De recuerdos y lunas

El último bucardo

Yo de ustedes, para no sulfurarme, me quedaría con la versión legendaria de esta historia. Fue –dicen– en el año dos mil. En el Pirineo. Se abrió el cielo y un rayo partió un árbol. El árbol cayó y mató al último ejemplar de bucardo. Una hembra. Un animal hermoso. Los que no sabemos lo confundiríamos con cualquier ejemplar de cabra hispánica pero los que saben de zoologías matizan diferencias. La otra versión menos providencial y rocambolesca cuenta que se la llevó por delante un furtivo. Sin escrúpulos. Sin siquiera saber que apartándola de la vida la apartaba de la soledad y de los endemismos patrios. Una cabra menos, pensaría. Un trofeo más, taxidermia de por medio.

Si sé un poquito de esta cabra y de esta historia es porque en el pirineo oscense, entre la población de Biescas de trágicos recuerdos y Torla, camino de Ordesa, uno pasa por Linás de Broto. Y justo donde lame la carretera, en donde el antiguo Hotel España, está el albergue "El último bucardo". Confieso que lo primero a lo que me sonó el nombre, confundiéndolo con búcaro, fue a artesanías de arcillas y barros. Y, por el adjetivo, a lejanías. El cuñado Paco Mora, puesto en montañas y naturalezas, nos sacó de la confusión precisándonos el porqué del nombre del albergue. Que es lo que hemos traído al principio. Precisamente, en "El último bucardo" nos instalamos estas Pascuas para comernos las monas y las habas. Más habas que monas. Y bonito, "guapo" que decía entre tajada y tajada Venancio Costa y Carrión de nobles manos para la cocina y para la amistad. La i griega se la ponemos porque nos da la gana y porque Venancio, aparte de su nobleza personal, nos trae los aires linajudos de una geografía compartida por nuestros antepasados comunes cuando primero el Señorío y luego el Marquesado de Villena fueron mucha España. A quien no le guste la i griega entre sangres, por parecerle ostentosa, que se la quite. Por eso no vamos a discutir.

El albergue "El último bucardo" favorece las filantropías. Cuando llegas, su propaganda es como un 13 rue del Percebe de parejas, parejas con niños, familias en cuadrilla, excursionistas en grupo, solitarios... que despierta la sonrisa. Allí se nos brindan para la hospitalidad Amador, Encarna y Elena que como muchas gentes de estas geografías agrestes saben mucho y hermoso de los silencios de las montañas y de las nieves. Y de los secretos de la tierra por dentro explorando como guijarros por agua los barrancos. Por eso saben entregarse bondadosos a los huéspedes.

Allí estuvimos disfrutando, como hemos dicho, las Pascuas de las monas. "El último bucardo" fue nuestro localico acogedor. ¿Y la cuadrilla?... Carolina, Carlos y Miguel; Eva, Carmen y los Pacos cuñado y sobrino; Ester, Venancio, Andrés, Candela y la perra Blanca. Y nosotros, los Marco Mora de este cuento de verdad. Además, ejemplo de familiaridad, también compartimos ratos, excursión y bolas de nieve, sobre todo Teresa, con unos vecinos de Bilbao. La montaña siempre hace lazos. Quien quiera ver barreras en vez de metas, peor para él. Siempre pensé que los Pirineos nos unen a Europa a pesar de nuestras tentaciones, a lo largo de la historia, de ser balseros a la deriva sobre la piedra peninsular. Piedra carpetovetónica y celtíbera.

Si el último bucardo nos recuerda la tragedia de la vida en extinción, el nombre del albergue perpetúa la memoria del animal. Cuando sientan que algo se les muere, echen mano de la mochila y tomen camino hacia el alto cielo. Hacia Linás de Broto. Donde "El último bucardo".

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