Vida de perros

En construcción, y III

Conociendo el percal, y aunque afronte el asunto casi a toro pasado, será cuestión de apretarse los machos y agarrar el toro por los cuernos. Y no es cuestión de echar a nadie un capote, pero ya acabó el momento de ver los toros desde la barrera y lanzarse al ruedo. Reconocerán ustedes que el tema de la Plaza de Toros tiene más peligro que un Miura, es manso pero topa, porque entre unos y otros han ido alborotando el tendido y ahora para afrontar el asunto hay que tener más valor que el Guerra. Con todo no es mi labor dar la puntilla al asunto, aunque por supuesto tampoco intentaré escurrir el bulto. Mi intención es la de opinar sin saltarme a la torera las opciones hasta ahora bregadas, no pretendo ponerme bravo y meterme en un embolao, ni meter puyazos con el peligro de pinchar en hueso. Solamente tomar la alternativa, capear el temporal y poner un par de banderillas sin mandar a nadie al cuerno. Así que, cambiando de tercio, me pongo el mundo por montera y, ¡Que dios reparta suerte!
Hemos escuchado hasta el momento las alternativas y justificaciones presentadas por las partes en conflicto: rehabilitación, centro de ocio, espacio plurifuncional, aparcamientos, sala de estudios, cesión por 40 años, venta del patrimonio, balneario, mini cines, herencia de nuestros antepasados, venta del subsuelo, ocio para los jóvenes… Pero hemos de intentar ser consecuentes con la acción que emprendemos. En primer lugar tenemos la necesidad de un espacio para el ocio que resuelva –aunque levemente– las carencias de los jóvenes de nuestra ciudad. Del mismo modo también es necesario un espacio plurifuncional con las instalaciones y medidas necesarias para sustituir a espacios tan incómodos, precarios y molestos como son el Pabellón Festero, el Patio Festero o el mismo Polideportivo. Pensemos que en caso de habilitar tal espacio en la Plaza de Toros y siendo este propiedad del Ayuntamiento tendría unos costes de unos cuantos millones de euros para las Arcas Municipales. Pero no podemos dejar de pensar que si además es gestionado por el mismo, tendríamos que dotarlo del personal necesario para su funcionamiento: conserjes, equipo de limpieza y mantenimiento entre otros. Un gasto a todas luces excesivo en relación a los beneficios que tal espacio proporcionaría. Veo por ello necesaria la aportación que supone la venta de parte del edificio, así como la aportación de las empresas que optarán por la concesión administrativa de ciertos espacios –que no consiste en vender, sino en una especie de alquiler por un período de 40 años–.

Queda entonces la cuestión del legado de nuestros antepasados, aquello que levantaron peseta a peseta con sudor y lágrimas y que es orgullo y ejemplo para nosotros y para la juventud. Y no me desentiendo del dolor que causa en muchos la desaparición del conocido edificio, pero lo prefiero a un legado de números rojos hasta tiempos que quizás ni yo, ni la mayoría veamos. Diría que todos los grupos políticos, de todos los colores, han pasado años pensando en qué hacer con la Plaza de Toros, que todos han sopesado las distintas soluciones e incluso han pasado de una a otra. Llegados a este punto y cansados de ver como pasan los días, al final creo que la mejor opción siempre pasa por tomar decisiones y llevarlas a cabo. En esta ciudad creo que ya se siente el cansancio de estar parados, detenidos en cruces de opinión sin dar un paso adelante. Será o no la mejor acción, podremos arrepentirnos o no, pero llega un momento en que no queda más remedio que seguir adelante.

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