Vida de perros

La próxima montería

Miren que lo sé. Pero cada vez que leo o escucho la palabra “cinegética” me topa en las neuronas la palabra “sinestesia”. Da igual las veces que lo busque en el diccionario. Es imposible deshacerme de esa palabra intrusa. Y eso que el diccionario de la Academia lo deja muy claro: Cinegética: Arte de la caza (dice arte en el sentido que dice arte sobre el término “toreo”, en el sentido que dice arte cuando se refiere a la “nasa”, o como lo dirá cuando hable de hacerse pajas, de sacarse los mocos o de liarse porros). El caso es que al oír la palabra cinegética mi cerebro no puede evitar que aparezca la palabra sinestesia. Obvia decir que también fui a comprobar el significado del término en el diccionario, con pingüe resultado.
La sinestesia, en lo que atañe a la gente de letras, es un “tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales”. Sería como unir una jornada de caza con una huelga de jueces (-as). Sería como unir unas imputaciones por corrupción a una falta por ausencia de licencia de caza. La sinestesia como pueden ver, queridas personas, es el pan nuestro de cada día y el alma Mater de muchos de los argumentos políticos (adivinar de quién lo dejo a elección, no voy a ser más Lo(ytodoslos)Santos que J. Ramírez). La sinestesia (“sensación asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte del mismo”) viene siendo, desde la instauración de nuestra democracia, el método para que algunas personas sin escrúpulos ni más amparo ideológico que el que su grupo político otorga, yo diría casi por coacción, nos vengan robando –a españoles y españolas–; y que no teman aparecer ante los medios diciendo que les acusan de corrupción porque Fulanito le prestó el champú a Menganito.

Por eso me alegra la dimisión del señor Bermejo. Para ver si ahora que el Ministro ha presentado su dimisión la plaga corrupta toma la única opción válida: “ah, pues si tú has dimitido, yo acepto que he estado robando de las arcas”. No me lo digan: no va a ocurrir. Y lo peor es que el terreno lo allanamos todos y todas. Incapaces de entender el bien común. Como la peor calaña futbolística capaz de apedrear al árbitro que pita contra nuestro equipo. Como a cachos de carne descerebrada contemplo atónito la defensa a ciertas personas frente a delitos evidentes. ¿Conspiración socialista? Más vale para un lado y para el otro, y para el resto, maldecir y renegar de sus vesículas traidoras antes que salvarlas del patíbulo y dejarlas continuar envileciendo sus ideas y nuestros derechos.

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