Escena uno
Son las ocho menos veinte del día veinticuatro de junio del corriente y, mientras Avelino accede a sus dependencias, piensa en que, hace 62 años, justo a esa hora, venía directamente del mundo acuoso de la placenta de su señora madre a tierra seca.
Como cada mañana, recorre uno a uno los pasillos del inmueble municipal, cerciorándose de que todo está dispuesto para comenzar una nueva jornada de trabajo en el Ayuntamiento de la Muy Leal y Fidelísima...
- Disculpe, David...
- ¿Me estás hablando a mí?
- ¡Claro!
- Pero, Avelino...
- ¿Qué creía? ¿Que siempre iba a ser el narrador omniescente que juega caprichosamente con el destino de los personajes de este...? ¿Qué es exactamente esto, David?¿Qué es El Ordenanza?
- Pues... no sé, la verdad... me ha dejado usted un poco... con el culo torcido...
- Sepa que me pareció muy mal que, en el capítulo de la semana pasada, jugase de esa manera con la relación del alcalde y Elisa.
- Avelino, yo...
- Si fuese un buen tipo, les daría una segunda oportunidad a los chicos. Hacen muy buena pareja.
- La verdad es que sí, pero hubiera sido típico que le hubiera sucedido a López o a Acevedo. Había que desmitificar un poco al alcalde, ¿no?
- Quizá pero, ¿pensó en Elisa? La trata usted como a un personaje de relleno, con lo buena persona que es...
- ¡Joer, Avelino! No me regañe más, que es su cumpleaños y le tengo preparado un capitulazo que va a usted querer releerlo cada ocho horas, como los antibióticos.
- Pues, la verdad es que, el principio no tiene mucho fuste: una descripción cotidiana del típico día de cumpleaños del protagonista, en el que todo es anodino hasta que, breves momentos antes de las doce de la noche, todo se llena de magia,
- Pero, ¿cómo puede saber usted todos esos detalles?¡Usted es mi personaje!
- No se altere, David: usted no es, ni tan siquiera, mi creador.
- Sí, eso es cierto. Fue Juan diego el que lo inició todo.
- Además, tiene usted cara de cansado. El turno de noche le está trastornando el sueño.
- La verdad, Avelino, es que estoy esclatao. Menos mal que tengo gente que me cuida mucho.
- ¿Sabe, David? Creo que, por una vez, debe usted relajarse. Duerma, duerma, que nosotros nos encargamos del capítulo.
- ¿En serio?
- ¡Claro, alma de cántaro! Llevamos bastantes semanas como para saber qué debemos hacer.
- Pues, si tiene la fórmula, cuéntemela, por favor.
- Ande, no sea modesto, que El Ordenanza no es un panfleto.
- Gracias, hombre. Intento que la cosa tenga su sabor.
- Pues ahora relájese. Confíe en nosotros. Descanse.
Escena dos
- ¿Qué hacemos ahora?
- Es que, le tenía que haber visto la cara. Se quita horas de sueño para darnos vida, Señor Alcalde.
- ¡Pues con la mía se está luciendo!
- ¡No se lo tenga usted en cuenta, hombre! Le parecería gracioso o tendrá pensado algún tipo de resolución para su relación con Elisa.
- ¡Pues vaya gracia! Imagine que le pone a usted y a Aurora en una tesitura así...
- ¡Quite, quite! El caso es que, me he comprometido a sacar este capítulo adelante y, por eso he convocado esta asamblea.
- ¿Qué hacemos?
- Creo que podemos hacer algo diferente. ¿Alguien sabe lo que le gusta a este muchacho? Juanjo, tú que estás con él desde el principio. ¿Alguna pista?
- Por las pintas que tiene, creo que le gusta bastante el rocanrol.
- Es rockero y rojo.
- ¡Acevedo, coño! ¡Siempre sacando punta de todo!
- El que saca punta es él, que no nos pasa una a los democristianos.
- Se le ve el plumero un poco, sí, pero es que le dais pie...
- ¡Venceréis, pero no convenceréis!
- Abuelo, ¿se ha tomao la pastillita hoy?
- ¿Qué pretende decirme, joven? ¡Soy Don Miguel de Unamuno y Jugo! ¡Debería mostrar más respeto!
- ¡Santiago, por favor! ¡Un respeto a los grandes! No se altere, Don Miguel. La juventud de hoy está perdida...
- Ya veo, ya...
- Dejaos la política, que perdemos el oficio trabajando.
- ¿Hacemos un crowfunding y montamos un concierto de DrVulcano para el final del capítulo? ¡Hay que apoyar a las bandas locales!
- Eso supondría que él tocase, con lo cual, lo pringamos y, de lo que se trata es que descanse.
- Sí, de este capítulo nos encargamos nosotros.
- Oye, ¿habéis pensado en algún temazo de esos que casca él al final de cada capítulo? Igual eso nos ayudaría...
- López, no empecemos la casa por el tejado. Lo que debemos conseguir es que, utilizando nuestros talentos (el que tenga), hagamos más o menos las mil palabras que escribe en cada capítulo.
- ¡Podemos hacer una corrida de toros!
- ¡Ya están los de la Peña Taurina metiendo la pezuña! ¿No ves que está en contra?¡Parece mentira que seáis personajes suyos!
- Y, ¿qué pasa si son menos palabras?
- Pues me imagino que nada pero, ya que estamos, vamos a cumplir unos sanos límites.
Escena tres
Amigo lector, mi nombre es Avelino Rodríguez y hoy es mi sexagésimo segundo cumpleaños. Realmente, hace unos diez desde que soy el hilo conductor de este relato y, exactamente cincuenta y dos semanas desde que aparecí por primera vez en las páginas de El Periódico de Villena,
Ha sido un año muy movidito. Nada que ver con la predecible rutina de un ordenanza al uso. Me han pasado muchas cosas, desde ver casar a mi hija Anna a pasar miedo en el capítulo del puente de Todos los Santos y, ahora, escribir el último párrafo de este capítulo.
Antes, en la asamblea, hemos decidido que, siendo mi cumpleaños, pida un deseo...
No sabía muy bien qué pedir pero, al final, me he decidido por algo muy sencillo: que sigan ustedes leyendo nuestras andanzas, que comenten nuestras historietas y que compartan con sus amistades este experimento con gaseosa que, jueves tras jueves, se presenta en sus dispositivos electrónicos. Gracias.