El Volapié

Indecencias

Siempre se ha dicho lo mucho que ganan los toreros, aunque en realidad no siempre se cumple. De los doscientos espadas que forman la categoría de matadores de toros, es posible que no puedan vivir de su arte ni dos docenas de matadores. Empezando por José Tomás, de quien se dice que cobra doscientos mil euros por torear en las plazas de segunda categoría, llegando hasta el último que sea capaz de firmar quince contratos, el resto va pululando por el escalafón esperando a que lleguen las fiestas de su pueblo o el cartel agosteño en la plaza portátil del pueblo vecino. Exceptuando al grupo intermedio, los extremos se antojan indecentes, pues nadie es tan grandioso ni tan nefasto.
Indecente es que el salario mínimo de los trabajadores sea de 624 euros al mes y el de los diputados de 3.996 euros al mes, pudiendo llegar con dietas y otros complementos a casi el doble; o que la retribución de un catedrático resulte inferior a la de un concejal de tercera, en muchas ocasiones.

¿Qué les parece que los ciudadanos de a pie tengamos que cotizar treinta y cinco años para percibir la jubilación y que a los diputados les baste con siete años? Además comparen estas pensiones con las de las viudas, huérfanos y otros humildes sectores de la sociedad. Parece razonable que deba existir una diferencia, pero tanta es indecente. ¿Qué es eso de que a los ministros les baste jurar el cargo para cobrar la pensión máxima? ¿No les parece indecente que únicamente los diputados estén exentos de tributar un tercio de su sueldo en el IRPF? ¿Qué opinión les merece, queridos lectores, que nos oculten sus privilegios y prebendas (sustantivo femenino que significa ganga, inmunidad, sinecura, poltrona, enchufe, momio, chollo, bicoca…) mientras la sociedad a la que deberían servir se halla sumida una crisis sin precedentes? Aun sin crisis, toda esta reata es indecente para los que se declaran representantes del pueblo.

Que algunos futbolistas cobren millones por practicar un deporte puede parecer indecente; que algunas mujeres cobren un pastón a cambio de sexo en los jardines de las delicias puede parecer indecente; que la astronómica Leire Pajín considere que la dimensión cósmica de ZP carece de parangón puede parecer indecente; que los consejeros delegados de sociedades de capital privado se forren de fondos e incentivos puede parecer indecente; que el fenómeno José Tomás o el pobre Niño del Chinche ganen casi todo o casi nada por jugarse la vida en un ruedo puede parecer indecente…

Que muchos más de la mitad de los españoles en edad de votar hayamos decidido no asomarnos a las urnas, les parece indecente. ¿Deberían quedarse sin ocupar el cincuenta y cuatro por ciento de los escaños? ¿Qué nivel de abstención tendría que darse para que las elecciones resulten inválidas?

Muchas cosas pueden parecer indecentes, pero en estos tiempos de penuria para muchas economías, la tremenda desproporción y la desigualdad manifiesta entre los ratios para el cálculo de los salarios y pensiones de los mandatarios y los administrados me parece lo más indecente.

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