Opinión

La Rebelión de las Musas

Me levanto y es lunes, Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo. Lo primero que me viene a la mente es la imagen de La Constancia: un barrio tradicionalmente obrero que cada vez se parece más a Beberly Hills. Decido seguir durmiendo. Entonces comienzo a soñar que soy encofrador, o yesaire, o escayolista, o fontanero, o caravistero, y sueño que estoy forrao de billetes, y que tengo un Todoterreno y un apartamento en San Juan, y una moto acuática, y que salgo en fiestas, y que paso de manifestaciones a favor del obrero, y que mando a tomar por saco a todos los sindicatos del planeta…
Pasada media hora, aproximadamente, vuelvo a despertar. Me palpo el rostro cubierto de pelo artificial y me doy cuenta de que soy un simple aprendiz de escritor sin más pertenencias que un cuaderno de notas, una barba de Marrueco y una mobilette CAMPERA. Todavía me duele la cabeza debido a todas las catas que practiqué durante la celebración de la Feria del Vino. Tal vez mi paladar no esté lo suficientemente educado, y la única conclusión a la que he podido llegar después de la Feria es a la de que el vino emborracha. El caso es que me he pasado todo el fin de semana dando tumbos por el bulevar Maestro Carrascosa, de caseta en caseta, con una copa de cristal en la mano degustando y saboreando toda clase de caldos. Precisamente yo, que hasta ahora el único vino que conocía era el Arcabucero criado en madera de andamio, El Gachamiguero con Casera, el Tío de la Bota en botella retornable y el Kalimocho en vaso de plástico. Yo que llevaba más de doce años guardando un break de sangría Don Simón en la despensa para convertirlo en reserva. Yo que había llegado a pedir cita para el enólogo en el hospital de Elda porque pensaba que en Villena no había…

Hoy tengo la mente en blanco, como casi siempre. No se me ocurre nada sobre lo que hablar. Imagino que a mis musas debe haberles pasado lo mismo que a mí. Supongo que andarán con resaca, y es por eso que no vienen a ayudarme. Y es que las musas de hoy, ya no son lo que eran en los tiempos de Shakespeare o Goethe. La de hoy, es una generación de musas mucho más interesadas por el dinero que por el arte; por la apariencia que por el fondo; por los coches de lujo que por la poesía. Musas caprichosas y engreídas; musas capaces de cobrarte por media hora de inspiración; musas operadas; musas sin arrugas; musas de silicona; musas efímeras y mediáticas que prefieren rodearse de futbolistas y famosos para copar portadas de revistas y aparecer en programas de televisión. Y es que, después de todo, ¿a quién puede interesarle un pobre hombre como yo: un bohemio maniático compulsivo que vive en las ruinas de un castillo alejado del casco urbano y sin ascensor?

En fin, me hago el ánimo y decido empezar sin ellas. Vuelvo al principio y recuerdo que hoy el día del Trabajo… ¡Ya lo tengo!, puedo escribir y hacer un repaso sobre mi corta pero intensa vida laboral: hablar de cómo empecé a trabajar con tan sólo doce años en una pequeña fábrica de calzado y cómo cada vez que venía una inspección el jefe nos hacía ponernos una barba de Marrueco y fumarnos un Farias para que aparentásemos ser mayores de edad; de cómo años después volví a utilizar la barba de Marrueco para optar a una sustitución en el puesto de castañero; de cómo tuve que solicitar una baja laboral permanente por el recalentamiento de los testículos y la zona perineal; de cómo estuve trabajando en la sección de embutidos de El Horno el Paso; de cómo estuve trabajando a media jornada en la Jijonenca reponiendo chicles de la máquina; de cómo estuve trabajando de interino en Pujalte y nunca me llegué a aclarar con el horario de apertura y cierre; de cómo me dediqué a la venta de regalicia y caracoles a domicilio; de cómo estuve trabajando de vigilante jurado en el Museo del botijo; de cómo durante las fiestas de Moros y Cristianos estuve recogiendo confetis y serpentinas del suelo para una empresa de reciclaje; de cómo me llamaron del INEM para que hiciese un curso de traductor e intérprete de arcadas y lenguas trabadas, consistente en recoger a gente borracha de las tribunas, llevarlas a sus casas y traducir e interpretar algunas frases como “trae la zafa que no llego al váter”...

En fin, que ahora de pronto me llega la inspiración, y así de golpe, me doy cuenta de que, además, este primer domingo de mayo también se celebra el día de la Madre. Felicidades pues a todas las madres que nos leen, sobre todo a la mía. Un beso.

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