Sociedad

HBO lanza un documental sobre Osel, el niño lama vinculado con Villena

Un documental repasa la vida de Osel Hita, que fue señalado como la reencarnación del lama Yeshe. Creció alejado de su familia, entronizado como un dios, hasta que a los 18 huyó

Apenas era un bebé cuando fue reconocido como la reencarnación de un importante lama tibetano. Corría el año 1986 y sus padres, una pareja de hippies que vivía en la Alpujarra con cuatro hijos más, lo entregaron a los monjes tibetanos, que le entronizaron en la India.

El bebé, Osel Hita Torres, se hizo famoso de un día para otro, la prensa española le dedicó páginas y páginas al exótico niño lama granadino y los budistas le adoraron como a un dios.

El pequeño creció lejos de sus padres y sus hermanos, reencarnado en el lama Yeshe, el maestro que expandió el budismo por Occidente en los años 60, dedicado a estudiar en un monasterio, hasta que a los 18 se hartó. Huyó del monasterio de Sera -cuna del budismo, ubicado en el sur de la India, uno de los refugios del exilio tibetano-, y renunció al nombre de Lama Tenzin Osel Rimpoché. 

Dejó la meditación para intentar recuperar algo de su infancia y adolescencia robadas. Se marchó a Ibiza, donde vivía su madre, y se lanzó a vivir nuevas experiencias. Por primera vez vio a una mujer en topless, todo un shock, según reconoce, y probó el alcohol y las drogas. Veinte años después lo ha contado en una docuserie, Osel, que HBO Max estrenó ayer.

No es la primera vez que rompe su silencio. Hace 13 años ya habló de su dura infancia y de su huida del monasterio. En aquella ocasión confesó que se sentía "desnortado" tras una infancia "llena de sufrimiento". "La infancia es el periodo más importante de la vida porque es cuando se forma la persona, y la mía fue frustrante y llena de sufrimiento. Mi crecimiento se frenó y hay muchos aspectos en los que aún tengo que madurar: convivencia, sociabilidad, conocerme mejor y saber quién soy...", reveló. Entonces tenía 24 años y estudiaba cine en Madrid, donde participaba en protestas contra la guerra de Irak y llevaba una vida anónima.

Una infancia dolorosa

Ahora, a los 37, en el documental dirigido por Lucas Figueroa, Osel abunda en aquellos dolorosos recuerdos y confiesa que se sintió "vendido" por su familia. "Tenía prohibido ver películas, escuchar música o hacer deporte. Solo podía estudiar, y lo hacía hasta 16 horas al día", asegura. Se sentía "huérfano" y asegura que su familia "era una extraña" para él.

En el documental ha hablado del shock que le suponía visitar a su madre en Ibiza, donde le dejaban ir a partir de los 14 años, para regresar luego a la meditación del monasterio. Probó la marihuana e intuyó cómo era la noche ibicenca. Con 18, ya mayor de edad, se mudó permanentemente a la isla. De allí a Madrid, a Canadá o a Suiza. Llegó a vivir en la calle o a trabajar de intérprete en la conferencia de algún maestro tibetano. Tiempo después recuperó el contacto con su familia y tuvo un hijo, Tenzin Norbu, que ahora tiene cinco años.



A pesar de todo Osel no ha renegado del budismo, sigue manteniendo un fuerte vínculo con Tíbet y confiesa que el Dalai Lama le emociona. Da charlas por el mundo y es el fundador de Global Tree Initiative, una comunidad que planta árboles por el planeta (lleva 164.2397 en 59 países) y propugna la creación de un mundo "de paz consciente, sabio y afectuoso, donde las personas respeten y vivan en armonía con los animales y el medio ambiente". También forma parte de la directiva de la Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), una red internacional de centros budistas de estudio y meditación.

Osel, tras abandonar el monasterio

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