Me pregunto cuánto tiempo tendrá que pasar todavía para que, circunscritos al mundo de las letras, al referirnos a Joyce solo se conciba que hablamos de James Joyce y nunca de Graham Joyce, con Carroll hagamos referencia exclusivamente a Lewis Carroll -y eso que ni siquiera se llamaba así en realidad- y no a Jonathan Carroll, o Murakami siempre sea el ex autor de culto Haruki Murakami y no su compatriota -y todavía muy de culto, mal que le pese- Ryu Murakami (de los clanes literarios, como las hermanas Brontë o la dupla formada por Kingsley Amis y su hijo Martin, ya hablaremos otro día). Porque por esta misma regla de tres, con Stevenson parece aludirse siempre a Robert Louis Stevenson y nunca a Noelle Stevenson, una autora de cómics nacida en 1991 en Columbia, Estados Unidos, de la que no consta parentesco alguno con el anterior, y que ya está dando que hablar en el ámbito de la cultura y el entretenimiento juveniles. Un ámbito este en el que precisamente destacó el autor de La isla del tesoro, El extraño caso del Dr. Jekyll y otros clásicos de la literatura universal.
Pero tiempo al tiempo. Porque pese a su insultante juventud, condición que explica que hace apenas una década nadie supiese de su existencia, Noelle Stevenson -quien llamó la atención por vez primera en la red con sus muy particulares versiones de los personajes de El Señor de los Anillos y Los Vengadores- ha experimentado un ascenso meteórico desde que su primer cómic largo, Nimona, arrasara con un gran número de premios y nominaciones en cualquier categoría en la que pudiese participar... entre ellos el Eisner a la mejor novela gráfica del año. Y eso que era un proyecto que nació como un discreto webcómic que fue publicándose por entregas en Internet, si bien finalmente fue editado en formato impreso ante el indudable interés de la propuesta.
Vaya por delante que Nimona es un cómic aparentemente destinado a un lector joven: en su día fue finalista tanto del Premio Andre Norton al mejor libro de ciencia ficción o fantasía para jóvenes como, ahí es nada, del Premio Nacional del Libro de EEUU al mejor título de literatura infantil y juvenil (convirtiéndola a sus veintitrés años, por cierto, en la nominada más joven de la historia de este galardón). Y, en efecto, satisfará a buena parte de aquellos adolescentes, que los hay, que todavía leen por gusto y se acerquen a sus páginas. Pero el lector adulto encontrará en su interior muestras sobradas de talento como para despertar su interés con creces. Y es que, aunque se trata de un relato de aventuras protagonizado por dos personajes de corte fantástico como el que da título a la obra -una joven impulsiva con increíbles poderes metamórficos- y Lord Ballister Negrocorazón -un temible villano con ansias de venganza, y sin duda el personaje más memorable de la obra-, Nimona puede leerse y funciona a la perfección tanto de manera literal como en clave alegórica. De esta última forma, enseguida se revela como un brillante relato sobre los prejuicios, las etiquetas, las convenciones de género (en todos los sentidos del término género) y, a la postre, el valor de la amistad por encima de cualquier otra consideración.
Aunque vio la luz en 2015, Nimona permanecía inédito en nuestro idioma hasta este mismo mes, en que la editorial Astiberri -que siempre está ojo avizor a la hora de sumar a su ingente catálogo los autores más señeros e interesantes del medio- no solo lo ha traducido y recuperado para el lector español, sino que también ha editado otro título imprescindible de la misma autora: El fuego nunca se apaga. Es este un cómic mucho más reciente y sin lugar a dudas el más íntimo de los suyos, pues en él Stevenson relata sus experiencias vitales desde 2011 en adelante a la vez que desnuda sin pudor alguno sus sentimientos más profundos. Y estos pasan por revelar que su imparable ascenso en el ámbito profesional coincidió en el tiempo con un tumultuoso devenir emocional marcado por la asunción de su homosexualidad y sus problemas de salud mental. Vaya, que como suele decirse, no es oro todo lo que reluce.
Para ello, y sin que eso signifique abandonar un estilo gráfico que ya puede considerarse reconocible, la autora no teme explorar nuevos territorios: se libera aquí de la forma de narrar más convencional -que, tal y como demostró en Nimona, domina al milímetro- y dinamita las expectativas del lector al renunciar en buena parte a la distribución tradicional en viñetas y a los bocadillos de diálogo; optando en cambio por combinar con total libertad y sin ninguna clase de cortapisas cómic, ilustración, texto narrativo y hasta fotografía. Con estos mimbres, Stevenson confecciona una suerte de diario retrospectivo cuya lectura resulta emotiva y aleccionadora; a la vez que aporta al mundo del cómic una lustrosa muestra de género confesional en clave femenina que no desentona al lado de hitos como Persépolis de Marjane Satrapi, Fun Home de Alison Bechdel -con la que tiene en común, además, su temática LGTBI- o el reivindicable Vida de una niña de Phoebe Gloeckner. Lo que no es decir poco, desde luego.
Si tenemos en cuenta que a estas dos obras que les recomiendo hoy podemos añadir sus guiones de la serie Leñadoras (que en España publica Sapristi), y cuyos derechos -al igual que los de Nimona- se han vendido para ser llevada al cine; sus colaboraciones regulares con Disney, Boom! Studios, Marvel y DC; y su labor como productora ejecutiva de la serie de animación de Dreamworks y Netflix She-Ra y las princesas del poder, podemos decir sin duda que es este un bagaje que no está nada mal para alguien que no cumplirá los treinta años de edad hasta la Nochevieja de este 2021. Vaya con Stevenson, ¿no? Con permiso de Robert Louis, por supuesto.
Nimona y El fuego nunca se apaga están editados por Astiberri.