El Ordenanza

La procesión va por dentro

El Ordenanza. Capítulo 160

Escena 1

  • ¿César?
  • Sí, estimada televidente.
  • ¿César? ¿Eres el César?
  • Sí, señora. ¿Con quién estoy hablando?
  • ¿César?
  • Sí, señora. Soy César. ¿Cómo se llama usted?
  • César… ¿eres el César? ¿El hombre de la voz bonita?
  • ¡Que sí, host…!
  • César, hazme el favor de no ser blasfemo, que hoy es el santo de la Virgen.
  • A ver, señora, ¿cómo coj… errrrr digo… ¿cómo se llama usted?
  • César, que te doy la enhorabuena por lo bien que lo haces, que tienes una voz que pareces Constantino Romero, César.
  • Muchas gracias… ande, dígame su nombre y baje el volumen de su televisor, por favor, que se acopla.
  • Que eres mu guapo y mu alto, César.
  • ¿Quiere bajarle la voz a la tele y decirme cómo se llama de una vez, señora?
  • César, soy la Carmen, la hermana de tu vecina del segundo izquierda.
  • ¡Hombre, Carmen! ¿Qué te ha movido a llamarnos?
  • Pues mira, César, que estaba yo viendo la procesión en la tele y me he dicho: Carmen, llama a la tele y felicita al César, que retransmite muy bien y recita unos poemas que se me cae la baba de lo bien que los recitas, César, que hacéis un mu buen servicio para la gente que no puede salir a la calle por enfermedad o por ser vieja o estar de resaca. No está pagao lo que hacéis, César.
  • Muchas gracias de nuevo, Carmen.
  • Y decirte que yo también escribo poesía.
  • ¿No me digas?
  • Sí, sí. Desde que era chiquitica que escribo, César.
  • Me alegro, Carmen.
  • César… ¿no me vas a decir si quiero recitar un poema?
  • Eeeeessstooooo… voy a preguntarlo, Carmen, que ya llevas un ratico ya en antena y el tiempo en la televisión es oro.
  • Vale, pregunta, César, que eres mu galán. ¡Me tienes el corazón robao, bandido!
  • (¡Madre mía!)
  • Carmen, que me dicen que, si es breve, puedes recitar un poco.
  • Pues ahí voy. ¡Ains! ¡Que estoy un poco nerviosa!
    A la Virgen Morena. (Esto es el título, César).

Virgencica, virgencica,
¿Cómo eres tan bonica?
Virgencica morena,

que tienes cara de nena.
Virgen de este pueblecico,

patrona de mis mayores,

tu ciudad te ofrece flores
para que las disfrutes con el niñico.

Virgen Santa, Virgen pura,

cuida de nosotros desde las alturas.

  • César, que ya he acabao.
  • ¡Ah! ¡Vale, Carmen!
  • ¿Te ha gustao, César?
  • Ha sido muy sentido el poema, Carmen. Gracias por compartirlo en esta tarde septembrina en la que, toda la ciudad, se rinde a los pies de su patrona.
  • Bueno, César. Que tienes una voz de terciopelo, adonis.
  • ¡Joer, Carmen! ¡Vas a hacer que me sonroje!
  • ¡Ay! ¡Qué cosas tienes, César!
  • Je, je…
  • Oye, ¿puedo saludar?
  • Saluda, Carmen, saluda. Si puede ser brevemente, mejor que mejor.
  • Pues mando un saludo a todos mis familiares, a mis amigos, a la provincia de Guadalajara, a mi prima de Elche de la Sierra, que es muy devota de la Virgen y a ti, César, que me tienes encandilá, piratón.
  • Bueno, Carmen, muchas gracias por todo y que la bendición de Nuestra Señora recaiga sobre ti y los tuyos.

Escena 2

  • Continuamos, queridos televidentes, la retransmisión de la Santísima Procesión de la sagrada imagen de Nuestra Señora, que baja ya por la calle de Joaquín María López, para procesionar con su pueblo en esta noche del ocho de septiembre. En su tez morena se observa el amor eterno que siente por sus devotos, que desnudan su alma ante su Virgen, con la seriedad y la sencillez de su sentir.
  • ¿César?
  • Buenas noches…
  • César, soy yo, la Virgen.
  • ¡Hosti puti!
  • ¡Estoy hasta la mantilla de que vayáis de beatos cada ocho de septiembre y que, luego, no os acordéis de mí en todo el año! ¡Que me dejáis en el Santuario y allí no viene ni Dios a verme!
  • Mi Señora, vuestro pueblo os ama…
  • ¡Que sí, César, que sí! ¡Lo que tú digas! Pero lo cierto es que montáis toda esta parafernalia para salir en la foto, pero pasáis de mí un rato largo. Todos estos fastos, son fatuos, César.
  • ¡Pero, mi Señora!
  • Confundís religiosidad con religión e invocáis mi nombre solamente cuando os conviene. ¡Mira qué pronto colgasteis mi imagen en los balcones cuando vino lo de la pandemia! «Yo es que, a la Virgen la llevo siempre en el corazón»… ¡Vengaaaaaa! ¡Tenéis un morrazo que os lo pisáis! Y, claro, como soy una figura de madera, hacéis conmigo lo que queréis: me ponéis mantos y joyas como si fuera una Barbie… pero esto se acabó… a partir de hoy, el que diga que cree en mí, lo va a hacer de verdad, que me tenéis harta con vuestra hipócrita devoción.
  • Mi señora, yo…
  • Por cierto, César, tienes una voz…

Escena 3

  • ¡Avelino! ¡Avelino ven! ¡Corre!
  • ¿Qué sucede?
  • ¡Ay, Avelino! ¡Un desastre!
  • ¡Cálmate, Aurora! ¿Qué ha pasado?
  • ¡Una desgracia muy grande, Avelino! ¡Toma, lee la noticia tú mismo!

Escena 4

 «[…] y el cielo se tornó de color sangre y, la Sagrada Imagen de Nuestra Señora, comenzó a crecer rápidamente. Del centro de su manto brotó una ultraterrena luz cegadora. Los porteadores, en ese momento, dejaron caer la imagen al suelo, por miedo a ser aplastados, y salieron huyendo para salvar sus vidas. Los asistentes al acto gritaban y corrían en desbandada. La talla de la imagen rondaba los seis metros cuando se comenzó a escuchar un pitido ensordecedor, que turbaba a la muchedumbre aterrorizada. De pronto, la sagrada talla de madera, comenzó a gritar: “Impíos. Hipócritas. Raza de víboras.”, dijo. De sus ojos brotaron lágrimas de verdadera fe, que mutaron en cañones láser que achicharraron a todo aquel que no tuviera una verdadera devoción hacia ella.

Tras los hechos, todo volvió a la normalidad y, aunque hubo que sortear un gran número de cuerpos y miembros esparcidos por el suelo, pudo terminarse el acto sin más alteraciones.» La Gaceta del Sureste, 8/9/2022.

No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Yahveh, tu Dios. (Éxodo 20: 4 s)

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