La secreta fascinación de Gonzalo Suárez
Abandonad toda esperanza, salmo 660º
A Gonzalo, Hélène y Sylvia, eternamente agradecido
No sé si sorprenderé a algunos de ustedes al informarles de que un enorme porcentaje de las actividades culturales que se celebran en nuestro país se crean y organizan sin que sus responsables perciban a cambio remuneración alguna. Tampoco creo que nadie se escandalice si les confieso que, en mi caso particular, podemos hablar de un porcentaje elevadísimo de eventos que ayudo a desarrollar nada más que por amor al arte; y esto último no es solo una frase hecha: me refiero, literalmente, a por amor al arte.
Mientras residí en Villena, ese fue el caso de la Semana de Cine dirigida por el Cineclub Villena -que ahí sigue, siendo un rotundo éxito año tras año-, y también el de la desaparecida Villenafantástica que se me ocurrió un buen día y de buenas a primeras a imitación (de escaso presupuesto) del Festival de Sitges, y que por lo que me han contado muchos añoran y recuerdan con un cariño que da sentido a montar estos saraos. Una vez me trasladé a Alicante, he seguido en la misma tesitura participando en la organización de diversas actividades, muy especialmente Mayo Negro y Unicómic, ambas vinculadas a la Universidad en la que fui alumno hace más tiempo del que me gustaría y donde ejerzo de profesor en la actualidad.
Esto viene a cuento porque hoy me apetece recomendarles la obra literaria del último invitado del último Unicómic... y que curiosamente es alguien que no tiene nada que ver con el mundo de la historieta. Me refiero al escritor y cineasta Gonzalo Suárez, que de hecho fue invitado a última hora por una razón tan prosaica como que a nadie se le ocurrió antes precisamente por su nula relación directa con el noveno arte. Fue servidor -y espero disculparán que me ponga esta medalla de forma pública- quien tuvo la idea, dado que en las Jornadas del Cómic de la Universidad de Alicante también dejamos cierto espacio a los libros y álbumes ilustrados, de invitar al director de Remando al viento porque acababa de publicar ese El sueño de Malinche que ya les recomendé en el momento de su visita. Quien hizo de intermediario fue, en primera instancia, Pablo Auladell, coartífice de dicha obra y autor de cómics e ilustrador que nos ha visitado en repetidas ocasiones. Al hilo de esto, permítanme una reflexión en voz alta: cuando llegue el día en que dediquemos el homenaje que se merecen a los artistas locales que siempre están dispuestos a acudir a presentaciones y encuentros varios, a veces a última hora, y a los que no siempre se les tiene en la misma merecida cuenta que a aquellos que vienen de fuera, a Pablo habrá que ponerlo el primero en la lista. Poco después, fue Sylvia Suárez, hija de Gonzalo y principal responsable de Zenit Comunicación, quien movió los hilos e hizo los trámites necesarios para que su padre, y también su madre Hélène Girard, pudieran estar con nosotros.
Como imaginarán, porque si no no tendría mucho sentido que estuviese contándoles todo esto ahora mismo, el haber conocido a Gonzalo Suárez y haber podido conversar con él sobre literatura, cine y otros temas afines fue para quien firma estas líneas uno de los hitos personales no ya de esta edición de Unicómic, sino de toda la historia de las jornadas desde que intervengo en su organización (y ya van catorce años, si no me equivoco). Vivir dicha experiencia es uno de esos momentos de puro amor al arte que justifican los quebraderos de cabeza, las preocupaciones varias y las horas robadas a otros menesteres, familia incluida, que implica la promoción cultural.
Fue en una de esas distendidas charlas donde Gonzalo nos enseñó a los allí presentes un ejemplar de una edición latinoamericana de su nuevo libro: La musa intrusa. Un título que no ha tardado en publicarse aquí y que tampoco he tardado en leer, y en cuya estructura ya se adivina que la libertad con la que su autor encara la creación literaria es la misma de la que hace gala su filmografía: el título del volumen es también el de su segunda parte, una nouvelle en la que vuelve a reescribir el Hamlet de Shakespeare como ya hiciera en un cuento de la antología El asesino triste y en un fragmento de su película Epílogo (que es mi favorita de las suyas quizá al mismo nivel que la citada, y más recordada por el gran público, Remando al viento): situándola en la edad contemporánea y añadiendo una dosis de ese humor que está presente desde los inicios de su carrera.
Pero si he disfrutado leyendo esta novela breve, he gozado más todavía de la primera mitad del volumen, una suerte de nuevo capítulo de una autobiografía en progreso y por entregas jalonada de anécdotas de las cuales esta vez había podido escuchar algunas antes de boca de su propio protagonista. Por sus páginas deambulan escritores como Max Aub o Claudio Rodríguez, productores como Emiliano Piedra o Andrés Vicente Gómez y directores como Alexandre Astruc o Vicente Aranda, por citar solo unos pocos. Pero particularmente interesantes para cualquier amante del séptimo arte son las peripecias referidas a Sam Peckinpah, el realizador de vida atormentada y filmografía deslumbrante con quien Gonzalo Suárez compartió una relación no solo profesional sino también de amistad sincera durante varios años, desde el momento en que el primero descubriera fascinado una de las primeras películas del segundo: Aoom.
Precisamente un proyecto frustrado que surgió de la colaboración de ambos realizadores fue una adaptación de Doble Dos, novela de Gonzalo Suárez inspirada en un supuesto intento de atentado contra el dictador Franco y el presidente de los Estados Unidos Eisenhower durante la visita de este último a España en 1959, y que por lo que nos contó nuestro invitado pronto podría convertirse por fin en una película o serie de televisión. El guion firmado a cuatro manos puede leerse si son afortunados y encuentran el viejo número de la desaparecida revista Viridiana que lo publicó de forma íntegra hace unos lustros; en cuanto al original literario, Literatura Random House lo recuperó recientemente al mismo tiempo que publicaba la nueva novela del autor, Con el cielo a cuestas. Dos obras estas que por tanto, y al igual que La musa intrusa, pueden encontrar fácilmente en muchas librerías y cuya lectura les llevará a comprender qué secreta fascinación encontraron y encuentran en la literatura de Gonzalo Suárez escritores tan reconocidos como los desaparecidos Julio Cortázar, Ray Bradbury o el poeta y Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, o coetáneos suyos como Javier Cercas, Eduardo Mendoza o Juan José Millás. Una secreta fascinación de la que pude ser testigo privilegiado hace unas semanas, y de la que he vuelto a participar sumergido en las páginas del último, esperemos que pronto penúltimo, libro de Gonzalo Suárez.
La musa intrusa, Doble Dos y Con el cielo a cuestas están editados por Literatura Random House.
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