El Ordenanza

La basura (Una historia para no dormir)

El Ordenanza. Capítulo 264

Escena 1

  • ¡Para el camión!
  • ¿Qué?
  • ¡Lo que has oído! ¡Que pares el puto camión o te meto un tiro!
  • ¡Eh, eh, eh, eh! ¡Estoy haciendo mi trabajo!
  • ¿A las cinco de la mañana?
  • A las horas en las que no se interrumpe el tráfico.
  • ¿Es más importante que interrumpas el tráfico que el descanso de los vecinos del barrio todos los días?
  • ¿Y a mí qué me cuenta? ¡Yo soy un mandao!
  • ¡Un mandao que me despierta a los nietos a las cinco de la mañana! ¡Para el camión!
  • ¿Y crees que lo hago por gusto? Es vuestra basura la que recojo.
  • ¡SILENCIO!
  • ¡ASÍ NO SE PUEDE DORMIR!
  • ¡SHHHH!
  • ¡SILENCIO O LLAMO A LOS GUARDIAS!
  • ¿Ves? ¡Ya tenemos a todo el barrio en vela!
  • ¡Yo solo quiero hacer mi trabajo!
  • ¡Para el camión, he dicho!
  • ¿Pero qué haces con la escopeta, Germán?
  • Avelino, que este desgraciao me despierta a los nietos cada vez que pasa a recoger la basura.
  • ¡Baja eso, hombre! Las armas las carga el diablo y las disparan los necios. Y tú no lo eres, amigo. Seguro que podemos llegar a un entendimiento.
  • ¡Eso, eso! ¡Baje el arma y llegamos a un entendimiento!
  • ¿Entendimiento? ¡Cago en Sos! ¡Para el camión o te meto una perdigoná!
  • ¡Germán, no seas bruto! ¡Dame la escopeta antes de que ocurra una desgracia!
  • ¡Avelino, no me jodas y quítate de enmedio! ¡Esto hay que resolverlo como los hombres!
  • ¡Germán, no hagas tonterías! ¡GERMÁN!

¡BANG!

Escena 2

Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip… Bip…

  • Está estable, pero no conviene que sea molestado. Hemos podido extraer todos los perdigones. Por suerte, ninguno ha perforado ningún órgano importante y, probablemente, en unos días podrán marchar a casa.
  • Gracias, doctor. Yo… no sé cómo agradecerles…
  • Tranquila. Solo cumplimos con nuestro deber. Ahora, déjelo descansar y descanse usted también. Vaya a casa, métase en la ducha e intente conciliar el sueño. Es lo mejor para todos.
  • Sí, eso haré… aunque dudo que pueda pegar un ojo.
  • Inténtelo. Para lo que quiera, esta es mi tarjeta. Aquí está mi número personal.
  • Gracias, doctor…
  • No se preocupe, Aurora: Avelino está bien y estará atendido y cuidado.
  • Gracias.

Escena 3

  • Avelino. Buenos días, Avelino.
  • ¿Qui… quién es?
  • Soy Pedro, el chico al que salvó la vida el otro día. ¿Cómo se encuentra?
  • ¡Oh! Podría decirle que me hubiera encantado conocerle en otras circunstancias.
  • Lo siento… Venía a darle las gracias por lo que hizo por mí. Si no llega a ser por usted…
  • No tiene usted nada que sentir, Pedro. Germán es muy bruto, pero no es mala persona. Lástima que haya sucedido este desgraciado accidente.
  • Le he traído unas flores y…
  • No tiene usted que molestarse…
  • … Si me permite, Avelino, me gustaría leerle un cuento en agradecimiento.
  • ¿Un cuento?
  • Verá: la gente que vive de día, normalmente, nunca es consciente de que hay gente que dormimos. Así que, como trabajo de noche y normalmente no puedo dormir de día, escribo.
  • ¡Oh!
  • Y esta semana, con la movida del tiro y los nervios y todo… he escrito más que he dormido.
  • Debe descansar la mente también…
  • Escribir me relaja… ¿Quiere que le lea?
  • Por supuesto.

Escena 4

Hace unos cincuenta o sesenta años, había un pueblecito en el sureste en el que nadie reciclaba. La basura se recogía todos los días excepto el sábado. Cuando la gente iba a la compra, solía llevar sus propias lecheras, sus propias garrafas para el vino y los cascos de las botellas vacías de cerveza y soda. Al hacer el cambio de estos envases vacíos por otros llenos, el consumidor era premiado con un descuento en el montante de su cuenta. La cosa era fácilmente sostenible. Los domingos, en verano, iban a la playa y se llevaban sus fiambreras de aluminio. El mar estaba bastante limpio.

Lo que no podían imaginar los habitantes de este pueblo era que, la decisión de una persona de Estados Unidos, les iba a cambiar la vida para siempre: Una noche cualquiera, un anuncio televisivo les informó que la multinacional Coca-cola lanzaba al mercado su oro negro en botellas de plástico.

Aquella noche, los ciudadanos del lugar apenas pegaron ojo. Al principio, todo parecía ser ventajoso, pero confuso. El vidrio, amén de frágil y peligroso, era pesado y engorroso. Tintineaba demasiado.

Por otra parte, estaba la cosa económica: dejarían de recibir los descuentos por los cascos para comprar un producto al mismo precio, por lo cual, era más caro. Pero el plástico era taaaaaaaan resistente, que se te podía caer una botella del andamio y no se rompía.

Nadie pensó en cómo deshacerse de los residuos. Podían llevar cualquier cosa en plástico: Agua, vino, cerveza, alubias pintas y, por supuesto, Cocacolas.  El nivel de residuos subió exponencialmente pero, afortunadamente, esto ya lo tenían previsto desde U.S.A.: Si conseguimos que la gente organice su basura, el impacto será menor y, como ya no tenemos que mantener las plantas de lavado y envase, obtendremos un millonario beneficio neto. Solo hay que hacer que parezca que es sin ánimo de lucro.

¡Y funcionó! Los habitantes de ese pueblecito comenzaron a tener tres o cuatro bolsas de basura en su casa, cada una para un tipo de material. Se tenían que desplazar decenas de metros para depositar sus residuos en el correspondiente contenedor… pero en los U.S.A. querían más. Lo querían todo. Por eso, mediante disimuladas presiones, consiguieron que las tasas para la gestión de residuos se elevaran un 100% «para equipararlas al nivel europeo», pero sin tener ni idea del nivel europeo.

¡Y les volvió a funcionar! La gente estaba tan inmersa en salvar el planeta que no tenía tiempo de salir a la calle a protestar. Como mucho se quejaban en Facebook. Pero hay una cosa que no tuvieron en cuenta en los U.S.A.: a los españoles nos gusta dormir en silencio.

Así, una noche, un exaltado vecino disparó accidentalmente su escopeta de caza sobre el cuerpo de otro vecino que intentó evitar una tragedia: que le volaran los sesos a un basurero.

Este hecho marcó un antes y un después en la historia del pueblo: la gente fue consciente de que se habían traspasado todos los límites; volvió a no reciclar, llevando sus envases retornables a las tiendas; la Coca-cola fue sustituida por Malferida en todos los supermercados y un público masivo decidió asistir a los conciertos de grupos locales en lugar de ir a ver bandas tributo.

FIN.

Escena 5

  • Me gusta cómo escribe, Pedro, aunque el final del relato es, si me lo permite, un tanto perturbador.
  • Es que un amigo mío toca en un grupo y…
  • Entiendo.

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