Escena 1
- Señor alcalde, Santiago ha llamado. Tiene fiebre.
- ¿Santiago? ¡Joder! Eso quiere decir que…
- … que estamos a punto de ser confinados.
- ¿Qué hacemos, Avelino?
- De momento, avisar a las autoridades pertinentes y encerrarnos en casa todos.
- ¡Qué desastre!
- Si me permite, señor alcalde, yo hablaría con Carlos: es preferible que la prensa sepa lo ocurrido de sus propios labios, antes que de los de Acevedo.
Escena 2
- ¡Joder, alcalde! ¿Cómo íbamos a saber que Santiago era portador del virus?
- Andrés, no quieras eludir la responsabilidad. No siento el ridículo que hemos hecho. No me preocupa la repercusión política y mediática que nos viene encima, pero sí el número de personas que se pueden ver involucradas por nuestra desafortunada idea de hacernos los guayones con los comerciantes locales.
- Pero, tenemos la obligación de respaldar la economía de la ciudad, ¿no?
- Tenemos la obligación de salvaguardar a nuestros vecinos, tío. La economía sólo son cifras. Imagina lo que puede significar una infección masiva: tu madre, la mía… Clara está embarazada. Imagina que, por una de esas casualidades de la vida, nuestra gente empieza a morir…
- Pero la vacuna ya está…
- Andrés, la vacuna me la suda: hemos pecado de irresponsables y debemos asumir nuestra cagada.
Escena 3
- Si realmente fueras honesto, alcalde, presentarías tu renuncia.
- ¿Me hablas de honestidad? ¿Tienes el cuajo de pedirme mi renuncia cuando tú, Roque, viniste a cenar con nosotros? ¿Te recuerdo el estado en el que te encontrabas?¿Te recuerdo quién iba dejándose la mascarilla por todas partes esa noche?
- Mira, alcalde, puedes decir lo que te dé la gana, pero de cara a la ciudadanía, eres directamente responsable de la propagación del Covid-19 en el pueblo.
- Eres despreciable, Acevedo.
- No, alcalde: soy político.
Escena 4
- Aurora, no puedes ir a visitar a tu padre. Hasta que nos den los resultados, debemos actuar con la máxima cautela.
- Lo entiendo, Avelino.
- Empiezo a estar muy harto de ser posible enemigo de las personas a las que quiero, cariño.
- Esto también pasará.
Escena 5
- Hijo, ¿cómo voy a llevar a tu madre al médico?
- Tranquilo, papá. Ellos saben muy bien lo que tienen que hacer. Seguro que tienen controlado lo de mamá y lo de tus pastillas.
- Por mí no te preocupes: tengo pastillas hasta el mes que viene.
- Sólo tienes que preocuparte de que no te falte comida. Si es así, llámame y haremos la compra online.
- ¿Online? ¡Esto es una locura!
- Sí, papá, pero es lo que tenemos.
Escena 6
- Hola, cariño. ¡Qué bien que me llames desde el trabajo!
- Hola, Clara… no tengo buenas noticias...
- ¿Ha pasado algo, Juanjo?
- No… bueno, sí. No puedes salir de casa, de momento.
- ¿Cómo?
- Se ha detectado un posible brote en el Ayuntamiento y nos han confinado. Hay muchas posibilidades de que dé positivo en coronavirus.
- ¿¿¿Qué???
- Hemos sido unos cuantos. Van a ir a casa para hacerte la prueba.
- Entonces, ¿tú estás infectado?
- No lo puedo decir cierto. De momento, deberemos quedarnos en casa hasta que tengamos los resultados.
- ¿Y el bebé?
- No lo sé, cielo. Esto me sobrepasa…
- Juanjo, ¿tenemos riesgo de perder al bebé?
- Clara, he estado informándome y parece ser que no debe haber complicaciones.
- ¿Y mis padres?
- Los rastreadores harán su trabajo. Imagino que les harán la PCR.
- ¡No me puedo creer que estemos pasando por esto!
- La cosa es complicada, pues estuvimos visitando los comercios de la ciudad y se puede liar bastante parda.
- ¡Te fuiste de cena de Navidad, Juanjo!
- Lo sé…
- ¿Sabes la cantidad de gente que has… que habéis puesto en peligro por hacer los gilipollas?
- …
- Pedís a los ciudadanos que tomen todas las precauciones posibles y, vosotros os las habéis pasado por el Arco del Triunfo… ¡no lo entiendo, Juan José!
- No te enfades, cariño…
- ¿Cómo que no me enfade? ¡Estás diciendo que seguramente te hayas contagiado! ¡Que seguramente me hayas infectado a mí! ¡Y a nuestro hijo! ¿Y tienes el morro de pedirme que no me enfade?
- ¿Crees que no me preocupa? ¿Crees que no me siento culpable por ello?
- ¿Y de qué nos sirve el sentimiento de culpabilidad?
- Imagino que de nada…
- La habéis cagado mucho, Juanjo.
- Lo sé, cariño… lo siento.
- ¿Lo sientes? Si le pasa algo al bebé no te lo voy a perdonar nunca, ¿me oyes? ¡Nunca!
- …
- Entonces, ¿qué se supone que debo hacer ahora?
- Esperar…
Escena 7
Aunque puede sonar típico, dos mil veinte ha sido un año extraño: el mundo se ha detenido por culpa de un microorganismo que nos ha llevado de cabeza desde que apareciera en nuestras vidas.
Gracias a esta amenaza invisible, han quedado patentes las carencias de una sociedad y un sistema insostenible por sí mismo. Si bien, en un principio, aunamos esfuerzos para cortar de raíz el avance de este diminuto enemigo e, incluso, nos pusimos de acuerdo en muchas cosas (no olviden la liturgia de las ocho de cada tarde, aplaudiendo a los que considerábamos héroes que cuidaban de nuestro bienestar), no tardamos en volver a tirarnos los trastos a la cabeza y acrecentar la división entre nosotros.
Hemos sido testigos de lo poco que nos importa el prójimo, aunque nos demos golpes de pecho frente a las frías tallas a las que adoramos, y nos hemos encerrado en los mismos errores que se han repetido en nuestra especie desde el principio de los tiempos.
Desde estas líneas, los personajes de El Ordenanza queremos recordar a aquellos que nos han abandonado y, a los que quedamos en este mundo, les deseamos un feliz año dos mil veintiuno. Esperamos que, realmente, todos queramos que así sea.