Vida de perros

La Participación (ese invento de Satanás)

Ni que decir tiene que si usted, aquí y ahora, a base de autoridad decide colocar de cara a fin de año una ramita de romero en todas las farolas de la ciudad –lo que se entiende en Villena por Avenida de la Constitución (hasta La Plaza)– podrá ser acusada de déspota o dictadora, pero no de incumplir sus promesas. Pero, sin embargo, si usted pretende iniciar un proceso participativo cuyas decisiones resulten vinculantes y ejecutivas, entonces usted tendrá un final de año sin romero. Al menos así lo parece, o así parece constatado tras los breves procesos participativos de nuestro Equipo de Gobierno.
Bien es cierto que la apuesta en Villena se ha localizado principalmente en la creación de un grupo de prohombres y por tanto también de promujeres (si vuestro procesador de textos os subraya la palabra en rojo dadle a “añadir al diccionario”) que se constituyen en lo que se ha venido en llamar Foro Económico y Social. Algo que para el personal metido en materia suena a: catorce meses de reuniones, sesiones de trabajo y de selección, dirigidas a constituir una figura de representación ciudadana (mínimamente aceptable en el contexto villenero). Muchas expectativas, mucho tiempo y mucho trabajo que se ha ido retransmitiendo a una ciudadanía que más o menos ha ido comprendiendo o no la finalidad de dicho estamento –y es que, queridas personas, si me permiten diré que como en ciertos artilugios culinarios no hay nada como el uso para llegar a comprender el sentido–.

El caso es que la participación requiere información. Que se recibe de forma proactiva desde el ayuntamiento y no a los dos meses de su solicitud, ni escasa o incompleta. Y una vez asimilada la información, la participación requiere tiempo. Tiempo para el debate, la dialéctica, las conclusiones. Y pese a la información y al tiempo, la participación requiere compromiso, que debe ser bilateral: por parte de las personas que voluntariamente participan en el proceso y por parte de la institución que cumple con su intención de acatar las decisiones o de tomarlas en cuenta de forma explícita y sumatoria. Y si llevamos nuestras intenciones de participación hasta el final, es cuando podemos encontrarnos con que la Participación parece ser un invento del mismo demonio. Más si nuestro proceso se abre a toda una ciudad y no a un grupo convencido.

Es obvio que en el proceso participativo nos encontraremos con figuras como el/la Troll –aportando y despotricando en base a hechos fuera de contexto–, o como el/la Mesías –largando extensos discursos que nada aportan pero que acaban sentenciando–. Pero, claro, si tanto te molesta y si no eres capaz de darle forma, entonces debiste elegir otro tipo de funcionamiento y no el participativo. Porque en la participación por ejemplo no se deben esconder cartas bajo la manga que sacar en el último momento en forma de datos técnicos o económicos, esos datos los debiste facilitar antes de forma que impidieran hipótesis sin fundamento. Lo que nos lleva a la conclusión de que la información es primordial y es lo que establece un terreno igualitario entre todas las participantes. De igual modo a la hora de plantear un proceso participativo es de rigor ser consecuentes con las decisiones adoptadas por el grupo.

Por último, no me gustaría marcharme sin hablar de objetivos, de ideología. Porque aunque enfrentemos una problemática para solucionar de forma participativa, es obvio que quien detenta el gobierno se rige por una ideología que persigue determinados fines y determinados modos –o metodología–. Que son valores que deben ser expuestos desde el principio de un modo claro y humilde, pero certero. Quizás dicho así también pueda resultar problemático para algunos miembros del grupo participativo, pero nunca llueve al gusto y por difícil que resulte de entender –sobre todo cuando no gobierna quien representa nuestras ideas– debe concederse que objetivos y metodología sean determinados por el grupo que ha sido democráticamente elegido.

Y dicho todo esto, queda decir que con estas palabras no quiero dar luz ni oscuridad a la apuesta por la participación que lleva a cabo nuestro actual ayuntamiento en Villena. Ni oscuridad ni luz, sino todo lo contrario. A la espera de los procesos participativos, les saludo atentamente.

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