Viéndolas pasar

Ética Política

Se supone que la Política y por ende, los políticos, están al servicio de los ciudadanos. Su trabajo debe servir para mejorar el país y esto lo deben refrendar los beneficiarios, el pueblo, en cada cita electoral votando aquel proyecto que más satisfaga sus anhelos, sus aspiraciones y, por supuesto, juzguen mejor para el conjunto del país.
No debería ser la Política un campo de batalla, de lucha por el Poder entre personas individuales, no debería estar la Política, en ningún caso, carente de los valores que tanto tratamos de inculcar a nuestros hijos y que de forma muy resumida, podríamos decir que son la base de la Democracia.

“¡Qué mala es la política!” es una expresión de sobra conocida por cualquier ciudadano, una afirmación que debería dolernos a todos, especialmente a los políticos, puesto que ellos son los que hacen Política y son los que dan un sentido u otro a la misma. Es la Política, en definitiva, un reflejo de lo que son las personas que están en ella.
A ojos de los ciudadanos no todo vale, y cuando el político actúa de esa manera, haciendo del “todo vale” su estrategia, lo termina pagando en su carrera política. No, no todo vale ni en Política ni en ningún otro ámbito de la vida, ni siquiera en las guerras; por muy surrealista que nos parezca, existe todo un Tratado sobre cómo se puede o no hacer una guerra.

El ciudadano, convocado como está a participar en unas elecciones generales en el próximo mes de marzo, no quiere llegar a dicha cita tras haber visto cómo unos y otros han tratado de destruir a su oponente político valiéndose de cualquier retorcido argumento. En un Estado de Derecho como el nuestro, si acabamos con el más elemental de esos derechos, la Presunción de Inocencia, lo que estamos haciendo, en realidad, es acabar con el propio Estado de Derecho, con la Democracia en sí misma y con las más preciadas normas de convivencia. Acabado esto, ¿qué viene después? Me niego a aceptar que esto pueda estar pasando en un país que ha visto cómo salíamos de una dictadura y realizábamos una “Transición” ejemplar. Hemos sido, España ha sido, espejo en el que poderse mirar todos los países del mundo.

No quiero ni mencionar en esta columna los titulares de prensa y algunos artículos de opinión que he leído recientemente sobre personas de Villena que, con más o menos acierto, han representado a la ciudad, sea en la legislatura actual, la pasada e incluso en anteriores. El respeto a nosotros mismos, a nuestra propia ciudad y a su nombre comienza por el respeto de aquellas personas que en algún momento la han representado. Es una cuestión de dignidad y también de humanidad.

Bien entendido el párrafo anterior, me llenaría de gozo ver que la clase política de nuestra ciudad, los que están y los que estuvieron, muestran una Solidaridad acorde a lo que en aquella Junta de Gobierno reza en las actas, a sus votaciones, y lo que es más importante, a la realidad que todos conocemos. Y todo ello sin menoscabo de los derechos que asistan a los demás. Nuestra legislación, nuestros organismos, estoy seguro, tienen procedimientos que aseguran la “no indefensión” de cualquier ciudadano.

Bien explicado todo lo que entrelíneas estoy diciendo, el ciudadano sabrá comprenderlo y sabrá valorarlo. No sé si esto dará votos, lo que sí tengo muy claro es que incrementará el grado de confianza en la Política y, mucho más importante, en los políticos, es decir, en las personas. Ahí es nada.

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