El Ordenanza

El Puente del Salero (Salero’s Bridge)

El Ordenanza. Capítulo 114

Escena 1

Ya no es verano. La incesante traslación de nuestro planeta ha llegado a cierto lugar equidistante de algún punto que alguien, en algún momento de la Historia, imaginó que debía ser llamado equinoccio y que, tal información, podía servir para relleno en los exámenes de Ciencias. Al final, como la Coca-Cola, ese saber se ha admitido como bueno y se ha instalado en todos nuestros hogares. No seré yo el que lo discuta.

Nada… que ha llegado el otoño y, con él, las primeras lluvias torrenciales. Sí, esas que inundan las casas de gente y que anega campos y campos. Este año, quizá, le ha tocado más de cerca a nuestro hábitat: por verdes o por maduras, los chubascos de días pasados han dado un severo palo a una de las especies más graciosas de nuestra fauna.

Sí, amigo lector, hablo del fartet, que es un pez muy chiquitico y simpático que está al borde de la extinción. La situación debería representar una tragedia, tal como la desaparición del gran rinoceronte blanco, pero un fartet solo es un pez pequeño y los rinocerontes blancos están en África (o estaban, que para el caso que les hemos hecho, tanto da).

Les cuento todo esto porque, Sira y nuestro alcalde, están visitando la zona de la tragedia. No llueve, aunque el viento racheado puede traer una nube cargada en cualquier momento.

  • Tranquila, he asegurado bien la cuerda.
  • No es lo que me preocupa. He bajado del coche el maletín de muestras y la red. El maletín lo puedes dejar ahí, si quieres. ¿Puedes abrirlo y meterme dos o tres tarros en los bolsillos del chaleco, porfa?
  • Sí, claro. Cuando estés abajo, ¿te tiro la red?
  • No, no. La bajo ahora. Se podría enredar en el carrizo. Me la sujeto a la espalda.
  • ¿Estás segura de que no quieres que lo haga yo?
  • No te preocupes, cielo.
  • Lleva cuidado, Sirena.
  • Gracias.
  • ¿Sabes? Tengo ganas de que tengamos una cita romántica de una vez.
  • ¿Te parece poco romántico intentar salvar una especie en extinción?
  • Ya… pero digo… hacer algo juntos…
  • ¿Me estás pidiendo salir?
  • Sí… esto… allá abajo… cualquier cosa, me dices, ¿vale?
  • ¿Te has sonrojado? Jajajajajaja. ¡Eres un amor!
  • ¡Calla, calla!
  • Son estas cosas las que más me gustan de ti.
  • … eh…
  • ¡Voy para abajo!
  • … vale…
  • Oye, que sí.
  • ¿Sí? ¡Yuju!

Escena 2

  • Nunca había venido aquí, la verdad.
  • Es un restaurante muy recomendable.
  • Acompañadme, que os llevo a vuestra mesa.
  • Es una pasada de sitio…
  • Es la antigua bodega de la casa señorial que está tras la gasolinera.
  • … imponentemente acogedor.
  • Gracias. Aquí es.
  • ¿¡Vamos a cenar dentro de un tonel!?
  • Es una pequeña sorpresa, Sirena.
  • En seguida os traigo la carta. ¿Qué querréis para beber?
  • Creo que… un verdejito estaría muy bien. ¿Qué te parece?
  • Me parece fantástico, cielo.
  • Tenemos uno especialmente bueno para su precio, la verdad.
  • Perfecto pues.

Escena 3

  • A veces, vengo aquí. Es un sitio mágico. Al estar en un extremo de la laguna, se puede divisar toda la extensión que abarcaba, además de gran parte del término municipal y algunas poblaciones cercanas. La profusión de matices de verde, por ejemplo. O el enloquecedor tinte rojo de la caliza. Es una tierra llena de vida. La alquimia de las balsas de sal, que varían de humedad y de color a su buen antojo…
  • Se respira mucha paz aquí.
  • ¿Sabes? Últimamente, creo que el suelo se mueve bajo mis pies y que el mundo se va a garete. Lo del fartet, lo de las fotovoltaicas, lo del puerto seco… existe una presión total que me hace plantear lo acertado de mis decisiones. ¿Acaso creen, los vecinos del Barrio de San Antón, que no estoy al tanto de que sus calles son como Port Aventura? ¿Creen, los padres del colegio Príncipe Don Juan Manuel, que me da igual que sus hijos se eduquen entre escombros? ¡Joder! ¡Hago lo que puedo! … perdona…
  • No te preocupes… ven.
  • Hay veces que tiraría la toalla, que igual así le da a la gente por dejarme en paz. Pero también hay veces que, sin saber cómo, pienso en el sincero susurro de tu sonrisa. No existen hombres malos cuando sonríe un ángel. Eso sí me da paz. Siempre he creído en nuestra conexión.
  • Siempre ha sido muy especial.
  • Igual has venido con mi manual de instrucciones bajo el brazo.
  • Imagino que nos unen muchas más cosas de las que, en un principio, esperábamos. La sinapsis es indudable.
  • Sira… yo…
  • Te quiero.
  • Y yo también te quiero a ti.

Sería genial que ahora, amigo lector, imaginase usted un beso, de esos sin tiempo, sin espacio ni, mucho menos, velocidad. Gracias.

Escena 4

  • A ver: ¿qué tienes tú en contra de que me tome un ibuprofeno si me duele la almendra?
  • Pues porque es malo, tío, que lo he leído en una revista. Parece ser que, a la larga, provoca infartos, pérdida de audición y esterilidad, Juanjo.
  • ¿Esterilidad? ¡Cojonudo, Andrés! ¡En vez de tomar una, me tomo tres! ¡Mira! Casi sin haberlo pensado, me ha salido un bonito pareado.
  • No hagas el reno, Juanjito… es mejor que te tomes una manzanilla, que tiene flavonoides.
  • ¿Flavoqué?
  • Fla-vo-noi-des. ¿Tienes un papel?
  • Paso.
  • No deberías.
  • ¡Pero vamos a ver! ¿Qué perra te ha entrao a ti con la vida sana?
  • Que estamos entrando en una edad conflictiva… si no te cuidas, ¡te vas al sequero!
  • ¡Pero si tú no te has cuidado en tu vida!
  • En algún momento había que empezar, ¿no?
  • ¡Anda, tira p’adentro, fofisano, que me tienes alegre y son las ocho de la mañana! Buenos días, Avelino.
  • Buenos días, señor Alcañiz. Señor López...
  • Buenos días, Avelino.
  • ¿Sabe si ha llegado el alcalde?
  • Llegó hace un rato. Está en su despacho.
  • Gracias, Avelino.
  • No hay de qué, señor López.

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