Apaga y vámonos

La maldición de la mayoría absoluta

Cosas de la vida, preparando esta edición hemos caído en la cuenta que ahora hace justo cinco añitos de la reinauguración de la plaza de toros de Villena, el “apogeo de Celia como alcaldesa”, que titulamos en EPdV, y la demostración palmaria de que no basta con cumplir un programa electoral para reeditar el idilio con los ciudadanos (léase votantes).
Y así fue. Por muchos proyectos que salieran adelante durante aquella legislatura del Partido Popular –favorecidos, obviamente, por la lluvia de millones de los Planes E y Confianza que terminaron de hundirnos en lo más profundo del fango de la crisis–, lo cierto es que la ciudadanía acabó retirando su confianza a un equipo de gobierno que dejó mucho en su haber, es cierto, pero también en el debe, en forma de enfrentamientos, actitudes cuasi dictatoriales y un continuo sainete de sucesos dignos del mejor Berlanga que acabaron deshaciendo la mayoría absoluta más grande que jamás ha conocido nuestra ciudad.

Otra mayoría absoluta es la que vivimos ahora, en este caso Verde, y a día de hoy apostaría una copa a que también les va a costar reeditarla, no por los mismos motivos, obviamente, sino más bien por los contrarios: una cierta falta de firmeza del alcalde, cuyo buenismo no conoce límites, a la hora de controlar a un equipo que en ocasiones parece ir por libre, con una política de comunicación que crea problemas en lugar de solucionarlos y un evidente choque de caracteres entre varios ediles que, lejos de ir amainando según avanzan los meses, parece ir cada día a más.

Hablaba recientemente Fulgencio Cerdán de las tensiones y enfrentamientos públicos entre concejales Verdes, a lo que respondía Esquembre que no tenía ni la más remota idea sobre lo afirmado por el edil socialista, y posiblemente el primero se pasara, pero el segundo se quedaba corto. De hecho, el alcalde es el primero en reconocer que la aplicación de algunos puntos de su programa electoral puede generar un enorme cabreo en gran parte de la ciudadanía –basta ver la reacción de la gente ante el estropicio montado respecto al uso de animales en las Fiestas del Medievo–, por lo que fiel a su estilo, es más partidario de ir aplicando sus ideas progresivamente, poco a poco, explicándolas y dejando a la gente ir haciéndose a la idea y acostumbrándose. El problema, no obstante, es que el alcalde no es capaz de hacer que sus concejales funcionen a ese ritmo, y algunos son partidarios de aprovechar la mayoría absoluta para aplicar su programa de máximos, lo que a buen seguro les conduciría a la pérdida de un importante segmento de sus votantes en las últimas municipales. Una vez más, la maldición de la mayoría absoluta.

Tiempo queda por delante, desde luego, y esto no ha hecho más que empezar, pero la deriva que empiezan a tomar ciertos asuntos no parece conducir a muy buen puerto. Esperaremos acontecimientos.

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