Viéndolas pasar

La Crispación

Es el tema que ocupa la primera plana de los medios de comunicación, de las conversaciones entre amigos y hasta se hace presente en tertulias de familiar sobremesa. Unos, como Carles Francino actual periodista de la SER, parece que tienen claro que el productor de la crispación social es el Partido Popular, tal vez no sea esa su opinión personal pero como el que paga manda…
Lo cierto es que de crispación se lleva hablando desde mucho antes de que el PP ocupase el puesto de oposición después de sus 8 años de mandato. La crispación comenzó a llegar a la calle en pleno estado de agitación interna del PSOE, cuando no encontraban un líder estable, y se apoderó por completo de la opinión pública poco antes de que Zapatero hiciese resonar sus famosos “talante y diálogo”. Hay quien ha llegado a decir que fue todo una campaña de marketing con resultados excelentes para el Presidente pero que, de ser verdad, dichos réditos tendrían un alcance muy corto y consecuencias más que lamentables para todos. El tiempo dirá.

Es como preguntarse qué fue primero, el huevo o la gallina. Soy de la opinión de que la crispación es una reacción, no es en sí misma una causa. Supongamos que fuera cierto que las decisiones de gobierno del PP fueran las promotoras de esta reacción y por tanto causa de la crispación antes de las elecciones. Estaremos demostrando, creo entender, que la crispación actual es consecuencia de las decisiones de gobierno del PSOE.

La situación actual me recuerda a los platos de pescadilla que preparaba mi madre. Desde muy niño me llamaba la atención que el pececillo fuese tan estúpido de morderse la cola. Con el tiempo descubrí que no era él mismo sino la intervención de la mano humana la que provocaba ese cómico resultado. En este mismo tiempo también he descubierto, como todos en nuestro fuero interno, que hacer política sobre la base de la crispación, valerse de la misma, sólo puede traer consigo más crispación. Posturas radicales que, como cualquier pescadilla en sartén, provocarán un círculo vicioso que se irá radicalizando más y más cada 360º. Alguien debería separar la cabeza de la cola y soy de la opinión de que ese "alguien" deben ser los ciudadanos, bien sea demostrando que no queremos entrar en este juego peligroso o apostando por entrar en el “terreno de juego” pero con la estrategia contraria a la que se está practicando, es decir, intentar romper esa espiral desde dentro recomponiendo lo que de noble e imprescindible tiene la política para la democracia. Renovar el voto por sus auténticos valores.

Semanas atrás publicó el Editorial del EPDV algo ilusionante: la posibilidad de que a nivel municipal, aunque sea de forma soterrada o tímida, se hayan abierto puertas al diálogo y a la rotura de ese círculo vicioso del que hablo. Desde mi modesta posición lo aplaudo a rabiar venga de quien venga. Sólo pido que la Providencia otorgue inteligencia a los actores de esa iniciactiva, brindo por ellos. Como si se tratase de un recién nacido, todos debemos hacer un esfuerzo no escatimando mimos. Arropar su crecimiento en aras del futuro de nuestra sociedad y ser valientes para escuchar y ser escuchados, esta es, creo, garantía de nuestra libertad como indivíduos y como colectivo. Hago mía una frase pronunciada no hace mucho por el PSOE: Actuar localmente para influir globalmente.

600 palabras, límite de esta columna, no me dan lo suficiente como para expresar cuanto quisiera y mucho menos para poder transmitir el sentimiento de emocionante ilusión que me embarga.

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