El Ordenanza

Gripe A

El Ordenanza. Capítulo 221

Escena 1

  • Treinta y ocho y medio.
  • ¿Solo?
  • Ya es fiebre, amor.
  • Con lo que me duele el cuerpo, hubiera predicho bastante más.
  • Mejor así.
  • Sí. Toma, póntelo tú, cariño.
  • ¿Me pasas los pañuelos?
  • Sí, claro.
  • Gracias.
  • Lo que más me molesta es que un bichico que ni se ve tenga poder para tumbar a cualquiera.
  • Y llevar en jaque a todo un país.
  • ¿Y por qué Raw y Veda no enferman?
  • ¡Lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie, woof!
  • Sus organismos son diferentes al nuestro.
  • ¡Menudo morro!
  • ¡Yo prrrrefiero que le llames hocico! ¡Mew!
  • ¿Morro y hocico no son lo mismo, wooof?
  • ¡Qué dolor de cuerpo tengo!
  • En un ratito nos hará efecto la pastilla.
  • ¡Eso espero!
  • Seguro que sí, cariño.
  • Eres muy paciente conmigo, Sira.
  • No es nada. Tal vez tú deberías tener más paciencia.
  • Lo sé, pero es que me duele hasta el pijama.
  • No debes regocijarte en el dolor, corazón.
  • No sé… igual me ha pillao un poco flojo…
  • Si quieres, caliento un algo de sopa.
  • No tengo mucho apetito. Noto las anginas como dos great balls of fire.
  • Pues acurrúcate en mi pecho y duerme un ratito.
  • ¿Y luego? ¿Vemos una peli?
  • Han sacado una serie de los de “Viven”.
  • Casi mejor vemos unos capítulos de Mr. Bean, Sira, no sea que Raw coja ideas y se haga un carpaccio con nuestro culo mientras dormimos.
  • ¡Qué cosas tienes, cariño! Por cierto: tenemos que encontrar las mascarillas para ir al Centro de Salud mañana.
  • Creo que están en el armario del despacho.
  • ¡Qué pereza da volver a usarlas!
  • Yo les encontré el punto, ¿sabes? Con el gorro de lana y las gafas de sol, me sentía protegido.
  • Yo lo llevé fatal.
  • Te ha sonado el termómetro.
  • Treinta y ocho con dos.
  • ¡Ja! ¡Te gano!

Escena 2

La casa es de piedra húmeda, vetusta y altiva. La parte derecha la ocupa un torreón acabado en un puntiagudo tejadillo de pizarra oscura. El acceso a la gran puerta de entrada sigue el camino de un viejo puente, que atraviesa el irregular estanque. Siento la necesidad imperiosa de entrar en ella. Al atravesar los gruesos soportales aparece, ante mis ojos, un zaguán que conduce a una amplia habitación, casi en ruinas, donde una cama adoselada ocupa el rincón derecho, justo al lado de una puerta que lleva a una amplia habitación, casi en ruinas, donde una cama adoselada ocupa el rincón derecho, justo al lado de una puerta que lleva a una amplia habitación, casi en ruinas, donde una cama adoselada ocupa el rincón derecho, justo al lado de una puerta que lleva a…

  • ¡ARRRRRGHHH!
  • ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
  • ¡Uffff! Acabo de tener una pesadilla…
  • ¡Qué susto me has dado! ¡Te debo uno!
  • Lo siento, Sira. Creo que la fiebre me ha hecho flipar.
  • Bebe un poquito de agua, amor.
  • ¡Madre mía! He soñado con la Casa Usher o algo así.
  • ¿Sí?
  • Era un edificio que daba bastante mal rollo y, sus estancias estaban en bucle. Yo no hacía más que atravesar puertas que me llevaban a una amplia habitación, casi en ruinas, donde una cama adoselada ocupaba el rincón derecho, justo al lado de una puerta que llevaba a otra habitación igual.
  • ¡Qué agobio!
  • Llevo el corazón a mil quinientos.

Escena 3

  • Pues, para ser la primera comida de Navidad que pasamos con toda mi familia, no fue tan mal.
  • ¿No?
  • Lo superaste con nota.
  • ¡Eso sí que no me lo esperaba!
  • ¿Y eso?
  • Porque tus padres son… ¿conservadurillos?
  • Clásicos, más bien.
  • Precisamente por eso: aparecer sin duchar, sucio, sudado, en chándal y con Veda…
  • Fue mala suerte que no te llevases las llaves de casa cuando saliste a correr por la mañana.
  • Y que el móvil se me quedase sin batería.
  • Y que yo me fuese a ayudar a cocinar a mamá.
  • Y que resbalase en un charco y me pusiera de barro hasta los sobacos.
  • Sí. Hay que reconocer que se acumularon varias circunstancias desafortunadas.
  • ¡Pero si me dejé todos los regalos en casa!
  • … Te habías dejado las llaves…
  • Soy muy flannagan, cariño.
  • No eres flannagan: eres… tú.
  • Flannagan.
  • ¡Ay! ¡No seas bobo!
  • Estabas muy cómico con el traje de papá.
  • Me quedaba un poco grande…
  • Sí.
  • ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!
  • ¡Mpfffffff!

Escena 4

  • Dice que Stephen Hawking aparece en la «lista Epstein».
  • ¿Lista Epstein?
  • Un magnate que organizaba fiestas y orgías con menores en su isla privada.
  • ¡Vaya por Dios! ¿Quién lo diría?
  • Posiblemente sea un fake o algo así.
  • … Imagino que sí, Sira… porque no veo yo la manera…
  • Aquí dice que Bertín Osborne no fue al funeral de Paco Arévalo.
  • ¡Oh!
  • ¡Cagonlamar! ¡Con lo buena pareja que hacían!
  • Ya…
  • Pero, lo que más me sorprende es que no se llamaba Paco Arévalo. ¡Se llamaba Paco Rodríguez!
  • ¡Aquí tiene una avenida!
  • ¿No lo entiendes? ¡Tenemos una avenida con un nombre ficticio!
  • Ponte el termómetro, cariño.

Escena 5

  • Y cuídese, señor alcalde.
  • Gracias, Avelino. Intentaré ponerme bien lo más pronto posible.
  • Y cuide de la señorita Sira, también.
  • Descuide, Avelino. Un abrazo.
  • Recuerdos de Avelino, vida.
  • Qué atento es siempre…
  • Sí. Yo… creo que voy a apagar el móvil. Tengo la cabeza como un tambor.
  • Me parece buena idea, cariño.

Escena 6

  • ¡Tómatelo antes de que pierda las vitaminas!
  • Eso es un bulo, amor. El zumo de naranja no pierde las vitaminas hasta pasadas setenta y dos horas.
  • Bueno, bébelo de todas formas. Te hará bien para la gripe, cariño.
  • Tampoco es cierto. No está comprobado que la vitamina C cure o mejore la gripe. Ya sabes el dicho: «el resfriado, con medicinas, siete días y, sin medicinas, una semana».
  • ¡Pues me lo tomo yo!
  • ¡Nooooo! ¡Jajajajajaja!
  • Anda, bebe.
  • Eres encantador.
  • Y tú.
  • Te quiero.
  • Y yo a ti.
  • Gracias, cielo.
  • De na…
  • ¡JAAAAAA!
  • ¿Qué haces? ¡Qué susto me has dado!
  • Te lo debía. Estabas avisado.
  • Jajajajajajaja. ¡Verás como te pille!

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