De recuerdos y lunas

Franco, ¿ha muerto?

Hace unas semanas reprochaba a unos alumnos el que en su búsqueda documental no hubieran cribado la información encontrada. Interesados por la biografía del autor para dar cuerpo al comentario de texto, recurrieron a Internet, herramienta cómoda que utilizamos demasiado olvidándonos de los libros que siempre nos ayudaron. La búsqueda aparentemente fue fértil porque dieron con alguien que se llamaba igual que el autor del texto pero no apreciaron en lo descubierto que la diferencia entre la fecha de la publicación del texto y la de casamiento del biografiado distaban ciento veinte años. Intuyendo que el autor del texto tendría edad madura cuando lo publicó, más sumando ciento veinte años hasta su boda, hacía sospechar, primero, una longevidad admirable, segundo, que por muchos cuidados que hubiera llevado, como novio estaría un poco pasa. Pero claro, es que a pesar de coincidir el nombre, no se trataba del mismo personaje.

El juez Baltasar Garzón que ha decidido investigar las desapariciones, asesinatos y torturas derivadas del golpe de Estado de 1936, guerra y posguerra ha pedido, lo primero y a saber, los certificados de defunción de Francisco Franco Bahamonde, Emilio Mola Vidal y Gonzalo Queipo de Llano y Sierra. Para los que desconocemos los pormenores del Derecho debe ser esto mero protocolo porque si no, no se entiende la petición. A no ser que Garzón tenga una noción muy optimista de la esperanza de vida en España, que aun siendo de las más altas del mundo no lo es para tanto. De vivir Franco, en diciembre próximo cumpliría ciento dieciséis años. Eso hace desde que vio la luz en El Ferrol. Mola, que nació en 1887, tendría ciento veintiún años. Queipo de Llano, nacido en 1875, ciento treinta y tres. Para Guinness.

Lo dicho, la petición de Baltasar Garzón debe ser puro formulismo porque de aplicar la lógica resulta evidente que los susodichos han de estar muertos. Además, por si le sirve al juez, he leído que Mola murió en 1937, en un accidente de aviación, en Alcocero (Burgos) y que por eso Alcocero se llama Alcocero de Mola. También, que Queipo de Llano dicen que murió en Sevilla, un nueve de marzo de 1951. Su nieta Ana Quevedo Queipo de Llano, en una biografía hagiográfica titulada "Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general" (Planeta, 2001), lo da por muerto. Igualmente, que Francisco Franco murió un veinte de noviembre de 1975 y de esto sí que tengo experiencia personal. Que fue jueves y estuvimos unos días sin escuela y que mucha gente hizo cola para despedirse o para certificarlo con sus ojos y que Carlos Arias Navarro nos lo había dicho entre lágrimas: "Españoles, Franco ha muerto". También, por si sirve al juez, que en 2005, afines al Caudillo –nostálgicos les dicen– evocaban los "30 años de ausencia". Que lo de "Franco. ¡Presente!" es un decir y... Y por ir terminando, pero si el juez necesitara más pruebas yo creo que se las puedo dar, que lo de "Y al tercer año resucitó" fue una broma fallera de Vizcaíno Casas.

Otra cosa –y esto no es broma– es que lastres del franquismo aún pervivan en la sociedad española. Hace tiempo que denunciamos unos cuantos. Por ejemplo, la actitud servil, timorata y pelota hacia el poder. Por ejemplo, el secuestro de símbolos que deberían ser del común de los españoles. Por ejemplo, y este parece ser sino de España, el ver al otro que disiente no como diferente, sino como enemigo.

Esto además de no saber dónde están todos nuestros muertos y necesitar saberlo para que descansen y descansemos en paz.

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