. Recordamos con añoranza aquel olmo que había junto a la actual rotonda existente en las cercanías de lo que será el Tercer Instituto. Este magnífico olmo que veíamos a la entrada a Villena (desde Madrid), fue trasplantado a la recién estrenada rotonda de La Losilla para que sirviese de deleite a los que entraban a nuestra localidad (desde Alicante), como lo había hecho en el punto opuesto de la ciudad. Lástima de decisión, ya que el Sr. Pastor –biólogo y concejal– se empeñó en este cambio y hoy podemos ver el precioso olmo como aquel “árbol del ahorcado” que ilustraba cualquier viñeta o imagen en las películas o tebeos del Oeste.

Actualmente, en la urbanización de la calle Esteban Barbado se encuentran 8 pinos, de futuro incierto, situados en lo que será, el día de mañana, una magnífica avenida. A cuatro de ellos el destino les ha deparado una feliz existencia, ya que permanecerán en su lugar –la mediana posibilita esta circunstancia-; pero los cuatro restantes han comenzado a ser replantados… estos tienen su futuro impregnado de negros nubarrones. El experto biólogo que rige los destinos de las concejalías de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Antonio Pastor, ha decidido que sean trasplantados, probablemente, en el Cabezo Redondo –no en la rotonda, sino un poco más arriba, porque tienen mucha agua en aquel paraje (por la laguna construida, no se sabe todavía para qué) y de esta forma, como están separados de la carretera, si se secan no se ven.

Arrancar los árboles, grúa y camión para el trasporte, horas de trabajo de la brigada de jardines y el riesgo de que no “agarren” al ser trasplantados los pinos, hacen pensar si no sería más barato el comprar estos árboles, con la garantía del vivero proveedor, que todo el trabajo realizado.

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