La ropa tendida
Cuando les escribo esto ya se han calmado bastante los ánimos en la escalera, pero hasta hace unos instantes aún podían oírse los gritos de los vecinos. A decir verdad el asunto no ha sido para tanto, pero hay veces que nos ponemos a discutir por tonterías y perdemos los nervios. Hoy le ha tocado a mi vecina la del cuarto con, quién va a ser, con mi vecino el del primero B les especifico la letra porque en el primero A ya tenemos un nuevo inquilino pero el del primero B es el del primero de toda la vida.
Resulta que estábamos unos cuantos vecinos en el rellano cuando la del tercero, que está al corriente de todo, nos ha comentado que el ayuntamiento iba a poner una multa de setecientos euros a quien tendiera la ropa en los balcones que dan a la calle. Como pueden imaginarse se ha montado buena, a la pobre del tercero, que se ha limitado a informarnos, la hemos puesto buena. Enseguida la del cuarto, que no se corta un pelo, le ha dicho que si piensa la alcaldesa que con las multas de la ropa va a pagar la plaza de toros la lleva clara, la del tercero le ha dicho no mujer, si la gente ya no tiende la ropa en los balcones que dan a la calle, eso sólo lo hacen por si a alguien se le ocurre. Pero este razonamiento no ha convencido a la del cuarto, que ha dicho que si multan a alguien por tender ropa en los balcones, tienen que multar también a todos los que ponen en fiestas la tela con el escudo de su comparsa, la bandera española o la manteleta de La Morenica. Cuando ha terminado de hablar la del cuarto se ha hecho un silencio casi de tanatorio, ella misma se ha dado cuenta de lo que se le venía encima. El vecino del primero B se ha vuelto hacia ella y le ha lanzado una mirada que le salían rayos de los ojos como le salen a los malos en los dibujos que ven mis hijos. El del primero le ha soltado cómo osas comparar una sábana o una colcha tendida en un balcón con una manteleta de la Virgen de las Virtudes, y la del cuarto, que ya saben ustedes que no tiene pelos en la lengua, le ha dicho mira, la manteleta es de tela y las colchas y las sábanas también lo son, así que no me vengas con cuentos, que si mañana me multan a mí por tender la ropa, la policía se va a hinchar a poner multas en las Fiestas, en cuanto saquéis los pañuelos esos que ponéis en las ventanas, porque si a mí por ser limpia me multan, a ti por ser marrueco también te tienen que multar. Y se ha quedado descansada la chica.
Yo, por suavizar la tensión, he comentado que antes, cuando no vendían telas de esas con la imagen de la Virgen ni de las comparsas, la gente colgaba en los balcones los mantones de Manila y, las que no tenían, sacaban a la calle, esos días de Fiestas, las colchas de las camas; una costumbre que se ha perdido aquí, pero que en la tele salió el otro día que en Portugal aún se mantiene. Pero en lugar de bajar la tensión lo único que he conseguido es que el del segundo se pusiera más cabreado que el del primero incluso: a vosotras lo que os fastidia es que la alcaldesa vaya a terminar con vuestras costumbres, se ha terminado lo de tender en los balcones. Yo lo he mirado estupefacta y le he dicho: hijo, no sé en qué país vives tú, pero en este hace mucho que la mayoría de la gente ya no tiende en los balcones, y menos en esta finca, que todas menos tu mujer tenemos secadora, me he dado media vuelta, he subido la escalera, he entrado a mi casa y me he sentado aquí a contárselo a ustedes.