Escena 1
- Buenos días, Avelino, ¿cómo le han ido las vacaciones?
- Muy bien, señor Alcañiz.
- ¿Sabe si ha llegado el alcalde?
- Todavía no.
- ¿Podría decirle cuando llegue, que suba a mi despacho?
- Por supuesto, don Juan José.
- Gracias, Avelino.
Escena 2
- En serio, Juanjo: que sabiendo que soy vegano, me traigas a una brasería, no tiene perdón de Dios.
- Es que hacen un solomillo a la reducción de Pedro Ximénez que quita er zentío!
- ¡Qué malo eres imitando acentos! ¡Qué bochorno!
- ¡Y tú qué agrio! ¡Pídete una ensalada y no marees!
- Claro, mientras tú degustas un solomillazo, yo me como una ensalada resobada y, luego, pagamos a medias. Todo en orden. ¿Para qué me has traído?
- Para comer.
- Ya. ¿Y qué más?
- Vale. Quiero que me expliques por qué me habéis quitado la tenencia de alcalde.
- Vale. Porque has hecho lo mismo con el puesto, que conmigo hoy: traes a un vegano a una brasería. Has dado en el clavo con lo que necesita el pueblo, Juanjo. ¡Te has coronao!
- Yo…
- Tú no has tenido filtro, Juan José. Si estuviéramos en Suecia, habrías dimitido.
- Pero estamos en España.
- Claro, por eso te hemos creado una concejalía a tu medida. Así no tenemos que reconocer que no has estado a la altura.
- Eso es muy duro, tío.
- Ya…
- …
- Mira, Juanjo: te iba a hablar de las virtudes de un tomate “corazón de buey”, más conocido como tomate “huevo de toro”. Te iba a decir que, si lo observas bien, es el alimento perfecto para el verano. Te podría intentar convencer de que, si lo analizas, puedes identificar el solomillo, la sangre y los trescientos gramos de carne magra de este tipo de tomate… pero esto es una brasería, sus tomates no son “cor de bou” y yo no tengo mucho apetito.
- ¿Te vas?
- ¿Te molesta?
- No te entiendo…
- El tomate “corazón de buey”, Juan José, sólo se puede encontrar en los comercios locales. No creo que me entiendas. Por cierto: he oído que La Oreja de Van Gogh lo están volviendo a petar.
- ¡Hombreeeee!¡Si está aquí la plana mayor del equipo de gobierno del Muy Ilustre!
- ¡Buah, el Roque!¡Lo que me faltaba ahora!
- ¡Voy un momentico al baño y me siento con vosotros!
- Bueno, Roque, yo me iba ya. Aquí, Juanjito, estará encantao de acompañarte.
- ¡Tú te lo pierdes, alcalde! Ahora vengo, Juanjo.
- ¡No puedes ser tan cabronías de dejarme con el Acevedo!
- Seguro que lo pasas guay, amigo.
Escena 3
- Niña: tráete una botellica de Trabuquero, que el tempranillo que están bebiendo éstos es una puta mierda. ¡Menudos maricones!
- Roque, igual me tenías que haber dicho que iba a venir tu tío.
- ¡Anímate, Juanjo! ¡Ya verás qué risera!
- No estoy muy seguro, la verdad.
- No pierdas altura, Juan José. Nos vamos a partir la caja torácica.
- ¡Esto sí que es un vino con dos cojones! Niña, ponme un tercio… no me mires así, es pa que el morapio no se sienta solo en las tripas.
- ¡Madre mía!
- Los Mano-Cuero tenemos los huevos muy bien puestos. El Roque no. Éste ha salido a la familia de su padre. No sé qué mierda vio mi hermana en tu padre, la verdad. No sabes lo que me pasó el otro día.
- ¿Con mis padres?
- ¿Qué dices de tus padres ni tus padres? El otro día, estaba yo pegando una pellá…
- ¿Una pellá?
- Cagando, hijo, cuando de pronto, empieza una niebla que entraba por la ventana (que a mí me gusta cagar siempre con la ventana abierta, oyes, que yo soy mu mirao pa esas cosas… en invierno y en verano).
- …
- Pues eso, que estaba yo ahí, con la tortuga asomando ya la cabeza y se pone la niebla… espesa… y se empieza a poner verde.
- ¿Verde?
- ¿Es que no lo has oído? ¿Ves como es clavao a la familia de su padre?
- Perdona, tío.
- Pues se pone todo verde y, cuando me doy cuenta… ¡el culo se me estaba despegando del váter! ¡Me cago en la hostia! ¡Menudo atracón!
- Ya te digo…
- Sí, sí… Roque… si me vuelves a interrumpir, ¡te pego un puñetazo que te arranco media cabeza!
- Perdona, tío.
- Siga, siga, señor Mano-Cuero.
- Total, que empiezo a escuchar unas voces en la cabeza… dentro, ¿sabes?… como silofónicas… ¿sabes cómo te digo?
- Más o menos…
- “Terrícola, venimos en son de paz. No vamos a hacerte daño. ¿Te importa que te traigamos a nuestra nave?”. Y yo les dije: “¿No os podéis esperar que termine de estucar el piso?”. Y va y me dice el puto marciano: no te preocupes, no tenemos nariz”… ¡hijoputa el marciano!¡Este se me quiere llevar arrastrando!
- ¡Dios mío!
- Así que, cuando ya se me estaba quedando atrás el pellejo de los huevos en la taza, apreté fuerte el vientre y salió un zurrullo como un niño de tres años. ¡Nena, tráeme otro tercio!
- ¿Quieren ustedes postre?
- ¡Pide mousse de chocolate, Roque!
Escena 4
- ¡Como os lo cuento, tíos! Al tipo se lo llevaron a la nave y, cuando le quisieron meter un tubo por el ojal, pa hacerle pruebas, ¡se lió a mamporros con los marcianos!
- Jajajajajajaja ¡Hostia, el Mano-Cuero! ¡Es el puto amo interestelar!
- ¡Y lo mejor es que dice que le dio el número de teléfono a una marciana que le hacía ojitos!
- Jajajajajaja
- ¡Imaginaos el ADN del pavo en Marte!
- ¡Menuda imagen que vamos a dar los terrícolas!
- Jajajajajajajajajaja
- ¿Ves como, al final, no ha sido tan malo que no hayamos comido juntos?
- ¡Ya te vale, amigo!