Apaga y vámonos

Hagan juego, señores

El gran momento ha llegado. Por fin, después de meses y meses de precampaña electoral, o de campaña pura y dura encubierta, después de años de disputas, discusiones, amenazas, insultos y todo tipo de descalificaciones, de reuniones exaltadas, de plenos bochornosos, de vecinos enfrentados… los políticos se ven obligados a callarse y ceden la vez al pueblo soberano, que será el encargado de poner a cada uno en el lugar que le corresponde.
Ya no hay posibilidad de poner nuevas fichas sobre el tapete y doblar la apuesta; la ruleta se ha puesto en marcha y no hay quien la pare, más aún cuando los jugadores han quemado sus últimas bazas jugándose todo a par o impar, a rojo o negro (imagínense que dije azul, o verde) en una timba que tiene mucho de ruleta rusa, de órdago a la grande, de todo o nada, de juego fuera… no en vano, a muchos les va el sueldo en ello, o la estabilidad en el seno de sus respectivos partidos, es decir, el cargo. Es decir, otra vez el sueldo.

En realidad, los tahúres nos han sorprendido poco en sus últimas manos, ya que las grandes bazas vuelven a ser las mismas de la última partida. Mala señal. La solución al problema de las vías, en un sentido o en otro, sigue siendo la mano más importante, ya que de ella depende el futuro desarrollo de nuestra ciudad. Ahí están las distintas opciones, cada cual que se quede con la suya. Pero de momento ahí están también las vías, y los atascos, y alguna vida menos que hace cuatro años. Hagan algo ya, por favor.

También nos jugamos la baza de la plaza de toros, en la que nada ha cambiado, excepto la publicidad. Hace cuatro años vendíamos con palabras. Ahora, nuevas tecnologías mediante, podemos vender con poderosas imágenes recreadas en tres dimensiones, pero el fondo es el mismo de 2003: rehabilitación o centro de ocio. Apretarnos el cinturón o dejar que sean otros quienes se jueguen su dinero, aunque dándoles todas las facilidades habidas y por haber, eso sí.

En esta partida, como en cualquier otra disputada por tahúres profesionales, habrá que llevar cuidado con los faroles. Saber interpretar cada mirada, cada gesto, para adivinar qué se esconde detrás de algunas apuestas, porque no deja de llamar la atención que anden todos pegándose por ver quién ofrece más metros de polígonos industriales –por ejemplo– cuando la realidad, tozuda, nos dice justo lo contrario, que el único que se ha puesto en marcha en los últimos 20 años ha partido de la iniciativa privada, y que la propia iniciativa privada tiene paralizada por la administración una actuación industrial semejante en otro punto de nuestro término municipal.

Hagan juego, dijo el croupier hace dos semanas. Y no han dejado de hacerlo, sin parar, prometiendo el oro y el moro, haciéndonos creer que ellos, y sólo ellos, tienen en su mano la solución a todos y cada uno de nuestros problemas, como si no los conociéramos ya y no supiéramos que, pase lo que pase el domingo, el lunes volverá a sonar el despertador para traernos de vuelta a una realidad que, por lo general, sigue caminos bien distintos a los planteados por los profesionales de la política, tahúres que juegan con nuestras ilusiones y necesidades y que, una vez recuperen la voz, volverán a ejercerla en régimen de monopolio durante los próximos cuatro años. ¿Apuestan algo?

No va más, señores. La ruleta se ha puesto en marcha y la bola gira impulsada por más de 25.000 villeneros que el domingo por la noche decidiremos dónde se detiene. La suerte está echada.

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