El Diván de Juan José Torres

La culpa es de los demás

Con más frecuencia de la deseada los propios errores nos los sacudimos y los extrapolamos al entorno que nos rodea. Difícilmente asumimos nuestras culpas y cuando esto sucede honramos a los demás y nos honramos nosotros. Pero es tan dañino al orgullo que enseguida activamos los mecanismos de autodefensa y nos espolvoreamos, de un soplido, toda la presión. No es bueno, aunque sí recomendable, que las personas delaten sus debilidades, de ahí los estados de falsa apariencia, los disimulos y el “yo no fui”.
Celia Lledó, tras su fracaso para gestionar su propio grupo argumenta que los culpables fueron los otros, que los proyectos que no lleguen a buen puerto son por culpa de la oposición y que lo que se ganó en las urnas no se puede ganar en los despachos. Ella, mejor que nadie, sabe que las urnas le concedieron doce concejales y ahora sólo son seis los votos con los que dispone. Son sus propios errores los que han dilapidado su mayoría absoluta y, quizás, le cueste reconocerlo.

Chimo Valiente comenta, como nuevo concejal de Igualdad, que será él quien decida los actos que convengan, o no, para el Día de la Mujer. No siendo suficiente con haber ninguneado a la anterior concejala le inculpa de no realizar los deberes a su debido tiempo. Mal empieza el nuevo concejal, pues su afirmación de que “él decidirᔠes tan inoportuna como escasamente igualitaria, pues cabe recordar que el Consejo Municipal de la Mujer perdió contenido, eficacia y protagonismo desde que accedió el nuevo equipo de gobierno.

Es culpa de los sindicatos que Zapatero, entre salmos y oraciones, recule en la ampliación de quince a veinte años para el cálculo de las pensiones. Es culpa de la profesionalización del sindicalismo que los sindicatos hayan olvidado el “movimiento asambleario”. Es culpa de un micrófono que Esperanza Aguirre nominara “hijo de puta” a un compañero. Es descuido de Llamazares, que eligió mal su barba, que el FBI lo comparara con Bin Laden. Es culpable la crisis de que la banca, “a río revuelto…”, tenga inauditos beneficios.

Es culpa de la clase media y trabajadora el que nos quieran imponer otra reforma laboral para que los mismos de siempre sigan mofándose desde el púlpito de la riqueza. Somos culpables los que leemos, nos informamos y tenemos inquietudes porque se vive mejor en la ignorancia. Es culpable la chica provocativa porque desata los trastornados instintos del violador. Somos culpables los que ponemos el grito en el cielo si el cielo no escucha. Es culpable Fomento, con su Plan E, por la chapucera rotonda de la Morenica. Son culpables los terremotos y no las irresponsables construcciones a precio de saldo.

Todo el mundo es culpable de algo y nadie lo reconoce y es sabido que en un altercado entre cuatro nadie ha hecho nada. Porque la culpa, lectores de EPdV, no la tiene nadie y siempre es de los otros. Y si acaso la responsabilidad es tan notoria que el inculpado no tiene ni coartada ni argumento, siempre tendrá como defensa que el azar se interpuso, que tuvo un mal día o tenía las facultades transitoriamente afectadas. No pasa nada. La culpa es de los demás.

Y yo, culpable entre culpables, me pondré por un día esa máscara de carnaval que tanto disimula las miserias. La misma máscara que llevan encima los gestores del mundo todos los días del año, que de tanto llevarla se les quedó desgastada y van enseñando el plumero.

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