A mi amiga y colega Mari Carmen;
y a su padre, Hermelando Linares Nácher, in memoriam
Si la lectura de todo buen libro sobre cine que sea de carácter histórico y fruto de una exhaustiva documentación previa ha de ser como una clase magistral, la de todo buen libro de cine de naturaleza crítica funciona como una conversación de su autor con el lector, al cual se le presume cinéfilo o al menos lo bastante interesado en el séptimo arte como para encarar la lectura de una obra de semejantes características. Y por lo tanto, cuantas más películas de las comentadas ha visto este último, más productiva resulta dicha conversación. Pues bien: con esta especie de diálogo en diferido se corresponden tres de mis últimas (y muy gozosas) lecturas; las cuales, querido lector, quiero recomendarle a poco que le interese esto del cine... Y si me está leyendo, apuesto a que así será.
Empezaré por uno de los libros sobre esta temática más originales de entre todos los que se han publicado en muchos años: Deambulaciones es, como su subtítulo señala de forma explícita, un “diario de cine” redactado entre 2019 y 2020 por su autor, Carlos Losilla. A Losilla le debo, ya lo he contado aquí mismo en otra ocasión, una de mis primeras y más gratas lecturas sobre el séptimo arte: la de su libro Cine de terror. Una introducción, que tal y como prometía su título se convirtió durante mi adolescencia en una maravillosa puerta de acceso al que probablemente sea hoy mi género cinematográfico favorito, o al menos uno de mis predilectos. En esta ocasión, su última aportación vuelve a ofrecer exactamente lo que promete la leyenda de su cubierta: una suerte de íntimo deambular por las experiencias como espectador de su autor (y como tal, Losilla no es precisamente un cualquiera) durante doce meses -concretamente, del 3 de septiembre de 2019 al 15 de agosto del 2020-, en los cuales todos sufrimos las consecuencias de una pandemia mundial; entre ellas, un período de confinamiento en el que buena parte de la sociedad se consoló como pudo durante su aislamiento viendo a mansalva películas en formato doméstico.
Al parecer, un libro como el presente nace de un propósito concreto y también de un fracaso: el primero es la intención inicial de poner en entredicho el estatus de la mismísima Edad de Oro de la industria de Hollywood (y por extensión, del cine mundial), ubicada por convención en las décadas de los treinta y los cuarenta, mediante la demostración de que el cine de los cincuenta y los setenta es el más importante de su historia. Por otra parte, el fracaso de este propósito inicial es fruto de la desconfianza del propio autor respecto de la crítica cinematográfica como tal, e incluso del artículo académico como formato textual. Así, Deambulaciones se revela como un artefacto híbrido a medio camino entre el ensayo decididamente subjetivo y el diario confesional, que se nos antoja un texto que parece construirse de forma más o menos improvisada a partir de los visionados de películas de realizadores tan variopintos como Jacques Rivette (uno de los cineastas que más me han interesado en los últimos meses; y ahora, tras leer a Carlos Losilla, aún más), Wim Wenders, Philippe Garrel, Hong Sang-soo, Mariano Llinás o Quentin Tarantino, y que hace gala en todo momento de una imaginación desbordante y una lucidez pasmosa. En resumidas cuentas: un maravilloso libro para conversar sobre cine con un experto que, pese a todas sus dudas, tiene mucho que enseñarnos al respecto.
También tiene una presencia fundamental la citada pandemia que todavía sufrimos en las páginas de El hombre en la encrucijada, ensayo de Juan Andrés Pedrero Santos dedicado, mira por dónde, al cine de terror en sus manifestaciones contemporáneas. No obstante, el autor echa la vista atrás a los orígenes del género con el fin de contextualizar sus mutaciones posteriores; y recuerda que este nació con algunos títulos clave del expresionismo alemán para consolidarse a comienzos de los años treinta con las producciones de la Universal y sus entonces terroríficos y hoy entrañables monstruos surgidos en su gran mayoría de la literatura del siglo anterior. A partir de ahí, Pedrero Santos analiza -como también hizo Losilla en aquel libro seminal que les mencionaba antes- la evolución del género hasta llegar al terror del siglo XXI, marcado por la tragedia del 11-S, la crisis económica mundial de 2008 (y siguientes) y, claro, el coronavirus. Nos faltaba la guerra de Rusia y Ucrania, que todavía no se había producido al publicarse el volumen...
Llegado este punto he de señalar que al responsable de este libro subtitulado Nuevas fuentes del terror cinematográfico lo he seguido y leído con suma atención, aprendiendo siempre de sus juicios y críticas sobre cine; y descubriendo también de paso que su ideología política -que queda manifiesta de forma solapada en esta su última obra- se encuentra en el extremo diametralmente opuesto de la mía. De ahí que ese diálogo (virtual o no) con él resultaría en mi caso infructuoso a la hora de tratar una gran cantidad de temas. Pero como lo cortés no quita lo valiente, y dada su indudable altura como divulgador cinematográfico tanto como mi adoración por el terror fílmico, no podía dejar de leer este ensayo con el que tanto se puede aprender sobre las nuevas tendencias del género, que se mueven de lo que podríamos llamar un nuevo cine (post)apocalíptico al tan traído y llevado elevated horror de Ari Aster y Robert Eggers, con algunas apuestas intermedias que parecen querer volver a los orígenes del horror cinematográfico. En resumidas cuentas: si son amantes del género, no lo dejen escapar bajo ninguna circunstancia.
Para terminar, quiero recomendarles también El tercer siglo, recopilación de los textos sobre cine escritos por Vicente Molina Foix y publicados en la revista Letras Libres en los primeros veinte años de lo que va de siglo. Con este escritor y cineasta ilicitano, creo que ya lo he dicho también anteriormente, he tenido la suerte de coincidir en varias ocasiones: una de ellas, una cena inolvidable en la que, como hace cualquier cinéfilo que se cruza con él, le atormenté con mis preguntas a propósito de Stanley Kubrick -con quien colaboró directamente en varias ocasiones-; cuestiones a las que él respondió con la simpatía (y también la paciencia) que le caracteriza. Por tanto, leer los artículos recopilados en el presente volumen ha sido como haber vuelto a departir con él en persona sobre un sin fin de realizadores, intérpretes y títulos del cine contemporáneo.
Dar cuenta de los nombres tratados a lo largo de las más de cuatrocientas cincuenta páginas del volumen es una tarea imposible, sobre todo teniendo en cuenta lo variado de la propuesta: se abre con Poseidón y World Trade Center (cinta esta de Oliver Stone también presente en el texto de Pedrero Santos) y se cierra con First Cow de Kelly Reichardt (sensación reciente del cine de autor comentada igualmente por Losilla en su diario). Entre un texto y otro, el cine (del siglo XXI) de -por citar solo unos pocos, muy pocos, del total- Werner Herzog, Anjdrzej Wajda, Raúl Ruiz, Nanni Moretti, Mike Leigh, Claire Denis, David Lynch, los hermanos Kaurismäki, el inevitable Tarantino... y quienes nos saludan desde la cubierta del libro: Agnès Varda, Paco Plaza, Rodrigo Sorogoyen, Kathryn Bigelow, Paul Thomas Anderson, Sofia Coppola, Paula Ortiz, Leos Carax, Bong Joon-ho y Alfonso Cuarón. Un dream team lo bastante heterogéneo como para ejemplificar a la perfección la riqueza del cine contemporáneo... y también la del vasto territorio recorrido por Molina Foix a lo largo del libro. Un libro tan recomendable, pues, para cualquier aficionado al cine como los otros dos que les he comentado hoy.
Deambulaciones. Diario de cine, 2019-2020, El hombre en la encrucijada. Nuevas fuentes del terror cinematográfico y El tercer siglo. 20 años de cine contemporáneo están editados por Muga, Dilatando Mentes y Cátedra respectivamente.
Qué gusto da leer estos Salmos repletos de sugerencias cinéfilas del amigo y colega Fran Ortiz.
Más en estos tiempos donde tan necesitados estamos de erudición de la buena, no cáscaras retóricas vacías.
Cualquier elogio es siempre bienvenido y resulta estupendo para el ego; pero que venga de ti lo hace particularmente significativo en un texto de estas características y, además, en este medio.
Un abrazote, Antonio.
PD.- Nos seguimos viendo en saraos cinéfilos o librescos por la capital.