Apaga y vámonos

Elecciones, circos y payasos

Cosas del descafeinado y poco serio sistema político que nos ha tocado sufrir, esa partitocracia bipartidista que llamamos democracia a falta de mejor nombre, ya saben ustedes que cada vez que nos toca ir a las urnas acabamos descubriendo que aquí gana todo el mundo, empezando por el que realmente ha ganado, pasando por quien celebra no haberse metido un castañazo mayor del esperado y terminando por quien, cosechando dos votos, presume de haber doblado sus expectativas más optimistas.
Una de las conclusiones más tristes que extraigo de las pasadas Elecciones Europeas, tanto en su insoportable campaña como en los propios comicios del domingo, es que nuestros ilustres políticos nos toman por imbéciles, y mucho me temo que aciertan. Ojalá hubiera votado el 100% del electorado en lugar del triste 46% final, pero eso sí, para estamparles un voto en blanco en la cara que les hiciera recapacitar, darse cuenta de su estulticia y respetar un poquito más a los ciudadanos, a los que nos toman por el pito del sereno.

Sólo así se explica que, emperifollados y maquillados hasta las cejas en esos irritantes escaparates televisivos que, sin que se les caiga de vergüenza, definen como “debates electorales”, nos pongan ojitos de corderos degollados y se empeñen en explicarnos lo importante que es Europa unos señores que, en los 15 días que ha durado la campaña, no han hablado más que de abortos, aviones de las Fuerzas Aéreas, brotes verdes, coches oficiales y eventos “planetarios”. Pero es que, además, tienen la desfachatez de pedirnos que asumamos la importancia de la cita quienes utilizan Europa para quitarse de en medio a sus saldos, a los trastos viejos que estorban, a ex-ministras fracasadas como Magdalena Álvarez, a candidatos que han perdido sus elecciones regionales, como López Aguilar, a políticos ya amortizados de la vieja guardia que estorban a la nueva dirección del partido, como Jaime Mayor Oreja… Ésa es la importancia que PSOE y PP dan a Europa, un “cementerio de elefantes” en palabras del sensato Ramón Jáuregui, la última parada en la carrera del político “que trabaja por sus conciudadanos”, la posibilidad de cotizar a lo bestia y cobrar a manos llenas para asegurarse una jubilación desahogada a costa del contribuyente.

La farsa, claro, termina en el momento se abren las urnas, porque fíjense si es importante Europa que la conclusión a la que ha llegado el PP tras su victoria, sintetizando lo leído y escuchado, es “Zapatero dimisión, moción de confianza, de censura y de lo que haga falta, vamos a ganar las próximas generales”. Política de altos vuelos, como ven, al igual que la practicada por el PSOE, que tiene tanto apego a Europa y a sus importantísimas instituciones que sus reflexiones son del tipo “con el paro que hay apenas hemos perdido votos, hemos pillado el aviso de cara a las generales, preséntame la moción de censura si te atreves…”.

La farsa termina, decía, pero sólo en esta pista, porque el recinto está lleno de ellas y el espectáculo debe continuar en las restantes, que toman inmediatamente el relevo para seguir adelante con un show que ha terminado transformando la política en un circo en el que los payasos son quienes llenan las gradas, pues jalean a los suyos como verdaderos hooligans mientras que los contorsionistas de la palabra y los trapecistas de los hechos, que actúan permanentemente en el centro del escenario, se parten de risa viendo cómo han conseguido vivir a lo grande y convertirse en unos auténticos privilegiados a costa de los de siempre, que encima son los que pagan –los que pagamos– la fiesta.

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