El Ordenanza

Historia de una escalera

El Ordenanza. Capítulo 228

Escena 1

  • ¡Qué bien huele la escalera! ¡Y qué limpia!
  • Yo… le pongo empeño.
  • La empresa que limpiaba hasta ahora era un poco… dejada. Nada que ver con cómo luce ahora.
  • Muchas gracias.
  • Gracias a ti.

Escena 2

  • ¡Buah, Gabriela! ¡Qué calor das!
  • Lo siento, cariño. La luna llena… ya sabes…
  • ¿Y no hay ningún remedio para la licantropía? No sé, una infusión de acónito o algo…
  • ¿Es que quieres matarme?
  • No, cariño, pero te podías tomar un traguico de matalobos, como el profesor Lupin de Harry Potter.
  • ¿Y por qué no me disparas una bala de plata en el corazón? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?
  • No te enfades, cariño. Lo que pasa es que, con tanto pelo, irradias un calor que no me deja dormir.
  • Puedes quitarte el pijama.
  • Vale, pero la parte de arriba no, que si me destapo puedo coger anginas.
  • Pareces un Looney toon.
  • ¿What?
  • Los Looney toons visten solo la parte de arriba…
  • ¡Oh! ¡Jejejeje!
  • ¿Estás mejor así?
  • Mucho mejor, gracias.
  • Buenas noches, cariño mío.
  • Buenas noches, mi cielo.
  • ¿Qué será ese ruido, Andrés?
  • ¿Qué ruido?
  • ¿No lo oyes?
  • No, Gabri. Debe ser el viento.
  • Es como… algo mecánico. Como un reloj acelerado.
  • Intenta dormir.
  • Andrés.
  • Dime, amor.
  • No creo que pueda dormir con ese grillo en mis oídos.
  • No sé, cariño. Prueba a pensar en otra cosa…
  • ¡Mmmmpfffff!
  • ¿Qué?
  • Me voy a levantar a ver de dónde viene.
  • ¿En serio?
  • Así no creo que pueda pegar ojo.
  • No te preocupes, amor, ya voy yo.
  • ¡Pero si no lo oyes!
  • Pues vamos los dos, ¿vale?

Escena 3

  • Por aquí suena más fuerte.
  • Creo que es el temporizador de la luz de la escalera.
  • La luz del rellano está encendida.
  • Vamos a ver.
  • ¿En serio vas a salir así?
  • Solo será un momento. Además, ¿quién va a bajar por la escalera a estas horas?
  • Efectivamente. La chica de la limpieza debió dejar el temporizador fijo, para poder limpiar con luz. ¡Brrrrrr! ¡Qué aire corre por aquí!
  • A ver si vas a coger frío, amor.
  • No te preocupes, Cuchufleta.
  • Sí me preocupo, Cuchi-cuchi. No quiero que te pongas malo.
  • Esto está muy alto. Voy a por el taburete.
  • Bueno, tal vez si me aúpas un poco…
  • Vale. A la de una, a la de dos y a la de…

¡BLAAAAMMM!

  • ¡Hostia! ¡La puerta!
  • ¿Y qué hacemos ahora?
  • Hemos de llamar a un cerrajero.
  • Tenemos los móviles dentro, Andrés.
  • ¡Vaya contrariedad!
  • Igual podemos abrir la puerta con una tarjeta de crédito.
  • Están dentro.
  • ¡Joder!
  • A ver… ¿Qué haría McGyver en una situación así?
  • Yo es que era más de Candy, Candy…
  • ¡Una radiografía!
  • ¿Really?
  • Pensemos una solución viable, cariño. Siempre podemos llamar a un vecino y…
  • Gabriela, no llevo calzoncillos.
  • Pues te escondes.
  • ¿Dónde?
  • No sé… en la escalera.
  • ¿Y cómo explicas que yo no esté en casa a estas horas?
  • ¡Ay! ¡Que estoy muy nerviosa!
  • ¡Y yo congelado!
  • ¿Tu madre no tenía una llave?
  • Sí, pero no voy a ir a casa de mi madre con estas pintas.
  • Ya, pero puedo ir yo.
  • ¿A casa de mi madre?
  • Sí. Soy su nuera.
  • ¿Transformada en loba y con el pijama de Hello Kitty?
  • ¡Es una urgencia, Andrés!
  • Sí, eso sí…
  • Piensa que los licántropos somos muy veloces. En media hora estoy aquí con la llave.
  • ¿Y yo qué hago mientras tanto?
  • Esperarme aquí, ¿qué si no?
  • ¡Pero me voy a morir de frío!
  • Da saltitos para entrar en calor, Cuchi-cuchi.
  • Espero que, el panadero del quinto, no baje por la escalera. ¡Qué situación tan embarazosa!
  • Lo único que tienes que evitar es sentarte en el suelo.
  • ¿Por qué?
  • Porque con lo frío que está el terrazo, se te van a quedar las nalgas como dos Calippos.
  • Verdad irrefutable.
  • ¡Va! Marcho ya y así, estaré de vuelta cuanto antes.
  • Vale.
  • Regreso en un rato.
  • No tardes.
  • Te quiero.
  • Y yo a ti.

Escena 4

  • ¿En serio no has podido convencerla de que no viniese?
  • Con el susto que se ha llevado la pobre cuando me ha visto transformada y lo marimandona que es, cualquiera le discute a tu madre, Andrés.
  • ¡Pues menuda me espera!
  • ¡Hijo, te he preparado una infusión de tomillo con miel, que debes estar a punto de pillar una pulmonía!
  • Gracias, mamá.
  • Por cierto, Gabriela, los armarios de la cocina están hechos una lobera. Mañana a primera hora nos ponemos a limpiarlos.
  • ¡Mamá, no registres!
  • ¡Tú te callas! ¿A quién se le ocurre salir al rellano como el Pato Lucas?
  • Carmina, mañana tenemos que ir al Ayuntamiento…
  • ¡Ni Ayuntamiento ni Ayuntamienta! ¡Mañana a primera hora nos ponemos a limpiar la cocina!
  • Sí, mamá.
  • ¿Te tomas la infusión que se te va a enfriar?
  • ¡Es que está quemando, mamá!
  • ¡Hay que ver qué flojo me has salido, hijo! ¡No me extraña que la loba esta te tenga sometido!
  • ¡Oiga!
  • Cariño, loba eres.
  • ¿Te vas a poner de su parte?
  • No, no, Cuchufleta.
  • ¿Ves como te tiene? ¡Calzonazos, que eres un calzonazos!
  • Bueno, descalzonazos, más bien, mamá.

Escena 5

  • Buenos días, Avelino.
  • Buenos días, señor alcalde.
  • ¿No habrá visto usted a Andrés?
  • Hace un rato ha llamado la señorita Gabriela para informar de que el señor López está indispuesto.
  • ¿Indispuesto?
  • Textualmente me ha dicho que «tiene las anginas como dos pelotas de relleno».
  • ¡Vaya por Dios! ¿Y Gabriela?
  • Me ha dicho que también iba a ausentarse hoy.
  • ¿Ella también ha caído enferma?
  • No me ha dado explicación, señor alcalde. Imagino que se habrá quedado cuidando de don Andrés.
  • Son muy buena pareja.
  • Lo son, señor alcalde. Lo son.

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