El Volapié

La importancia del segundo muletazo

Lorca considera que los toros son la fiesta más culta del Mundo, Hemingway da un paso más afirmando que las corridas también son muy morales, Valle-Inclán sueña con ser capaz de llevar al teatro el temblor de la fiesta de los toros, Tierno Galván cree que el torero es mítico, Cela que el toreo es un arte misterioso, Almodóvar está convencido de que -si dependiera de nosotros- antes beatificaríamos a un torero que al fundador del Opus Dei, y para Ortega y Gasset la historia del toreo está tan ligada a la de España que, sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda. Lo mismo están defendiendo José Bergamín y Albert Boadella, los más admirables en esta lidia.
El paralelismo entre la vida y la tauromaquia es algo obvio que muchos intelectuales han convertido en axioma, lo han trasladado a la literatura cotidiana y lo han convertido en algo incuestionable, le pese a quien le pese.

En el ruedo, como en la vida, cualquiera es capaz de hacer cualquier cosa por primera vez, como aquel burro que hizo sonar la flauta por casualidad. Un muletazo lo da el más pintado aunque sólo sea para quitarse el toro de encima. Prueba de ello es el amplio escalafón taurino y algunos quietos entre los millones de parados.

¿La tauromaquia es arte y cultura? ¿Tienen los poderes públicos –incluidos los ayuntamientos– el deber de fomentar y promover la cultura? ¿Los toros son una actividad ética? ¿Es honorable la defensa de los ideales incluso hasta la muerte? ¿Es más noble morir o matar luchando? ¿Tienen más peso específico los ideales o los platos de lentejas? ¿Qué es más importante, la defensa de los animales o los sillones de escay? ¿Pesan más los toros o los cuernos? ¿Es antitaurino quien permite una corrida de toros pudiendo impedirla? ¿Es bien nacido aquel que presenta alegaciones para que un pueblo no reciba lo que se le debe? ¿Merece el apoyo de los aficionados quien tapona y paraliza las solicitudes para organizar festejos? ¿Tiene derecho un alcalde a servir sólo a los de su partido? ¿Se puede permitir que un alcalde no quiera ser alcalde de todos? ¿Importa algo que la afición no exista o prefiera permanecer en silencio?

El primer muletazo es una sacudida. El segundo requiere quietud, atornillar las zapatillas en el albero y correr la mano despacio. Y muy baja. Mejor si es la izquierda, que es la que logra la victoria sin que se entere la derecha. Quedándose muy bien colocado para ligar el tercero, con la figura compuesta y metiendo los riñones. Como si el toro fuese prendido en la muleta con un hilván.

En este momento es cuando cruje la plaza, el público se pone de pie en los tendidos y si la faena prosigue... cuatro, cinco y media docena, rematados por el de pecho, el éxito es memorable.

Lo difícil es quedarse en el sitio para hilvanar el segundo muletazo. El primero sucede en un segundo pero este otro puede tardar toda la vida.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba