De recuerdos y lunas

La mona Chita

Yo no sé de Tarzán si no es en blanco y negro. Porque para los que domingo tras domingo pastoreamos nuestra infancia y la entretuvimos en los cines de los sesenta y setenta, cines de sesión doble y continua, pipas y merienda, no hay más Tarzán que el Tarzán de Johnny Weissmüller. Soñábamos nadar como él nadaba entre cocodrilos, troncos sumergidos y limos. A cámara rápida por la superficie. Soñábamos el pelearnos con los leones como él se peleaba. Como un Sansón. Soñábamos gritar como él gritaba. Soñábamos ir de liana en liana como él iba entre árboles. Soñábamos ser él. Soñábamos. Y disfrutar como disfrutaba Johnny Sheffield en el papel de Boy. Porque soñábamos el ir sobre los lomos de un elefante. Vivir en una cabaña construida en un árbol saboreando las exóticas frutas de la selva. Y tener un chimpancé, la mona Chita, muy gracioso. Y disfrutar de la dulzura de una Jane interpretada por la guapísima Maureen O'Sullivan. "Yo Tarzán. Tu Jane. Yo Tarzán. Tu Jane. Yo Tarzán...". Soñábamos.

Eran éstas, magníficas tardes de cine que continuaban dilatándose en la calle al salir de la sala. Y también durante toda la semana en los recreos del colegio imitando a nuestros héroes de película. Pero lo más inmediato, nada más terminar la sesión, era acudir donde las carteleras y las fotografías de la propaganda para identificar como si fueran cromos de álbum las escenas que habíamos visto: "La he visto. Sí. Sí. Sí. No me acuerdo. No. Sí. Sí. También. Ésta no ha salido. Ésta sí. Pues a mí no me suena." Eran estas fotografías unas láminas tamaño folio, en horizontal, que se exponían junto a los carteles y que recogían para su publicidad secuencias de la película.

Volviendo a Tarzán porque nos llama la selva, la mona Chita, el nueve de abril pasado, cumplió setenta y cinco años. Precisamente, el año anterior, coincidiendo con su septuagésimo cuarto cumpleaños, en el Festival Internacional de Cinema de Comedia de Peñíscola, en su XVIII edición, a la mona Chita se le concedió un premio. Por otro lado, su longevidad, larga para un chimpancé, ha entrado en el libro de los récords. Y aunque se nos haya desvelado que el chimpancé es macho, para nosotros siempre será mona, la mona Chita. Que va a ser que fue el primer travesti que sin saberlo vimos en el cine. Y tampoco ahora vamos a poner remilgos a lo transexual.

Entre las habilidades de Chita, aparte de las volteretas y el reír escandaloso dando brazadas que tanto nos divertían, también está la de la pintura. Precisamente, jubilada del cine, se le dedica a pintar. Y el beneficio que se obtiene de sus cuadros se invierte en una reserva para primates –C.H.E.E.T.A. Primate Sanctuary, Inc. (Creative Habitats and Enrichment for Endangered & Threatened Apes)– creada por Dan Westfall, quien adoptó a Chita en 1992.

La mona Chita, en abril –ya lo hemos escrito– cumplió setenta y cinco años. También en abril, el día once, Johnny Sheffield, el que hemos recordado que hacía de Boy, cumplió uno más, setenta y seis. Johnny Weissmüller murió en 1984, a los setenta y nueve años, en Acapulco, donde residía. Entre 1976 y 1978 había sufrió dos derrames cerebrales. Maureen O'Sullivan murió en Arizona. El veintitrés de junio de 1998. De un ataque al corazón. Tenía ochenta y siete años y aún la belleza, como se le vio haciendo de abuela de la Kathleen Turner en "Peggy Sue se casó", de Francis Ford Coppola; o de madre alcohólica en "Hannah y sus hermanas" del –por entonces su yerno– Woody Allen.

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