La Rockola de Fernando

La Rockola de Fernando: La barbarie que no cesa

Situemos antes que nada la columna de este mes. Estamos en España en el año 2016. Nuestro sistema de Estado es el de una monarquía parlamentaria y como instituciones de gobierno contamos con la Casa Real, el Congreso de los Diputados y el Senado.
No, que nadie piense que se me va la pinza, simplemente he creído oportuno el dejar clara la introducción para muchos que, a tenor de lo que veo y leo últimamente en las noticias, no se han enterado todavía. Por una parte una memoria histórica que, en mi muy modesta opinión, más que remediar desaguisados y sobre la cual ya escribí una columna en este mismo lugar, se está convirtiendo en un instrumento para crear muchos más de los que habían. Esta España que parece condenada a estar siempre dividida en dos y de la cual nunca sabemos cuál de ellas ha de helarnos el corazón, tal como escribió el insigne Machado, no aprende o no quiere aprender, que la unidad de un país es lo único que consigue que dicho país pueda ir hacia adelante. Nosotros sus ciudadanos, lejos de buscar esa unión, parece que nos regodeemos en seguir buscando bando.

Lejos de aquellos españoles que como una piña acabaron con los romanos, expulsaron a los árabes o vencieron a los franceses, nosotros gustamos de enfrentarnos los unos a los otros con cualquier motivo. Rojos y azules, derechas e izquierdas, Barça y Madrid, taurinos y animalistas y así un etcétera que se podría hacer muy largo. Disfrutamos con la confrontación, tanto que a veces no sabemos quién es el enemigo. Y luego nos pasa lo que nos pasa.

Los vascos, a los que desde Sabino Arana, parece ser que siempre ha habido que echarles de comer aparte o, mejor dicho, parte de esos vascos, crearon en 1958 una organización que, si bien en principio no se decantaba por la lucha armada, cometió su primer atentado el 17 de julio de 1961, al intentar hacer descarrilar un tren que transportaba a simpatizantes franquistas que viajaban a San Sebastián para conmemorar el 25 aniversario del golpe de Estado de julio de 1936, que marcó el inicio de la Guerra Civil Española.

A partir de ahí ya sabemos cómo sigue la historia. Durante todos estos años de crímenes y violencia, ETA deja por el camino, según las fuentes consultadas, de 829 a 858 muertos por el camino, por el triste camino de la muerte. De todas esas víctimas, 506 pertenecían a las Fuerzas Armadas y dentro de ellos, es la Guardia Civil la que se llevó la peor parte.

Podría parecer a cualquiera que no estuviera al tanto de la historia, que habiéndose cumplido ya 41 años desde la muerte del dictador y 39 desde las primeras elecciones democráticas, es una verdadera incongruencia que todavía queden partidarios de esta banda asesina y que aún se valgan de la violencia para expresar sus mal llamados ideales o convicciones.

El pasado 15 de octubre, dos parejas jóvenes se encuentran en un bar de la localidad de Alsasua, disfrutando, como miles de parejas jóvenes a esas horas, de una noche de asueto, tras haber terminado su semana laboral, cuando sin venir a cuento, unas 50 personas, con la valentía de los cobardes, que se crecen si van en número superior a las víctimas, golpean con saña a las cuatro personas, con el resultado de necesitar los cuatro atención hospitalaria. Hasta aquí la noticia, dentro de la anormalidad democrática que supone, se podría entender como que una manada de bestias descerebradas, violentas y rencorosas, aprovechan el momento para hacer el mal. Pero cuando el alcalde del pueblo pone en duda que fueran tantas personas y a la hora de condenar el acto, dos partidos, EH Bildu y ERC, se niegan a suscribir la condena.

Y es entonces cuando veo claramente que siguen existiendo las dos Españas. Es entonces cuando dudo de que alguna vez seremos capaces de ir todos a una y es entonces cuando no me queda más que maldecir a aquellos que son incapaces de solidarizarse con los agredidos en un acto de irracionalidad asesina. Se da la curiosidad de que este pasado invierno, un grupo de familiares y simpatizantes de la banda asesina ETA que venían de visitar a algunos presos, tuvieron que ser rescatados de la nieve por la Guardia Civil y que uno de los agredidos fue uno de esos rescatadores. Pero no, mientras unos cumplen con su deber y con la democracia, todavía quedan quienes creo que disfrutarían volviendo ya no al 58, si no a 1936, ávidos de sangre, revancha y venganza.

Ojalá llegue el día en que nuestros hijos y nietos ya no tengan que ver acciones de este calibre. Ojalá el tiempo vaya eliminando a estos infectos cobardes y ojalá llegue ese día en que, como cualquier país civilizado del mundo libre, la Bandera y las Fuerzas de seguridad del estado, sean aclamados a su paso sin más color que el que lleven en su uniforme.

Todo está en nuestras manos.

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