Apaga y vámonos

La Ley del Embudo

El saber popular entiende por Ley del Embudo una forma de proceder arbitraria e injusta, siendo a veces muy permisiva con unas personas o causas y, por el contrario, muy estricta con otras en otras ocasiones. De hecho, el refranero, siempre acertado, ha venido a sintetizar la explicación tal que así: “La ley del embudo: lo estrecho para otros, lo ancho para uno”.
Viene esto al caso porque en Villena han coincidido en el tiempo dos cuestiones polémicas, y resulta llamativo ver la forma de reaccionar ante ambas. Por un lado, la puesta en marcha de la comisión para el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, cuya primera “víctima” ya parece estar decidida a tenor de lo expresado por la concejal Mercedes Menor. Y es que, según la edil, la placa conmemorativa de la renovación de los votos a La Morenica existente en el claustro del Santuario es un claro ejemplo del incumplimiento de dicha ley.

Dicha placa, en la que no hay símbolo o escudo alguno, solo texto, dice literalmente lo siguiente: “Siendo Jefe del Estado Francisco Franco, la ciudad de Villena renovó a la Virgen de las Virtudes en el 350 aniversario el voto a su inmaculada concepción. 1624-1974”. Es decir, únicamente da fe de un hecho producido en un momento dado, sin mediar en ningún momento “menciones conmemorativas de exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil o de la represión de la dictadura”, que es lo recogido por la Ley en su artículo 15, dedicado a los símbolos y monumentos públicos.

Ahora bien, no se te ocurra intentar argumentar esto en según qué contextos, porque automáticamente te acusarán de ir en contra de la ley, cuando no te pondrán ipso facto la etiqueta de franquista, fascista o lo que sea menester. La ley, en definitiva, es nuestra, y aunque la placa del Santuario no parezca incurrir en sus supuestos, aquí estamos nosotros para interpretarla a nuestro antojo y decidir, aún antes de debatir siquiera, que dicha placa debe desaparecer.

La segunda polémica gira en torno al uso o no de animales en las Fiestas del Medievo, una práctica que, bajo la exigencia de los propios vecinos del Rabal, organizadores del evento, respeta de manera escrupulosa la ley, tal y como ha certificado el propio Seprona, es decir, el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil.

Pero ahora parece ser que la ley no es suficiente, y personas que se rasgan las vestiduras exigiendo el cumplimiento a rajatabla (y más allá) de la legislación en el primer caso, prefieren ignorar por completo que para el segundo existe una ley cuyo cumplimiento es lo único que se puede exigir a quienes altruistamente organizan dicho evento, que bastante trabajo tienen ya de por sí como para tener que aguantar los insultos y desprecios –los argumentos han de aceptarse siempre– de quienes, en lugar de trabajar para cambiar la Ley, que es lo legítimo, se piensan que solo está para servirles a ellos y a sus causas.

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