Vida de perros

La abstención

Dados los resultados de los últimos comicios celebrados, dadas las diferentes interpretaciones desde cada ámbito territorial (municipal, regional, nacional y, menos pero también, europeo), dados los datos y los análisis, me temo que cualquier cosa ha cobrado mayor importancia que el amplio porcentaje de abstención. Cabría hablar también del voto nulo y del voto en blanco, pero sin lugar a dudas es la abstención a la participación en las urnas la que de forma contundente ha vuelto a sobresalir frente a cualquier otra opción. Pero la abstención resulta una elección sobre la que nos abstenemos de comentar de forma seria.
Que más de la mitad de la población no haya participado en unos comicios no quiere decir nada. Bueno, algún partido político ha achacado sus malos resultados a la abstención, viéndolo como una postura de voto de castigo (claro, la irritación con su actuación lleva a la abstención como voto de castigo, porque ¡claro que nos apoyan!, luego si no nos votan ¿a quién van a apoyar?). Podemos encontrar más posturas: si no has ido a votar, no te quiero oír luego quejarte, no voy a consentir luego que opines acerca de “todo lo malo que nos llega desde ahí arriba”; que “no ejercen su derecho a voto por vaguería, por desinterés, por falta de compromiso, y así nos fastidian al resto” –quien lo dice no considera, por supuesto, que en caso de votar lo hicieran a favor del partido contrario al suyo–. Sin embargo quizás sería de chiste si emplazáramos a alguna de estas voces a sentarse y poner en la mesa sus conocimientos sobre el partido al que acaba de apoyar (sin aceptar además razones del tipo “para que no gobierne el otro”). Aunque no todo queda ahí: si usted, querida persona, no acudió a las mesas electorales, igualmente puede recibir una represalia en el sentido de “pues si no has votado entonces tu voto ha ido a… tal partido (generalmente alguno que se supone que odias)”. Bueno, tampoco hay que ponerse borde y mirar las cifras alcanzadas por el partido que defiende quien te ataca. Porque quizás entonces, con números y letras, puedas demostrarle que su voto sí ha sumado en dicho partido.

La abstención, la de la mitad de la población, debería ser mucho más preocupante que el crecimiento de votos de cualquier partido –siempre que no sea una opción que defiende abiertamente la xenofobia y la esclavitud–. La abstención, lejos del voto por simpatía, puede deberse a la falta de información, la ausencia de compromisos u objetivos de los partidos concursantes: de argumentos para que algo deje de ser fantasía y pueda ser real. La abstención es también una muestra de disconformidad, en este caso, con el mismo sentido de Europa que nos imponen. Y es muy triste que si de dos una parte no quiere, que si de mil hay quinientas vidas que no quieren, de un millón medio…, que unos cuantos millones de personas tengan que hacer lo que dictan los otros cuantos millones. Creo sinceramente –sin que me tengan que tildar de antisistema o antieuropeo– que una abstención del cincuenta por ciento en unos comicios debería obligar estatutariamente a replantear el qué y el cómo.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba