El Ordenanza

Hour for magic

El Ordenanza. Capítulo 62

Escena 1

Son las seis en punto de la tarde del último jueves del mes de septiembre. La nerviosa algarabía de los niños contrasta con el lento crecer del verdoso césped del parque. Gritos, carreras, risas y saltos se mezclan con el típico viento, a veces molesto, que suele correr del este en esta época del año.

El algodón de unos pantalones tejanos se posa sobre la áspera madera del desgastado banco, ese que se sigue pudriéndose al lado de la fuente, que ya nunca sacia la sed del sediento. El dueño de los jeans porta un maletín de piel muy antiguo, como esos que llevaban los profesores de universidad de los años noventa. Su vestimenta no está sujeta a ningún tipo de modas, aunque desprende un aire de cómoda seguridad.

El extraño extrae, torpemente, un pequeño laptop del portafolio y, asentándolo en sus rodillas, presiona ese botoncito que lleva un círculo con una rayita en la parte superior, el cual se ilumina cuando el aparato se conecta.

  • ¿Por qué no llevas puesta la mascarilla?
  • ¡Oh! Perdona, pequeña... es por la falta de costumbre. Tienes razón. Me la pongo ya...

Y, casi mecánicamente, introduce una mano en el maletín, saca una mascarilla FPP 95 y se la ajusta detrás de las orejas.

  • Son realmente incómodas, ¿no crees?
  • Sí, pero todos dicen que es la única manera de estar a salvo del coronavirus.
  • Sí, todos lo dicen... por eso hay que hacer caso.
  • Hoy me ha traído mi abuelito a jugar.
  • Lo sé. Avelino, ¿verdad?
  • Sí. ¿Cómo lo sabes?
  • Sé muchas cosas, como que tú te llamas Laura.
  • ¡Oh! ¡Es cierto! ¿Eres adivinador?
  • No, chiquita, soy... una especie de mago.
  • ¿Mago? ¿Como Merlín?
  • Más o menos, sólo que yo no llevo báculo.
  • ¡Jajajajaja! ¡Báculo!¡Qué palabra tan graciosa!
  • Sí, jajajaja.
  • Bá-culo... bá-culo... bá-culo...
  • Bá-culo... bá-culo... bá-culo... ¡es como un mantra!
  • ¿Qué es un mantra?
  • Es una palabra que se repite muchas veces para ayudar a meditar.
  • Mi mami hace meditación.
  • ¿Y no la has escuchado nunca repetir algo muchas veces?
  • A veces dice “om”... “om”...
  • Pues eso es un mantra.
  • Y... ¿tú conoces algún mantra?
  • Muchos, pero tengo uno que me gusta más que el resto.
  • ¿Me lo enseñas?
  • Jamonjamonjamonjamonjamonjamonjamonjamonjamonjamon.
  • ¡Es muy divertido!
  • ¡Sí!
  • Pero... ¿realmente para qué sirve meditar?
  • Para relajar el cuerpo y vaciar la mente... creo...
  • ¿Cosas de mayores?
  • Igual sí.
  • Los mayores hacéis unas cosas tan raras a veces...
  • Sí, ¿verdad? A veces somos muy ridículos.
  • Raros.
  • Sí, raros.
  • Oye, ¿qué llevas en la bolsa?
  • Llevo mis cosas.
  • ¿Cosas de magia?
  • Entre otras cosas.
  • ¿Cómo unicornios y esas cosas?
  • Bueno, unicornios... lo que son unicornios... ahora mismo no llevo encima pero, tengo algo que te puede gustar tanto o más que un unicornio.
  • ¡Pues ya me tiene que gustar, porque estoy “in love” con los unicornios!
  • ¿Conoces a Pegaso?
  • ¿Quién es?
  • Es un caballo blanco y alado que ayudó a Perseo a vencer a los Titanes, con la cabeza de Medusa...
  • ¡Pobre Medusa!
  • Pues sí... tuvo una historia muy triste, la verdad.

La mano derecha del hombre se sumerge en la inmensidad del maletín y, mientras rebusca dentro, saca la lengua por un lado de la boca, en un gesto bastante gracioso.

  • ¡Aquí está!
  • ¡A ver!
  • ¡Mira!
  • ¡Oh! ¡Sólo es una figurita de Pegaso!
  • ¿Realmente lo crees así?
  • Es lo que has sacado.
  • ¿Crees en la magia?
  • Cuenta hasta tres y... ¡Sopla!
  • Uno... dos y... ¡tres!
  • ¡Sopla fuerte!
  • Ffffffffffffffffffffff
  • ¡CRECE!

Escena 2

  • Ven despacio. Es un animal muy asustadizo.
  • ¿No me hará daño?
  • Te aseguro que, en este momento, él tiene más miedo que tú.
  • Pero si yo no quiero hacerle nada malo...
  • Ni él a ti. Acércale la mano aquí, al cuello.
  • ¡Es súper suave!
  • Sí... ¿Te atreves a darle una zanahoria?
  • ¿Puedo?
  • ¡Claro que sí!
  • Pero no tengo zanahorias aquí...
  • Anda, mete la mano en el maletín.
  • ¿Seguro?
  • No tengas miedo, de veras. Igual debes llevar cuidado con los cocodrilos del Nilo que hay justo en el bolsillo de al lado...
  • ¿Cocodrilos?
  • ¡Es broma, mujer! ¡Eso sólo pasa en Valladolid!
  • ¡Vale!
  • Buenas tardes.
  • Muy buenas tardes, Avelino.
  • Pegaso... no estará usted abusando de su poder, ¿verdad?
  • Tiene usted una nieta maravillosa.
  • Lo es.
  • ¿Le permite que dé una vueltecita en Pegaso, Avelino?
  • ...
  • ¿Quiere ir con ella?
  • Yo...
  • Ande, no sea niño, Avelino. ¡Aproveche que no va a ver un santo con tantas luces!
  • No sé si debería...
  • Nada se lo impide. No tema, no voy a permitir que les pase nada. ¿Confía en mí?
  • No me queda más remedio, David.

Y la impresión de la subida hace que nuestro personaje apriete los muslos en su montura y asegure a la pequeña en su regazo. La perspectiva desde la altura es infinita. Sobre aquella masa de tierra que rota sobre su eje, todo es relativo. La percepción puede variar según los reflejos solares y tornar en delicados tonos anaranjados el horizonte que se extiende ante sus ojos, entre el aleteo del caballo alado. Respira.

Son las siete en punto de la tarde. Avelino se despide de mí y yo rozo el pad de mi portátil para que el puntero se detenga en el icono de disquette, que anuncia que puedo perder mi trabajo si no guardo.

¡Click!




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