De recuerdos y lunas

Hermanas

La asociación es inevitable. Pero todo ha sido feliz casualidad. Es verdad, la concesión de la Medalla de Oro de la Ciudad de Villena a las Paulas ha venido a coincidir con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia para esta Congregación, pero los que hemos seguido de cerca el proceso para la concesión sabemos que antes de conocer lo del Príncipe de Asturias ya se estaba trabajando en Villena para agradecer a las Paulas lo servido. Desde colectivos muy próximos al Colegio, desde personas que particularmente se han desvelado por el asunto y, por supuesto, desde el Ayuntamiento, se venía preparando el crisol para fundir el metal de las gracias. Aquí cabe reconocer a Francisco Montilla, concejal de Bienestar Social, su recepción y labor coordinadora. Y el haber echado el bofe, como me dicen que hace en tantas cosas. Actitud que le honra. Me gusta la gente que trabaja.

El año 1996, el Colegio de Nuestra Sra. de los Dolores cumplió cincuenta años. Entonces tuve la suerte de que se me encargara una conferencia para esbozar la historia de esta fundación debida a la villenense Dolores Aynat Mergelina. Yo estoy muy agradecido a las Paulas. Allí, siendo "cagón", me iniciaron en las disciplinas que más estimo y he apreciado para mi futuro. Porque fue allí donde me enseñaron a leer y a escribir. Tan agradecido como estaba y por los muchos vínculos y estima que siempre ha mantenido mi familia con esta comunidad tenía miedo a no ser lo objetivo que exige nuestro compromiso de historiador. Cuando historiamos somos conscientes de la imposibilidad de conquistar la objetividad plena, pero esta frustración no debe hacernos el bajar la guardia para pretenderla. Así, cribamos la documentación críticamente. Desde la perspectiva de medio siglo quisimos entonces valorar la aportación de esta comunidad a la ciudad, fijándonos en los dos frentes que ocupaban y ocupan sus días: la educación y la asistencia social. Respecto a la primera tarea, la Educación, mucho quedaba por hacer en esa España de una posguerra que fue demasiado larga. El Colegio procuró una formación apreciada por la ciudad, especialmente atendiendo la instrucción de mujeres para labores administrativas en una Villena que se desperezaba para la industria zapatera. No menos había por hacer en el campo de la atención social donde siempre todo es poco. En este ámbito conocimos experiencias que no pudimos contar por discreción deontológica, pero que nos permiten insistir y reiterar en el fuerte compromiso de las Paulas por solucionar los problemas de los más pobres o marginados. Nuestro balance, fue positivo para la Congregación. Por esto ahora nos alegramos de la Medalla.

En toda esta feliz historia de la medalla, sólo nos cabe un baldón. Rosario Belda, mi prima, se abstuvo. Si bien no negando los motivos que habían valorado sus compañeros de corporación. A mí, como al concejal Montilla, me hubiera gustado total unanimidad en este asunto. No sé si han pesado prejuicios ideológicos de siglas. Me parece que sí. También cuando se le concedió la medalla a Soler, algún ingrato votó en blanco. Este país, contra ciertas aprensiones, necesita visitar al psiquiatra. En el libro de Rojas y Prats, "De Villena y los villeneros", se explican con detalles curiosos las seis Medallas de Oro concedidas –o cinco– por nuestros Ayuntamientos hasta antes de ésta. O cinco, porque la que se aprobó para los Reyes nunca, que sepamos, se materializó. Allí, al margen de las medallas oficiales, se ve a la Villena generosa.

Enhorabuena a las Paulas por la medalla. Y enhorabuena a Villena por ser, siempre generosa sí, pero sobre todo agradecida.

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