De recuerdos y lunas

Jamás

Nunca digas nunca jamás. Pero lo digo. Porque aquel martes se me atragantó la mañana cuando Carlos Prats, Director de aquí, me llamó al Instituto para decirme que mi hermana estaba en portada. Por huelga de hambre. Reclamando a Consellería el fisioterapeuta prometido para el Colegio. ¿Yo?... Jamás. Porque la Consellería que más conozco, la de Educación, es capaz de dejarte morir. Ni un boquerón en vinagre me jugaba por dicha Consellería. Ni un pistacho. Muchas horas he pasado en la Delegación Territorial de Alicante, calle Carratalá 47, para poder fiarme de sus responsables.

Largas y largas es la consigna que impregna desde la instancia para reclamar unos méritos hasta, qué se yo, el papel del váter. Mis peores momentos con la administración, con cualquier administración, dígase hasta la de Hacienda, los he pasado en Educación solicitando, por ejemplo, la contabilidad de años de trabajo que ellos me habían pagado, volviendo a entregar el papel que mil veces había entregado... Informándoles por enésima vez de lo que ellos saben: Que trabajo equis años para ellos y ellos, que son los que me han pagado durante todos esos años, parece que no lo saben. Y se lo tengo que demostrar con papeles que ellos me dan. Ni los hermanos Marx. Ni aquellos dibujos de Astérix y las doce pruebas. Jamás, jamás haría lo que mi hermana directora ha hecho porque son muy capaces de dejarte morir.

Pero más allá de lo personal del caso, el caso me ha servido para consolidar mis posturas ante determinadas cuestiones relacionadas con la Enseñanza. Aquí, más allá de lo del fisioterapeuta y los ocho niños pendientes de atención, la de la tan cacareada integración del alumnado discapacitado física o psíquicamente con la que sindicalistas y psicopedagogos de la cosa se vanaglorian. Sesudos tratados de psicopedagogía, algunos, hablan de la importancia de que alumnos con deficiencias no asistan a centros especializados porque esto supone marginarlos. Como en leprosería.

Me cago en ellos. Y es hora de desvelar verdades. Es hora de que los padres de los niños afectados lo sepan. En muchos casos, lo de la integración en centros "normales" es una tomadura de pelo. Al no cubrirse el mínimo de necesidades. Con la excusa de la integración y de evitar a los chicos un supuesto apartheid, los meten en un campo de concentración. Experiencias he tenido de alumnos con dificultades que podrían haber sido atendidos mucho mejor de lo que yo les pude atender si hubieran estado en un centro especializado. Una vez tuve uno, con síndrome de Down, que me mataba todos los días varias veces al día. En la clase y por los pasillos. Porque su vídeo de cabecera era el de Chucky, "El muñeco diabólico". Y cada vez que le apetecía me sesgaba, haciéndoselo en su cuello, mi cuello. También se cagaba encima. En clase. Alguien, aquel curso, consiguió enseñarle a subir las escaleras. Si soy cruel en la descripción, es la realidad. La dura realidad de un engaño, porque aquel chaval –¡joder y rejoder!– podría haber progresado más en manos especialistas. Aquí la mentira que decíamos de la integración. ¿Quién se integra mejor en una sociedad sino quien está atendido para desarrollar todo lo que pueda sus capacidades?...

Lo que contábamos sucedió en un contexto de adolescentes topos que siempre minan por donde está más blando. Era un cuarto curso de la ESO y tenía que enseñarles durante tres horas semanales Historia Contemporánea Universal, de España y Arte. Con un tema cero que "resume" desde el origen del hombre hasta el descubrimiento de América. Aquí queda eso de la puñetera ESO.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba