Apaga y vámonos

Entre todos la mataron…

¡Alégrense, ciudadanos de Villena, que nos ha tocado la lotería! Se lo digo en serio. ¿O es que no escucharon al alcalde el otro día? Según sus cuentas, hemos ganado algo más de dos millones de euros, así como se lo digo, porque aunque un juez nos haya condenado a pagar 637.000 euros a la anterior concesionaria del servicio de agua, la empresa pedía en su demanda 2.734.000. Qué cierto es eso de que el que no se consuela es porque no quiere…
A falta de conocer el resultado del recurso que ha interpuesto el ayuntamiento ante instancias judiciales superiores, la sentencia en cuestión viene a poner el broche a un despropósito compartido entre tres equipos de gobierno diferentes: el tripartito de Vicenta Tortosa, que hizo una adjudicación tan chapucera del servicio que acabó siendo tumbada por el juzgado; el Partido Popular de Celia Lledó, que tuvo 4 años para, cumpliendo dicha sentencia, proceder al cambio de la empresa concesionaria, cosa que no hizo; y el tripartito (II), de Francisco Javier Esquembre, que ha supervisado tarde y mal el proceso de cambio, como reconoció el propio alcalde la semana pasada. El resultado, una victoria moral en plan Cid Campeador para Antonio García Ágredas, que denunció desde el primer día (y hablamos de 2004) esta adjudicación, y una condena judicial en toda regla que tendremos que asumir los ciudadanos de Villena, como si no tuviéramos bastante con plazas impagadas, piscinas deficitarias, préstamos pedidos para no se sabe muy bien qué y demás insignes operaciones de nuestros diferentes gobernantes.

Decía el alcalde en su intervención que prefería no usar la palabra “culpa”, pero de este modo nos convertimos en culpables (y condenados) los propios ciudadanos, que pagamos de nuestros bolsillos decisiones tomadas por un reducido elenco de personas entre las que hay cargos políticos, funcionarios del ayuntamiento y, por regla general, gabinetes externos de abogados que se supone que cobran por decir al gobernante de turno cómo hacer (legalmente) bien las cosas. No es que pretenda echar a nadie a los pies de los caballos, pero no es de recibo que cosas así sucedan impunemente y los responsables se vayan de rositas, unos porque están protegidos por ese escudo inviolable que implica el estatus de funcionario, y otros porque, dada la proverbial rapidez de nuestro sistema jurídico, abandonan sus cargos años antes de que podamos hacerles pagar en las urnas sus errores administrativos.

Así las cosas, y por mucho que pataleemos, solo nos queda conocer el montante total de la broma y ver de dónde recortamos para pagarla, unos recortes que debería decidir –ya no– el mismo que estaba negociando el apaño de las tarifas y horarios de la piscina y haciendo encaje de bolillos para mantener a flote las cuentas de la Casa: David Molina, que tras ver aprobados sus terceros presupuestos –muy posiblemente, los últimos de este equipo de gobierno– ha decidido marcharse. Económicamente, la legislatura está acabada. Y seguro que David vive desde ahora más tranquilo y feliz. Muchas gracias por tu esfuerzo.

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