El Ordenanza

Etta James y Muddy Waters

El Ordenanza. Capítulo 93

Escena 1

  • No has dicho ni una palabra en todo el viaje. Estás como ausente.
  • Lo siento, Sira. Estaba pensando en que, tal vez, me he tomado esto de las placas solares como algo demasiado personal.
  • Es posible, sí.
  • Y, viendo el interés que mostraron los concejales en el último Pleno…
  • Estarían primaveriles
  • Sí. El caso es que he decidido dejarme llevar y que lo que tenga que ser, que sea.
  • Me parece una buena idea.
  • No es que no me importe lo que suceda, pero esto me está afectando más de lo normal.
    Es tarde, ¿te quedas a cenar?
  • Si me quedo a cenar, no llegaré antes del toque de queda…
  • Quédate a dormir, entonces.
  • ¿Me estás tirando los tejos?

Escena 2

  • A ver… ¿te gusta el shitake?
  • Adoro el shitake…
  • Pues no se hable más: los salteo con puerro y pimiento italiano.
  • ¿Ayudo a algo?
  • Siéntate tranquilamente en el sofá. Tardo nada y menos.
  • … me sabe mal que tengas que ponerte a cocinar…
  • ¡Oh! ¡No te preocupes! Me relaja mucho.
  • Qué bonito estaba el campo hoy, con la lluvia, ¿verdad?
  • El olor a tierra mojada es uno de mis olores favoritos.
  • ¡Y el mío!
  • Ese aroma, junto al de la hierba recién cortada… ambos son irresistibles.
  • Sí…
  • ¿Ponemos música?
  • ¡Claro!
  • ¿Te sigue gustando el soul? Recibí un single de Etta James el mes pasado y todavía no he podido escucharlo.
  • ¿Single? ¿En vinilo? ¡Eres sorprendente, alcalde! ¿Todavía compras vinilos?
  • Sí. Todavía disfruto con el sonido tostado del surco.
  • Siempre me gustó lo romántico que eres.
  • ¡Qué bien huele ese aceite!
  • Es de la tierra…
  • Se nota.
  • Entonces, ¿quieres que estrenemos el disco?
  • ¡Claro! ¡No se me ocurre mejor ocasión ni mejor compañía!
  • "At last"… siempre me gustó esta canción. Es mágica.
  • Y a mí. ¿Sabes? Recuerdo que, cuando teníamos aquel local, aquellas pascuas, te pasabas horas poniendo la cinta de Etta en el radiocassette de Juanjo. Cada vez que escucho este tema, me viene a la memoria aquella vez que te robé un beso y tú te pusiste roja como un tomate.
  • Y tú me tomaste del mentón, me miraste a los ojos y…
  • … y el tiempo se paró. Las nubes detuvieron su cadente llovizna y todos los universos se centraron en tu mirada.
  • … un aleph, dijiste…
  • … un aleph.
  • Nadie me dijo nunca algo tan especial. Me dio mucha vergüenza. Fue hermoso.
  • Entonces, llegaron todos y…
  • ¿Te apetece que descorchemos el vino que nos ha regalado Jesús?
  • Por supuesto. Lo he dejado en la cava, para que esté a la temperatura ideal.
  • ¿Voy a por las copas?
  • Están en el mueble del salón.
  • Ese salteado huele a gloria bendita.

Y, mientras Sira encamina sus pasos hacia la puerta que separa el salón de la cocina, el alcalde toma su mano y, con un gesto tierno, la invita a bailar.

Escena 3

Las motas de polvo ejecutan mil piruetas sobre la luz solar, filtrada a través de los numerosos troquelados de la persiana de la habitación del alcalde. Sira acaba de despertar y, pese a estar adormecida todavía, es consciente de que está sola en la cama.

Se levanta, sin apenas hacer ruido y se dirige a la puerta. Percibe el olor del pijama que porta, cierra los ojos e inhala para disfrutar de la fragancia, casi neutra, del tejido. Piensa en lo cortés que ha sido su anfitrión prestándoselo para pasar la noche. Sonríe.

Justo en ese momento, la figura del primer edil se dibuja, bajo el marco de la puerta, con una bandeja que sostiene con ambas manos.

  • Buenos días. ¿Te he despertado?
  • No, no. Buenos días. Acabo de abrir los ojos y me he levantado.
  • He preparado tu desayuno, si me lo permites…
  • ¡Por supuesto! Siempre es agradable que alguien se tome esas molestias...
  • Para nada son molestias. Como no sabía qué sueles tomar, he hecho café, zumo, he traído leche de arroz, galletas, cereales, tostadas…
  • ¡Wow! ¡Desayuno continental en casa del alcalde! Me encanta cómo me mimas… puedo terminar acostumbrándome.
  • Tampoco me importaría. Sólo me ha faltado hacerte un par de huevos fritos y bacon.
  • Es justo lo que te iba a pedir… ¡es broma! Jajajaja
  • ¡Menos mal! Ya me estaba poniendo nervioso.
  • En serio, muchísimas gracias. Eres un encanto.
  • No mereces menos.
  • ¿Desayunamos?
  • Sí, claro. Tengo el café en la cocina.
  • Vamos a la cocina, pues.
  • Desde hace años, mientras desayuno, escucho un temazo para empezar el día con buen pie.
  • ¡Una muy buena costumbre!
  • ¿Te apetece elegirlo?
  • ¡Oh, genial!
  • Tenemos gustos parecidos, ¿no? Seguro que lo que decidas es la mejor opción.
  • Espero estar a la altura…  creo que estoy algo desentrenada.
  • Mira, podemos hacer una cosa: mañana, 30 de abril, se celebra el aniversario de la muerte de Muddy Waters. ¿Qué te parece si eliges una canción suya?
  • ¡Perfecto! … a ver que piense…
  • ¡Va, Sirena! ¡No hace falta pensarlo tanto! ¡Jajajajaja!
  • ¡Oh! ¡No me llames por mi nombre, malvado! ¡Sabes que lo abrevio porque me muero de vergüenza cuando me llaman así! ¡Jajajajaja!
  • Es un nombre precioso. Además te pega…
  • Oye, gracias por haber sido tan respetuoso conmigo esta noche. Eres un caballero.
  • Gracias a ti, por no permitir que duerma en el sofá, grácil doncella.

Escena 4 

  • Buenos días, señor alcalde.
  • Buenos días, Avelino.
  • ¿Cómo le fue con la señorita Sira?
  • Es encantadora y, además, tiene un exquisito gusto musical.

(Votos: 5 Promedio: 5)

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